Un día, allá por los años 70, los futbolistas de Wanderers estaban sentados tomando mate en las instalaciones del Parque Alfredo Víctor Viera, donde se encuentra el estadio del club. De pronto apareció Washington Olivera estrenando un equipo deportivo de color negro. El golero Ruben Romano, alias “El Tarta”, lo miró y dijo: “Mi-mi-mirá lo que pa-pa-rece... un tra un tra-po sucio”. La risa fue general y el mote de “Trapo” le quedó para siempre a Olivera.
Olivera, puntero izquierdo, fue el autor en enero de 1975 de lo que muchos bohemios califican como el gol más importante en la historia del club. Sirvió para que Montevideo Wanderers le ganara a Nacional en la primera edición de la Liguilla y se clasificara junto a Peñarol a la Copa Libertadores. Hasta ese año ningún equipo de menor hinchada había participado del torneo continental.
Hoy Wanderers está de moda en el fútbol uruguayo, lidera la Tabla Anual a falta de 1 fecha para el final y el Trapo Olivera (61 años) reside en Osorno, Chile, donde tiene una tienda deportiva que se llama Trapo Deportes y además, trabaja junto a su hermano Jorge en una escuela de fútbol para niños.
“Aquel gol a Omar Garate -golero de Nacional- fue una de las mejores alegrías en mi carrera. Y lo increíble es que se lo hice al cuadro de mis amores”, reconoce el exfutbolista a El Observador.
Nacido en Maroñas y criado en el Cerrito de la Victoria (“cuna de grandes jugadores”), Olivera recorrió las divisiones juveniles en Nacional, donde debutó en Primera división “cuando el club vendió el equipo del 71”.
Eran tiempos difíciles. “La familia tenía una fábrica de escobas y había que ir al Mercado Modelo a las 2.30 de la madrugada para comprar paja y volver a armar. También trabajé en una zapatería en General Flores y Chimborazo. Entraba a las 6 de la mañana y de tarde salía con mi bolsito rumbo al entrenamiento”.
En 1972 el Profesor Omar Borrás lo llevó a Wanderers. El primer año a préstamo, después permaneció 5 años. “Era un club humilde, del que surgieron grandes jugadores. Recuerdo que jugábamos en el Parque Artigas de Las Piedras y comíamos en el Viera; se armaba una mesa con tablas y ahí le dábamos al pollo y a la ensalada”.
El sacrificio era parte del entrenamiento. “No era como hoy, cada uno de nosotros teníamos que acarrear con las vendas, los zapatos. No te daban un canastito con toda tu ropa como en Nacional. Las vacas eran bien flacas. En invierno corríamos al lado del Miguelete pese a las inclemencias del tiempo”.
En el club bohemio, además de compartir con grandes jugadores, como Juan Francisco Mulethaler, Vasconcellos, el "Loco" Ortiz, Richard Forlán, el "Chueco" Burgos y otros, también actuó junto al actual técnico de la selección nacional, el maestro Óscar W. Tabárez: “Un gran muchacho. Iba a entrenar con la túnica abajo del brazo”.
“Aquel equipo de Wanderers tenía una mezcla de jugadores jóvenes y otros con experiencia.
En el 75 Nacional se caía a pedazos porque no estaba bien, había jugadores que no rendían y logramos el éxito en mi pierna izquierda”.
En el encuentro decisivo el bohemio ganó 2-1, “fue una experiencia nueva para Wanderers, jugar la Libertadores”. En materia económica “no era mucho” pero “había que hacer de tripas corazón”. En 1976 con Pepe Etchegoyen como técnico hicimos una gran temporada”.
A Wanderers le debo “haber ido a la selección”.
En 1977 pasó al Puebla de México y dos años después defendió a Peñarol, donde jugó con Fernando Morena y Ruben Paz, entre otros. En 1980 desembarcó en Chile de casualidad.
Su destino era Colombia, “pero Chile estaba más cerca de Montevideo”.
Firmó en O’Higgings, un equipo que llegó a semifinales de la Copa Libertadores, y se graduó de ídolo eterno en Cobreloa. Conquistó el título chileno y fue dos veces finalista de la Copa. Luego jugó en Everton y Provincial Osorno.
Se retiró y el 14 de marzo de 1989 “me diplomé de entrenador”. Entre 1993 y 2000 vivió en Uruguay, pero “no se me abrieron las puertas. Dirigí las inferiores de Wanderers y a Oriental de La Paz. Pero no era lo que yo quería. Había un círculo para pocos y yo no entraba. Me tuve que volver a Chile porque si no me moría de hambre”.
Dirigió en Cobreloa, donde formó a Eduardo Vargas, entre otros tantos cracks. En esa época ya tenía en Chile el negocio de ropa deportiva, y ahora, junto a su hermano Jorge (también ex futbolista) regentea una escuela de fútbol. “Buscamos talentos de entre 12 a 15 años. Hay unos 80 niños preseleccionados y a fines de mayo vamos a hacer dos planteles. Es gratis para los niños y nuestra idea es conseguir espónsores después del Mundial”.
En 2007 regresó por unas horas a Uruguay porque falleció su padre. De aquel Wanderers mantiene contacto por Facebook con Mulethaler, que vive en Ecuador. “Estoy al tanto de lo que pasa en Uruguay. Acá en Osorno hay muchos uruguayos y a veces nos juntamos a comer un asado. Compramos la carne en la parrillada La Uruguaya, de Juan Araya, que está en Santiago. Y tomamos mate con yerba Sara”.
El libro
La vida de Washington Olivera será plasmada en un libro escrito por su sobrino Enzo Olivera, que también es periodista. Enzo recopiló datos sobre el exfutbolista y después del Mundial piensa publicarlos: “Lo que habla el libro es sobre sus vivencias en esta época, pero más anécdotas con jugadores de su época de jugador”, dijo Enzo en una entrevista que concedió a Chilevisión. El Trapo, además de lograr el gol más importante en la vida de Wanderers (foto) participó de las dos finales de América que Cobreloa perdió en 1981 con Flamengo y 1982 con Peñarol.
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