No es nada raro que cuando estás caminando por las calles de Montevideo, en particular los barrios más cercanos a la zona céntrica, termines escuchando a personas hablando diferentes idiomas o el castellano pero con diferentes acentos al habitual de un habitante de estas tierras. La nota que va a continuación fue escrita para el diario montevideano El País, por una de esas ciudadanas del mundo, en este caso una gallega, que ha encontrado trabajo en esa empresa periodística.
Por las calles de Montevideo vuelven a escucharse algunas zetas marcadas: son los jóvenes españoles que, ahuyentados por la situación política y social de su país, han visto en Uruguay un destino interesante para reinventar sus vidas. Llegan alentados por el despegar latinoamericano, con la idea de que Uruguay puede ser un país no tan lejano culturalmente de su España natal y en busca de una experiencia vital y profesional que no han sabido ofrecerles al otro lado del océano.
En su mayoría son jóvenes profesionales con posgrados o técnicos especializados en áreas como la construcción civil o naval, dos de los sectores más maltratados por la crisis económica española y que en Uruguay están en plena expansión.
Estos nuevos 'gallegos' llegan en avión y se conectan por las redes sociales, en contraposición al barco y las cartas de puño y letra que utilizaban sus antepasados. Algunos de ellos, como ya hicieran muchos inmigrantes en Uruguay, se establecerán y formarán sus vidas a este lado del océano, repitiendo, de este modo, una historia cíclica impuesta por la situación económica.
Otros armarán de vuelta sus valijas, después de haber gozado de experiencias profesionales y vitales en Uruguay optimizando sus años de mayor crecimiento y aprendizaje.
Una mañana de setiembre, a pesar de que el frío invierno montevideano todavía no había dado tregua, en la calle Misiones, frente a la Dirección Nacional de Migración, filas de inmigrantes armados de paciencia esperaban realizar sus trámites para la obtención de la residencia. Hace unos tres o cuatros años los perfiles que podían observarse eran, mayoritariamente, personas de otros países sudamericanos, jubilados de Estados Unidos de América y asiáticos que llegan en barcos mercantes a Montevideo y que, por un motivo u otro, deciden establecerse en el país.
La foto actual es más variopinta y en ella se incluyen jóvenes profesionales europeos, en su mayoría españoles, dispuestos a enfrentar su primer trámite burocrático en otro país.
Sólo los más avispados consiguen lograr ser atendidos a la primera intentona. Dado el aumento en la afluencia de migrantes para realizar sus trámites, Migraciones sólo entrega 40 números por día, con el fin de poder informar personalizadamente a cada una de las personas. Las filas para asegurarse un de los preciados turnos empiezan temprano, a eso de las 7, dos horas antes de que se abran las puertas.
Una vez superado este primer escollo, los trámites se aceleran y en poco más de un mes cualquier inmigrante puede obtener su cédula de identidad. La política migratoria uruguaya es receptiva y, aunque el sistema burocrático es lento para la obtención de la residencia legal (los trámites del expediente pueden demorar cerca de tres años), cualquier extranjero puede gozar de su residencia trámite en poco tiempo y, por lo tanto, ser un trabajador legal en el país.
Según los datos de las autoridades migratorias, en 2012 se concedieron 87 residencias legales a ciudadanos españoles. Sin embargo, no se cuenta con las cifras de trámites iniciados, la que mejor reflejaría las últimas llegadas al país. Un dato ilustrativo: sin ir más lejos, en este diario trabajan al menos cuatro españoles que no alcanzan los 30 años. Apenas una muestra de la llegada de españoles jóvenes a afincarse en el país.
El último censo realizado, registró que durante 2010 y 2011 llegaron a Uruguay 787 personas nacidas en España.
Por su parte, según datos del Consulado de España en Uruguay el número de altas en el registro consular de menores de 35 años ha sido de algo más de mil en lo que va de 2013, de estos, casi 150 nacieron en España. En el registro consular se computan también los uruguayos con antepasados de la península ibérica que deciden regularizar la documentación española.
Eduardo de Quesada, Cónsul General de España en Montevideo, dice que según los datos que maneja la institución que dirige, la llegada de españoles se da 'en forma de goteo y no de chorro' por lo que no podría hablarse de una 'nueva oleada de inmigración española en Uruguay'.
Sin embargo, como él mismo señala, los datos consulares no reflejan fielmente la realidad puesto que no es una obligación darse de alta en el Consulado, aunque sí se le recomienda a todo los ciudadanos españoles realizar el trámite.
Es muy probable que sean más los que han llegado que los que hay inscriptos. Reconoce también que, en actos sociales de la colectividad, se ha encontrado con economistas, arquitectos y profesionales del sector inversionista que han venido a Uruguay a probar suerte tras la caída del sector en España.
Para quedarse.
Paula, María, Bea, Eladio, Mia y Willy son sólo algunos de los nombres que ponen cara a estas cifras. Son profesionales jóvenes que están buscando o han encontrado ya una oportunidad laboral que hace unos meses era todavía un sueño. Todos coinciden en que Uruguay es un país que acoge y en el que es más fácil desarrollarse profesionalmente. Además todos muestran su hastío con la situación política y social que atraviesa su país de origen.
Eladio es un ingeniero naval de la zona de Ferrol (La Coruña) que trabaja como jefe de producción de un astillero montevideano desde hace casi medio año. Su situación es diferente a la de quienes llegan a Carrasco a la aventura, con dos pesadas valijas y ningún contacto en el país.
Eladio está contratado por un consorcio de empresas hispano-uruguayo. Lo ficharon, junto a otros 5 operarios de los astilleros gallegos, otrora prósperos motores de la industria de la región, ofreciéndole un buen contrato, una casa y un auto. A pesar de la comodidad de poder vivir en Pocitos, Eladio es completamente consciente del por qué está aquí.
'Nunca pensé que iba a tener que salir a trabajar fuera de España', dice.
Pero 'tras tres meses desocupado, después de haberte formado y trabajado duramente durante años, te ofrecen un trabajo y, aunque sea en la otra punta del mundo, tienes que aceptarlo'.
Sabe que es un emigrante privilegiado pero reconoce que no tuvo más remedio que 'agarrar sus cosas y arrancar'. 'En España ningún ingeniero naval tiene trabajo ahora mismo': todos sus compañeros de facultad están en Noruega, Holanda o Alemania. 'Nos salva que tenemos una buena formación y que con nuestro know-how
por lo menos nos quieren afuera', afirma.
Como buen gallego, ya sufre 'morriña' de su familia y su estilo de vida en casa. Sabe que durante unos años no va a tener la posibilidad de volver y, como él dice, es 'un poquito triste'.
María (no es su verdadero nombre) tiene 30 años, estudió magisterio y lleva ya 3 años acá, a donde llegó junto a su pareja uruguaya.
'Ella sí tenía difícil encontrar trabajo de lo suyo en España", explica.
'Sabía que aquí había trabajo, aunque me podía costar unos meses encontrarlo. Los primeros seis meses diseñaba carteras y las vendía en la feria. Hasta vendí cerveza en las Llamadas', recuerda entre risas. La principal diferencia entre España y Uruguay es que 'aquí no hay esa visión de que el inmigrante viene a robar el trabajo, yo por lo menos nunca lo he sentido así. De hecho, casi diría que hay discriminación positiva'.
Una pareja de jóvenes madrileños, Bea y Willy, cuentan como cuando bajaron en el aeropuerto de Carrasco con valijas enormes y un gato, 'se veía clarito que veníamos a instalarnos', la gente les deseaba mucha suerte y les daba indicaciones sobre la ciudad. 'Todo lo contrario a lo que les ocurría a los inmigrantes en España', dicen.
María trabaja ahora como coordinadora de formadores en el Plan Ceibal.
'He conseguido un trabajo que en España no tendría 'ni de coña'.
Ser maestra estrictamente nunca me apasionó, pero esta parte de gestión educativa me encanta'.
Lo mismo opina Paula, periodista, que lleva algo más de un año en Montevideo. Trabaja en una agencia de noticias y declara que, 'puede que Uruguay sea un país caro y pequeño, pero mi vida diaria aquí es fácil. Surgen más oportunidades laborales y puedes hacer casi cualquier cosa que te propongas'.
Llegó con una beca por 6 meses y cuando se puso a buscar trabajo encontró varias oportunidades, tan es así que terminó el año pasado en esa esquizofrenia laboral tan uruguaya de compaginar 3 laburos. Ahora ya achicó un poco el ritmo y planea quedarse en Uruguay 'un tiempito más'.
Coincide con María en que Uruguay es un país en que 'enseguida te hacés hueco y te sentís parte'. Tan es así que en agosto, cuando volvió de visitar a su familia y amigos en España, 'no sabía si me estaba yendo o volviendo', explica asombrada dando muestra de su adaptación.
Otra de las que ha encontrado su hueco en el mercado laboral uruguayo es Mia, que llegó a principios de año. Esta canaria ingeniera agrónoma y emigrante de larga trayectoria estuvo 4 años en Londres trabajando de camarera y lo que pintase.
Gracias a los impuestos que el gobierno inglés le devolvió al abandonar Gran Bretaña, pudo conocer la Patagonia y tener un colchón para llegar a Uruguay en busca de su primera oportunidad profesional 'de lo suyo'. Lo ha conseguido.
Se desempeña como supervisora de una planta de exportación de cítricos.
'Aunque el ritmo de trabajo es duro y tengo que madrugar mucho, por lo menos he tenido la oportunidad de trabajar de mi profesión', explica.
Mia asegura que lo que más la 'echó' de su país fue 'la violencia policial en las manifestaciones y el bajón general. Estando tan quemada a nivel político el hecho de que veas a Mujica en su chacra, viviendo austeramente, te hace pensar: Yo quiero vivir en un país donde el presidente sea así'.
Algo parecido le pasó a Bea y Willy, que llegaron a Montevideo hace casi medio año. Estaban planteándose 'saltar el charco' cuando por twitter leyeron 'Hace muchos años un hombre robaba camiones de comida y los dejaba en los barrios más pobres. Hoy ese hombre es el presidente de mi país'.
Lo había escrito un twittero uruguayo.
El de ellos es un caso atípico puesto que los dos tenían trabajo en Madrid, sin embargo estaban hastiado de la situación política y social. Necesitaban un cambio. 'Necesitamos alejarnos un poco para ver las cosas en perspectiva'. Ella, publicista, odiaba su trabajo pero que lo mantenía porque sabía que no podría encontrar otra cosa. Él, ingeniero informático, se sentía 'atrapado' en proyectos que no le interesaban y que le exigían demasiado.
Él consiguió trabajo al poco de llegar, ella está haciendo algunos trabajos freelance como diseñadora y sigue buscando una oportunidad que le dé algo de estabilidad. Ufo, el gato, combatió el invierno montevideano a base de siestas en el sofá.
La otra cara de la moneda es Ainara, una psicóloga navarra de 28 años que, tras casi 4 años en Uruguay ha encontrado, casi como si de un milagro se tratase, una oportunidad laboral en España. Fue a pasar las fiestas de San Fermín en casa tras varios años de ausencia y se cruzó con un llamado ligado con el trabajo que realizaba en Uruguay.
'Si en su momento no hubiese optado por quedarme en Uruguay no habría podido tener tan buenas oportunidades como las que encontré en Montevideo y, por lo tanto, hoy no podría tener el trabajo que tengo. Uruguay me aportó muchísimas cosas a nivel profesional y más aún si cabe a nivel personal' escribe en un chat desde su nueva casa de Pamplona.
Actualmente el desempleo juvenil en España supera el 40%. Los últimos datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística de España muestran que por tercer año consecutivo, el saldo migratorio español fue negativo, es decir, abandonaron el país más personas de las que llegaron. Casi 60 mil españoles decidieron armarse de valor y probar suerte en otro lado. Uruguay, por ejemplo.
PAULA
Periodista
'Puede que sea un país pequeño y caro pero mi vida aquí es fácil. Hay más oportunidades laborales y puedes hacer casi cualquier cosa que te propongas'
ELADIO
Ingeniero Naval
'Tras tres meses desocupado te ofrecen un trabajo y, aunque sea en la otra punta del mundo, tienes que aceptarlo'
MIA
Ingeniera agrónoma
'Aunque el ritmo de trabajo es duro y tengo que madrugar mucho, por lo menos he tenido la oportunidad de trabajar de mi profesión'
Una experiencia personal (de la escritora de este artículo)
Cuando me canse no sé si vuelvo
Cuando hace 6 años, recién recibida, me fui a Río de Janeiro con una beca, pensé que podría volver a Galicia cuando se me antojase. 'Cuándo me canse, vuelvo', le repetía a mi madre para calmarla. Mi familia, a pesar de la inquietud de mandarme sola con 22 años desde mi pueblo de 15.000 habitantes a una megalópolis de 12 millones, pensaba que pronto volvería. Lo hice pero nunca por más de un mes. Hoy, después de Brasil y 4 años en Montevideo, ni ellos ven tan claro mi vuelta.
Emigrar con un trabajo, sólo con la incertidumbre de cómo será la ciudad dónde viviré, es un privilegio escaso. Instalarme y adaptarme en Montevideo, aunque lento, no fue tan difícil. En seguida me sentí parte y nunca me cuestionaron mi extranjería, más allá de algún poco feliz chiste de gallegos. Cuando llegué, en octubre de 2009, los gallegos de menos de 50 años éramos una especie rara y todos habíamos venido con trabajo/beca/estancia solucionados. Hoy no hay mes que no reciba un mail de un amigo o un ex compañero que me pregunte '¿y cómo está Uruguay? ¿se encuentra trabajo?'.
Hoy es más habitual escuchar gallegos, andaluces, castellanos, madrileños, canarios y otros tantos treintañeros que llegaron en el último año con algunos ahorros y a 'probar suerte'.
Si ahora quisiera volverme a Galicia ya no sería tan sencillo decirle a mi vieja 'no te preocupes, cuando me canse de Uruguay, vuelvo'.
Jacinta R. Trobo, gallega residente en Uruguay.
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