Ernesto tiene 43 años y trabaja más de 16 horas diarias como conductor de un bus en Lima. Siempre ha disfrutado su trabajo, tiene paciencia con los pasajeros y le gusta manejar. Ahora ya no. Sabe que cada jornada se expone a la muerte a manos de sicarios por no pagar extorsiones, según datos de la Policía.