Como era mi costumbre el viernes 24 de diciembre 2010, llamé a Faroppa para saludarlo por las fiestas. Nadie contestó la llamada. Horas después la reiteré sin suerte. Llamé a su hijo y me contó que su padre había fallecido el jueves 23 de diciembre.
Sentí un profundo dolor y me senté solo en la computadora a recordar las más diversas vivencias con mi maestro. Fui profesor agregado y muchos años profesor interino de su cátedra.
Funcioné como su segundo, cuando fue director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en 1967. Falleció a los 94 años.
Siempre nos preguntaba cuánto era la esperanza de vida al nacer y contestaba: Ven, me quedan tantos años de vida. En la realidad superó por más de 20 años la actual esperanza de vida.
Fue maestro de maestros, con una extraordinaria vocación docente. Se graduó en 1940 con medalla de oro. Fue el creador de la Escuela de Economía, siendo profesor desde la segunda mitad de los cuarenta y Director del Instituto de Economía entre 1949 y 1966. Contaba que en sus inicios fue a Buenos Aires a entrevistarse con Raúl Prebisch, que le propuso seguir la senda de Keynes.
En la década del 50 introdujo el pensamiento cepalino en su cátedra. Renovaba el programa de su materia todos los años. Era muy riguroso conceptualmente y muy ordenado. Le agradaba y estimulaba la participación de los estudiantes durante el curso.
Fue el director de la monografía -requerida para recibirnos- que realizamos en equipo con José E. Santías, Ricardo Zerbino y Danilo Astori sobre "Algunas vinculaciones entre la educación y el desarrollo económico y social".
Era muy exigente. Me preguntaba: Alberto ¿cuál es tu concepción de la justicia social? Yo sufría, pero me estaba enseñando permanentemente. Y así aprendimos a distinguir el qué, el por qué, el para qué, el para quien, el cómo, el dónde, el cuando y así sucesivamente, como le gustaba decir.
Participé en su cátedra desde 1963 hasta que la dictadura nos expulsó, en 1973. Nos enseñaba a preparar clases, a dictarlas y a evaluar a los estudiantes. Se pasaba horas y horas enseñándonos a corregir escritos, con pruebas que buscaban la reflexión de los estudiantes.
Por ejemplo, les pedíamos que explicaran la evolución de una teoría pero les cambiábamos los supuestos. La corrección era también una prueba para los ayudantes. Al principio la compartí con Jorge Pouchet y luego con Alberto Bensión.
Había que analizar la sistematización, o sea si abarcaba todas las partes que requería la respuesta de los alumnos; la jerarquización entre las distintas partes; la síntesis, o sea el contenido central y sus fundamentos.
En 1967, al ser designado el primer Director de la recién creada OPP, siguió dando el curso y a mí no me dejó dar más clases. Me costaba mucho tiempo preparar las clases de facultad, por lo que me pidió que me dedicara full time a las tareas de la OPP.
Yo venía con mi postgrado en planificación en Chile y el aprendizaje que nos dio la CIDE, donde participé desde su fundación. Fue otra experiencia inolvidable. Era muy firme en sus ideas y a veces duro.
Era un año muy difícil, con una inflación desbocada y un déficit fiscal muy elevado. Recuerdo una reunión entre la OPP y el Banco Central. Enrique Iglesias, presidente del Banco Central, planteaba la necesidad de una devaluación. Argentina ya la había realizado. Faroppa se negaba. Iglesias le fundamentaba que tenía que pagar la deuda externa. Problema tuyo Enrique, le contestaba Faroppa.
Lo recuerdo como Director del Instituto de Economía en los cincuenta y en la primera mitad de los sesenta. Había un cuarteto de primera división: Luis Faroppa, Israel Wonsewer, Mario Bucheli y Enrique Iglesias (todos fueron nuestros profesores).
Los estoy viendo en el salón 4 de la Facultad, explicando los cambios en la política cambiaria a través del decreto del 3 de agosto de 1956. Ellos habían asesorado al gobierno de la época.
Ese año le ofrecieron a Faroppa el cargo de Ministro de Hacienda. Él propuso la creación del Banco Central y la implantación del impuesto a la renta a las personas físicas. Sus ideas no fueron aceptadas.
Publicó muchos trabajos de sus investigaciones, resaltando el libro "El desarrollo económico del Uruguay" de 1965.
Faroppa fue siempre un hombre del Partido Colorado, aunque por sus conocimientos y sus enseñanzas trascendió las fronteras partidarias, e incluso las nacionales. Tenía ideas muy firmes y muy arraigadas provenientes de José Batlle y Ordoñez. Lo conocí como un estructuralista cepalino.
Era un social demócrata auténtico, pero a veces expresaba la necesidad de cambios en el sistema económico. Era partidario de los acuerdos sociales y tenía una excelente relación, tanto con los empresarios asesoraba empresas como actividad profesional- como con los trabajadores.
Fue un relevante asesor del partido y fue un hombre clave de la lista 99 encabezada por Zelmar Michelini. En una reestructura ministerial del gobierno de Gestido, en octubre de 1967, renunció a la Dirección de la OPP, junto a Michelini que estaba en Industria, Amilcar Vasconcellos que estaba en Hacienda y Alba Roballo que estaba en Trabajo.
Nos reencontramos en 1984, a la vuelta de mi exilio, en la Comisión de Economía de la Concertación Nacional Programática. Nos mirábamos y casi hablábamos de memoria. Cuando tenía algunas diferencias con Zerbino, llevaba sus libros, que estudiaban y ensalzaban el viejo batllismo, para expresar sus ideas y sus fundamentaciones.
Fue el maestro toda la vida. En las conversaciones más cordiales y cotidianas, de alguna manera siempre te estaba examinando. A veces funcionaba como padre. Cuando compré mi primer auto, un Fiat 600 usado, con el que a veces lo llevaba a la salida de clase hasta la Casa de Gobierno, me decía: Viste Alberto, la importancia del ahorro.
Lo seguí frecuentando y recibiendo sus sabios consejos. Hace unos meses lo visité para contarle que lo iba a homenajear en la exposición que iba a realizar en el acto del Partido Colorado por los 25 años de la democracia.
Escribo estas líneas con dolor y tristeza, pero con un enorme reconocimiento, a mi maestro, al maestro de maestros. Se fue un referente, un grande, un hombre superior. Muchas gracias Faroppa por tu contribución para que el Uruguay y los uruguayos seamos mejores
Fuente:La República
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