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martes, 19 de agosto de 2014

SIRIA: UN PAIS DESANGRADO POR LA GUERRA CIVIL

La batalla en la histórica ciudad de Alepo se libra en 2 frentes: calle a calle, en el frente urbano, y a campo abierto, en la periferia. En la mayor metrópoli de Siria y corazón económico del país, el Ejército de Bachar el Asad —la entrenada y equipada Guardia Republicana— avanza lentamente cercando a los rebeldes en el este de la ciudad. Pero en el noreste de Alepo y en el norte de sus alrededores, los roles se intercambian y son los insurrectos quienes controlan la mayor parte del terreno, mientras las fuerzas de élite sirias luchan por mantener sus posiciones. Y todavía puede nacer un tercer frente: el Estado Islámico (EI) avanza hacia Alepo por el noreste.



Para llegar al último puesto en el frente del barrio de Karmel el Jebel, los uniformados sirios han de cruzar callejuelas expuestas a la mirilla de francotiradores y tramos a través de boquetes abiertos en las paredes que conectan internamente las viviendas. Donde antes habitaba una familia, de cuyas vidas no quedan más que fotos de boda y ropas calcinadas, ahora hace guardia el soldado Alí Ismain Ozman, de 21 años y oriundo del barrio. Desde su posición tiene vistas a su casa, pero si asoma la cabeza sobre los sacos de arena para mirarla, le llueven los disparos y solo atisba a ojear varias banderas de Al Nusra, del Estado Islámico y de la Brigada Al Tauhid.

En la operación en la que el Ejército logró hacerse con la posición que defiende Alí, el soldado recogió entre los muertos el cuerpo de Hasan, su compañero de pupitre del colegio. “Hay extranjeros que luchan, pero muchos son sirios del barrio que tomaron el mal camino. Les han comido la cabeza”, concluye el joven militar.

Para entrar en Alepo hay que rodear el sureste, en manos rebeldes, y tomar la ruta de Janaser. Es el único camino medianamente seguro bajo control del régimen para aprovisionar la ciudad y el hilo de conexión con Damasco.

El curtido general Abu Hasan, en la cincuentena, lidera a sus hombres de la Guardia Republicana. Llegaron a Alepo hace dos años tras afianzar el control sobre la ciudad de Homs. Ahora intentan dominar el frente urbano para centrarse en la periferia. Entrenados para combatir a otros Ejércitos, las tropas sirias han tenido que enfrentarse a métodos de guerrilla urbana. Después de 41 meses de conflicto, empiezan a mimetizarse con los rebeldes y a adoptar sus técnicas.

Las fuerzas de El Asad han copiado las técnicas de guerrilla de los opositores
Con el fin de cerrar el cerco a los opositores, las tropas sirias parecen haber optado por una guerra de desgaste. El general Abu Hasan admite que en dos años han avanzado 500 metros. “La estrategia clásica de guerra no funciona. Se producen muchos destrozos y pérdidas de vidas civiles. Mantendremos posiciones hasta que llegue una solución política”, resume el general.

Desde Karmel el Jebel se divisa también la ciudadela de Alepo, centro de la ciudad antigua, patrimonio de la humanidad por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). El sargento Hasan Haidar, de 36 años, lleva uno apostado allí. Transita a diario el corredor que une Bab el Faraj, una de las siete puertas de la ciudad vieja, con la ciudadela, el único punto, aunque el más alto, bajo control del Ejército sirio.

“Es difícil luchar entre callejuelas y proteger monumentos. Aquí el francotirador es el rey de la calle. Basta un solo hombre para provocar muchas bajas. Las cosas han cambiado cuando los americanos les han proporcionado ametralladoras Dushka y rifles Shtayer con un alcance de hasta tres kilómetros”, protesta Hasan. La presencia de francotiradores crea zonas grises en las que ningún bando tiene control. Hasan asegura que la mezquita Omeya, de la que dice que no quedan ni minarete ni fuente, es una de ellas.

Mientras continúan los combates entre rebeldes y leales, dos millones de habitantes prosiguen su vida. Los que huyeron a la capital han sido reemplazados por los que escapan de las afueras. La mayoría ha abandonado la parte este, donde los barriles bomba lanzados por el régimen han borrado barrios enteros del mapa.

Los habitantes parecen haber pactado una ilusoria rutina para poder continuar con sus vidas. Mujeres y niños hacen cola en las fuentes públicas cargados con bidones de plástico. Cuando llega la electricidad, los vecinos se avisan y aprovechan para darse una ducha mientras funcione la bomba de agua o para cargar los móviles. En las líneas de frente que dividen los barrios, mujeres cargadas con cestas de verduras caminan entre controles militares y edificios derruidos, a pesar de la presencia de francotiradores en algunas calles.

El frente decisivo de Alepo está entre canteras de piedra y cuevas. A 20 kilómetros al norte, en Manasher, las fuerzas especiales de la inteligencia aérea siria y los rebeldes se enfrentan en campo abierto. Morteros y cañonazos de tanques contrastan con la relativa calma del frente urbano.

Decenas de soldados aferrados a las rocas disparan hacia el norte. A pocas decenas de metros, los insurrectos mantienen sus posiciones y responden a su vez con un sinfín de descargas ensordecedoras. “Cada noche intentan avanzar por aquí. Cada noche los repelemos a veces hasta a 10 metros de distancia”, explica Neser, un joven alto y con larga barba que se antoja el líder del comando. Les llaman los tigres, nombre que heredan de su coronel S. H., convertido hoy en héroe de guerra por romper el cerco de los rebeldes sobre Alepo.

El Ejército sirio gana terreno en el frente de la periferia de Damasco
La guerra siria se cobra 170.000 vidas en 40 meses
Entrenados en la lucha antiterrorista, los tigres son la punta de la lanza que abre camino contra los opositores en este frente. Milicianos llegados de Líbano les apoyan. “Los amigos de Hezbolá (milicia libanesa chií) aseguran algunas posiciones una vez que las tomamos”, afirma Neser.

Las tropas intentan romper el asedio de los rebeldes, que controlan norte, este y parte del sureste de la provincia de Alepo, con lo que dominan algunas conexiones estratégicas como la del aeropuerto internacional con la ciudad industrial de Sheij Nayar junto con la prisión central. En esta última, 400 soldados resistieron durante año y medio el embate de los rebeldes hasta dos meses atrás. Solo 250 salieron con vida. “Los rebeldes querían liberar a decenas de compañeros presos. Nos rodearon. Solo recibíamos comida cuando nuestros helicópteros podían lanzarla desde el aire”, relata un exhausto Hamzi Haidar, soldado de 30 años que sobrevivió al cerco. Con ambos bandos inmersos en la lucha durante meses, los yihadistas del Estado Islámico (EI) avanzan por el noreste.

“Se está haciendo más fuerte mientras que Al Nusra (antes aliado del EI) y el Frente Islámico se debilitan. No veo colaboración entre el Ejército sirio y los rebeldes en el norte contra el EI”, dice Hasan el Nuri, candidato a las últimas elecciones. “Nosotros no hemos creado al EI. No los hemos combatido porque no nos hemos cruzado en el frente. Cuando llegue la hora lo haremos”, asegura Neser.

Y la hora parece estar cerca. Hace dos días, los combatientes del EI arrebataron las localidades de Ajtarin y Mare (a 25 kilómetros al norte de Alepo) al Frente al Nusra y al Frente Islámico. Contradicciones de la guerra, el norte de Alepo puede convertirse en la primera batalla que una en un mismo barco a rebeldes y Ejército sirio contra el Estado Islámico. “Los diferentes líderes de las brigadas rebeldes se han reunido para crear una coalición capaz de hacer frente común. Son miles los que se dirigen hasta aquí para frenar el avance”, asevera el opositor Abu Ramzi vía Skype y apostado en la periferia de Alepo.

Fuente:El País de M.

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