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jueves, 23 de mayo de 2013

MONTEVIDEO: VICTIMA DE SECUESTRO RELATA SU TERRIBLE PERIPECIA


'En todo momento pensé que me iban a matar porque nunca dejaron de apuntarme con un arma', relató Claudia Gómez, víctima de un secuestro exprés cometido por un adulto y un menor armados en el atardecer del martes 7 de mayo en la residencial zona de Pocitos.


Según el Ministerio del Interior, estos 2 delincuentes integraban uno de los dos grupos que cometió rapiñas y copamientos en el barrio Carrasco y fueron capturados el viernes 17 en la rambla y la avenida José Batlle y Ordóñez.

Al día siguiente, el delincuente adulto fue procesado con prisión y el menor internado en el INAU. La Policía considera que son los autores de dos rapiñas y dos secuestros exprés.

El padre del menor acusado, insólitamente denunció al Directorio del INAU ante el Juzgado de Adolescentes, alegando que su hijo delinquió junto con un adulto porque el organismo no le había otorgado un permiso para trabajar. Así que ahora si eres menor y no tenés un trabajo salis a robar y listo ! que futuro !

Ayer el presidente del INAU, Javier Salsamendi, declaró por esta causa en calidad de testigo en el Juzgado de Adolescentes

Salsamendi reconoció que hay un atraso considerable en los permisos de trabajo para menores porque el Instituto no cuenta con suficientes médicos laborales.

Miedo. Al anochecer del martes 7 Claudia Gómez vivió un infierno de dos horas y media. Hablaba por celular con un familiar en la esquina de Simón Bolívar y Rivera. De repente, un individuo le colocó un revólver en el cuello.

Del otro lado de la línea, un familiar escuchó que el sujeto decía: 'quietita, quietita o te mato'. Enseguida el familiar denunció el secuestro a la Policía. Un menor se sentó tras el volante de la camioneta Citroen. En el asiento trasero se sentó Claudia con el sujeto que no cesaba de apuntarle con el arma.

El vehículo se desplazó hacia la rambla de Pocitos y de ahí hasta las canteras del Parque Rodó. Allí uno de los secuestradores le revisó la cartera. Extrajo las tarjetas de crédito. Luego le pidieron la contraseña para poder extraer dinero.

Sin dejar de amenazarla con el revólver, los delincuentes se dirigieron a una estación de servicio ubicada en la rambla y Ejido. Allí el menor ingresó al cajero pero no pudo sacar dinero. Introducía la contraseña al revés pensando que Claudia lo había engañado.

El auto siguió por la rambla hasta llegar a otra estación de servicio. Allí tampoco lograron extraer dinero del cajero.

'Por favor, déjenme ir. Tengo dos hijas chicas', suplicó la mujer.

'Ya va, señora. Ya va. Hacemos un trabajito y la dejamos', respondía el menor desde el volante de la camioneta.

Pese a esta frase, el adolescente era más frío en el trato que el delincuente adulto. Desconfiaba que la rehén mentía cuando decía que no tenía mucho dinero en sus cuentas de crédito. El adulto, en cambio, se veía más tranquilo. Se limitaba a mostrarle el revólver calibre 22. En una oportunidad lo abrió para que viera que efectivamente estaba cargado.

'¿Usted tiene algún anillo que le voy a regalar a mi mamá?', preguntó el menor.

La mujer se sacó los dos anillos más baratos y los entregó al adolescente. El secuestrador adulto vio la escena y no quiso quedar atrás.

'¡Qué lindo reloj!', exclamó.

Claudia le preguntó si lo quería. El delincuente asintió. Como tenía un arma en la mano, le colocó el reloj en la otra muñeca. Después que lograron extraer el dinero en un cajero, la mujer les pidió que la dejaran libre y que se llevaran el auto. Los delincuentes le explicaron que tenían algunos "trabajitos" por hacer.

Claudia continuó con su estrategia: les preguntó sus nombres y les contó algo de su vida. 'Soy maestra en un instituto de enseñanza', dijo.

La camioneta Citroen se detuvo en un almacén de Capurro. Con aplomo, la víctima advirtió a los secuestradores que el almacén no tenía mucho dinero y que era muy probable que el comerciante tuviera un arma. 'Tiene razón la señora. Acá no robamos', dijo uno de los secuestradores.

Sin un plan, los delincuentes comenzaron a seguir autos con el propósito de chocarlos y robar a los dueños.

Claudia temía que los delincuentes se tirotearan con un comerciante o con la Policía porque nadie sabía que encima de la camioneta iba una rehén.

Sin embargo, los delincuentes intentaron cerrar el paso a un camión del gas. Claudia insistió y se dio un diálogo kafkiano: 'los repartidores del gas son hombres grandes acostumbrados a cargar pesos'.

Uno de los delincuentes replicó: 'yo tengo un `fierro` (revólver).
Claudia le dijo: 'ustedes son dos pero el `fierro` puede que no sirva'.

Los delincuentes desistieron. Continuaron siguiendo autos en búsqueda de una presa.

El menor le replicó a su cómplice: 'apurate que tengo hambre y me quiero drogar'.

En el barrio Pueblo Victoria rapiñaron a un delivery. Le robaron un casco, dinero y un chivito. Poco después rapiñaron a otro repartidor y fugaron en su moto. A dos semanas del secuestro, Claudia aún siente miedo y tiene pesadillas. El secuestro afectó a su entorno: ahora todos deben informar la hora de llegada y salida del lugar.
'Tengo pánico que me vuelva a pasar'.


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