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miércoles, 15 de diciembre de 2010

ELENA ROGER: UNA VOZ ARGENTINA PARA EL MUNDO

Cuando sube a un escenario parece agigantarse. De solerito claro, voz suave, decir pausado, sobriedad en los gestos, Elena Roger no parece ser la misma que agita la intensidad en todas sus interpretaciones.


Sin embargo, supo -y sabrá- ser Evita, Mina o La Piaf, mujeres que demandan más alma que cuerpo, composiciones que sorprendieron a buena parte del mundo.

Y la clave para tamaña reinvención seguramente anide en una de sus confesiones: “A veces me siento un poco antropóloga… como cuando analizo a los personajes que voy a hacer, viendo de dónde vienen, indagando en su historia, en los por qué de sus historias”, cuenta la rubia que, de chica, quería ser antropóloga. Y, de grande, sin querer acorta la distancia con la nena que fue.

Criada en el barrio bonaerense de Barracas, la menor de tres hermanos también fantaseaba con “ser contadora. Y viste que la música tiene que ver, en parte, con la matemática. Pero la verdad es que no pensaba que fuera a vivir de esto. No asociaba el trabajo con el arte…

Tengo un tío bandoneonista que laburaba en un banco y sólo tocaba los fines de semana y mi hermano tenía una banda, pero ganaba el sueldo con otra cosa. Así fui creciendo. Y en el momento en el que tuve que decidir qué hacer, sobre el final del secundario, me incliné por lo artístico”.

Del colegio se recuerda como “una chica muy querida por los profesores. Era buena alumna, pero me copiaba mucho”.

La estrategia que define simpáticamente como “una ayudita para memorizar” constaba de pequeños machetes “hechos con lápiz Pilot, de punta finita, que me escondía en los bolsillos del blazer. Los sacaba sólo cuando me olvidaba de algo”.

La anécdota, matizada por la picardía de los viejos tiempos, la afloja en una tarde de alergias estacionales. Le preocupa su voz, la cuida, la pone donde quiere.

De mirada tan clara como sus ojos, está transitando la previa al regreso de Mina... che cosa sei ?, el musical que ahora asoma como baldosa fundamental de su camino.

Estrenada en 2003, la obra -que entre otras estatuillas le valió el Premio Clarín Espectáculos al Mejor musical y que llegó a los escenarios de Europa-, volverá a presentarse en la Argentina los próximos jueves, viernes y sábado, en el Opera Citi.

Fue Piaf hasta hace unos meses (de Buenos Aires fue a Madrid), será nuevamente Mina en unos días, será una vez más Evita -el clásico de Andrew Lloyd Webber que la consagró en Londres-, pero en Broadway, en 2012, junto a Ricky Martin.

En el medio, protagonizará dos películas: filmará Un amor para toda la vida, de Paula Hernández y La vida anterior, la opera prima de Ariel Broitman, “sobre una cantante de ópera. Voy a tener que cultivar mi voz hacia ese lugar en el que quise estar desde chica”.


Ese 'lugar', casi metafórico, remite a otro lugar, real, postal del refugio infantil: “Mi hermana me lleva cinco años y mi hermano, ocho. Entonces, había ratos en los que yo tenía que jugar sola. Me encerraba mucho en una salita de casa, donde estaba el tocadiscos, ponía discos y cantaba o bailaba”.

Entre sus hits de esos primeros shows sin testigos figuran Una noche en la ópera, de Queen, algunos de Elvis Presley, valses y… “muchas arias de óperas, que me encantaban”.


Otro momento casero en el que la música reinaba en la casa de los Roger era “el sábado, que era día de limpieza. No sabés la alegría con la que lo hacíamos, cantábamos de todo. A veces me agarra un poco de nostalgia, porque fui una niña muy feliz. Y el haber podido hacer todo lo que hice tuvo que ver mucho con mi infancia, con mi ambiente familiar, con la libertad y la felicidad con la que fuimos educados”.

Primera argentina en ganar un Lawrence Olivier -premio que se entrega anualmente en Londres- por su trabajo en Piaf, estudió danza y canto lírico.

Si bien realizó varios festivales en puntas de pie, marca su debut profesional en 1995, en El jorobado de París 2, de Pepe Cibrián Campoy.

Luego alternó varios trabajos teatrales con participaciones en TV y cine y entiende, ahora, que “la cantante siempre ayudó a la actriz. Le da confianza”, explica, en una curiosa disociación imposible de imaginar en una silueta pequeña, pero está visto que el corrimiento de límites le sienta bien.

“Me surge un poco la necesidad de ser vegetariana o macrobiótica y no lo termino de lograr, porque con tanto laburo adelgazo mucho y tengo que cuidarme. Pero mi base, digamos, son la verdura y el arroz”, comparte la chica que se define como “muy sensible en muchas cosas... no sé, me intereso por el planeta, la ecología, la naturaleza. Es tremendo ver cómo estamos contaminados con tanta comida fast-food, con enlatados, con lo descartable... ni hablar de lo que respiramos.

Al estar viviendo mucho en Londres, en la zona del Covent Garden, donde no hay demasiados autos porque en general es peatonal, cuando me vine no podía caminar por la calle con tanto smog. Esto que siento, de todos modos, no es nuevo: tengo conciencia ecológica desde los 15 años, cuando iba con mi hermana a un grupo de la fundación Vida Silvestre”.

No habla de la capital británica como la meta. Aparece en su relato como una escala más de una travesía que fue haciendo sin objetivos rutilantes: “Logré ser una artista reconocida, aunque jamás me lo había propuesto. Sí ser una artista, pero trabajando aparecieron las cosas. ‘No me arrepiento de nada’, como dice Piaf. No me obsesioné con el éxito ni con el dinero. Nunca me interesó ser famosa, siempre me importó más el camino y poder subir a algún escenario”, ése en el que, apenas hace pie, pareciera tomar vuelo.

Fuente:Clarín

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