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jueves, 27 de abril de 2017

LA OPINION DE E. PAZ RADA: SIN INTEGRACION: DERROTA HISTORICA DE AMERICA LATINA

El reordenamiento geopolítico y geoeconómico mundial se acelera vertiginosamente con las crisis continuas en Europa, la pérdida de hegemonía económica y financiera de Estados Unidos de América, las nuevas potencias emergentes en el tablero internacional, la guerra de ocupación
permanente en Oriente Medio y la tendencia a la parálisis de la unidad e integración de América Latina, situación ésta que provocaría una derrota histórica y estratégica de la región, después de más de diez años de avances muy importantes bajo el impulso de gobiernos nacionalistas,antiimperialistas y socialistas inspirados por la gesta libertaria de Bolívar, Morazán y San Martín en el siglo XIX.


La confluencia de liderazgos decididos a impulsar la unidad de América Latina y el Caribe con la formación de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), el 2004, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), en 2008, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en 2010, y el fortalecimiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) con la incorporación de Venezuela, en 2012, fueron señales profundas de la posibilidad de que la región se convierta en un actor fundamental en el plano internacional.

Con un territorio de más de 22 millones de kilómetros cuadrados, 650 millones de habitantes, un Producto Bruto de 9 mil millones de dólares aproximadamente, con reservas principales de bosques, minerales  e hidrocarburos y fuentes de agua más importantes del planeta, América Latina y el Caribe representan un potencial económico y estratégico de altísimo nivel frente a otras regiones o potencias.

La Nación Continente fue concebida por Bolívar y enriquecida por José Martí en el siglo XIX, Manuel Ugarte, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, como Patria Grande o Indoamérica, o por Jorge Abelardo Ramos con su Historia de la Nación Latinoamericana, durante el
siglo XX y a principios del siglo XXI fueron los gobernantes Lula Da Silva de Brasil, Néstor Kirchner de Argentina, José Mujica de Uruguay, Rafael Correa de Ecuador, Fidel Castro de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia, entre otros, los que, liderados por el comandante Hugo Chávez de Venezuela, marcaron el camino de la unidad al margen del dominio de los Estados Unidos.

La Cumbre de Presidentes de las Américas, realizada en Mar del Plata en noviembre de 2005, rechazó, en presencia del Presidente de Estados Unidos, George Bush, el proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsado por la potencia del norte. Este rechazo fue acompañado por los movimientos sindicales, populares, campesinos, junto a personalidades e intelectuales del continente.

Esta impronta, en los últimos dos años, tuvo fuertes traspiés no sólo por la constante presión del imperialismo, sino por la dinámica política en los países más fuertes económica, diplomática y políticamente de la región. En Argentina en 2015 ganó las elecciones el empresario conservador y neoliberal Mauricio Macri y algunos meses después fue destituida, a través de un Golpe de Estado, la Presidenta Dilma Rousseff de Brasil, asumiendo la conducción el entonces Vicepresidente Michel
Temer, representante de poderosos intereses transnacionales y financieros y acusado de hechos de corrupción.

Es indudable que las dos potencias sudamericanas marcan los ritmos internacionales de la región y la dupla Macri-Temer han adoptado posiciones radicalmente diferentes a los anteriores gobiernos en lo que se refiere al posicionamiento unitario, defensivo y articulado de la región. Por una parte han prácticamente congelado los procesos de UNASUR y CELAC, por otra parte han desarrollado una artera ofensiva contra el gobierno y el pueblo de Venezuela al observar su participación como
miembro pleno de MERCOSUR y, finalmente, sobretodo el gobierno de Buenos Aires ha manifestado su interés en vincularse a la librecambista Alianza del Pacífico.

Sin embargo, existe una paradoja al respecto. Brasil, que durante los pasados últimos años avanzó en altos niveles de crecimiento, convirtiéndose en la octava economía mundial, propició la cooperación
Sur-Sur, es aún parte del acuerdo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), como potencia planetaria, e impulsó y encabezó la integración de América Latina y el Caribe, al dejar de incentivar la unidad regional pierde peso estratégico porque, teniendo peso continental, su importancia se diluye si se aísla y pierde influencia en su vecindario.

Al respecto, las Fuerzas Armadas de Brasil ya han manifestado su preocupación por este hecho y otros de la política interna y porque las políticas de Temer están poniendo a Brasil bajo el control del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el gobierno de Estados Unidos de América. El Jefe del Ejército, General Eduardo Días Da Costa, manifestó su preocupación: “somos un país que está a la deriva que no sabe lo que quiere y lo que debería ser”.

Por su parte, México, el otro país latinoamericano con una economía grande, se encuentra en un gran dilema: hasta ahora ha tenido una política de espaldas a sus vecinos de centro y Sud América y ha
privilegiado las relaciones comerciales liberales con Estados Unidos de América pero, con el nuevo gobierno en Washington está sufriendo humillación y maltrato, frente a lo cual ha mostrado indicios de buscar acercamientos con sus hermanos países latinoamericanos.

El ascenso de Donald Trump al poder de la Casa Blanca ha provocado un sismo económico, financiero y mediático por su agresiva posición antiinmigrantes, proteccionista y nacionalista, que ha generado un replanteamiento de la distribución del poder mundial, particularmente por las amenazas a China y la creación de un foco de conflicto en los mares de Japón y China, su distanciamiento de la Unión Europea y su cálculo de acercamiento a Rusia. En relación a los países de la región, en sus primeras declaraciones Trump se ha pronunciado agresivamente contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, aunque en las últimas semanas ha mantenido silencio al respecto.

El ascenso chino se ha convertido en la mayor amenaza económica y financiera para Estados Unidos de América, por la ampliación constante de sus negocios en los cinco continentes (incluyendo Norteamérica), por el reconocimiento de su hegemonía por parte de las demás potencias mundiales y por los acuerdos, incluidos los militares, que ha firmado con Brasil, México, Chile, Perú y Venezuela, entre otros de la región.

La actual construcción de un segundo canal interoceánico en Nicaragua con una multimillonaria inversión y el proyecto de tren que vincule el Atlántico y el Pacífico en Sudamérica son dos casos emblemáticos.




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