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lunes, 14 de febrero de 2011

DELINCUENTES JUVENILES: ESTAS SON LAS CONSECUENCIAS DE DEJARLOS LIBRES

Gerard Delay (42) nunca volverá a su vida normal. Es una de las víctimas de una peligrosa banda juvenil que el año pasado asoló a Carrasco y Malvín. El disparo de uno de los delincuentes juveniles lo condenó a la parálisis casi total, por lo tanto a no tener ingresos y ahora busca como sobrevivir. Esto podría haberle pasado a cualquiera de nosotros y son la consecuencia de permitir a estos jóvenes delincuentes andar libres por las calles montevideanas.


La noche del 19 de septiembre de 2010 está fresca en la memoria para al menos medio centenar de personas. Muchos cenaban o tomaban un trago en la cervecería "Los Francesitos", en la rambla y San Marino, cuando dos adolescentes armados irrumpieron a los gritos.

Esa noche Gerard Delay atendía las mesas.

"Lo hacía más por darle una mano a sus padres en los días de más público", explicaría después su abogado. Gerard hacía su trabajo, entonces, cuando los dos chicos armados entraron en escena y le ordenaron a todo el mundo arrojarse al suelo.

En vez de acatar la orden, Gerard tuvo una reacción instintiva. Sin ser demasiado consciente de ello, avanzó un paso y levantó una mano, como si pretendiera frenar el ataque. El gesto fue interpretado como un movimiento hostil por los asaltantes.

"El loco vino de vivo a atropellarme y le tiré", confesó sin ambages el adolescente de 16 años apodado "El Chiquito", luego de ser capturado junto a su cómplice, otro adolescente de 17 apodado "El Rafa".

El disparo le atravesó un brazo, el pulmón y un fragmento del proyectil se alojó en la médula. La bala tenía una cruz en la punta, maniobra mediante la cual se logra que la cabeza del proyectil tenga mayor poder de expansión, al debilitarse el material y en contacto con su blanco aumenta el poder de destrucción.

Se las conoce como "balas dum-dum" y su uso está prohibido, incluso en enfrentamientos bélicos por la Convención de Ginebra. Gerard salvó su vida por poco. Pero lo que tiene por delante es un pronóstico médico sombrío.

Desde hace poco más de cinco meses permanece internado en el sanatorio del Banco de Seguros. Está paralizado. La única parte del cuerpo que puede mover es una mano, ni siquiera puede valerse por sí mismo para alimentarse.

"Nunca nos repusimos de esto, realmente no sabemos qué hacer, ni a quién acudir", dice Jaqueline Delay, hermana del herido que continúa trabajando en el establecimiento

Gerard está casado y es padre de dos hijos, uno de 16 y una niña de 6. Sobre él recaían los ingresos familiares. Aunque continúa recibiendo un sueldo del negocio, todos saben que su retorno a la vida laboral será imposible.

"Cuando vinieron a plantearme el caso, la primera idea fue la de buscar algún tipo de resarcimiento para Gerard. Pero para eso debíamos establecer si el Estado es responsable en alguna medida de lo ocurrido", dice el abogado Carlos Roselló, que representa a la familia.

Y finalmente el camino elegido fue la presentación de una "medida preparatoria" ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de 4° Turno, a cargo del magistrado Adolfo Fernández de la Vega.

"Por la información que conocemos, sabemos que Gerard fue herido por un menor que, aparentemente, era responsable de al menos una veintena de episodios similares", explica el abogado querellante.

"Pero como esto no nos consta, solicitamos que se nos diera acceso a los antecedentes de este menor, porque de algún modo tenemos que evaluar el grado de peligrosidad del mismo", dice.

Pero lo cierto es que la Suprema Corte de Justicia se opuso a esta posibilidad, "aduciendo que los antecedentes de un menor son reservados".

"Si hubo una responsabilidad del Estado, por ejemplo, tenemos entendido que este menor estaba fugado de un establecimiento de menores, y no podemos constatar que haya existido un estudio de su peligrosidad, recomendando tomar tales o cuales medidas, tampoco podremos avanzar por esta vía", reflexiona el abogado.

"Sabemos que hoy día se discute mucho acerca del tema de los antecedentes de los menores, no vamos a entrar en esa discusión, pero acá estamos ante un caso concreto en el que puede verse cómo influye en la vida de las personas", alega.

"De todos modos tenemos esperanzas de que el juez Fernández de la Vega, aún con el pronunciamiento de la Suprema Corte, resuelva a favor nuestro", concluye Roselló.

El magistrado cuenta aún con unos 10 días para expedirse sobre el punto.

Gerard Delay, en tanto, debe regresar a su casa. Y para ello necesita conseguir medios para movilizarse, una silla de ruedas, por ejemplo. Su abogado señaló que una silla adecuada a sus necesidades le costaría unos US$ 12.000.

"Pero además debería reacondicionar toda su casa para poder volver a vivir en ella, y eso supone invertir un dinero que sencillamente no tiene", señala el jurista.

Jorge Delay (76) tiene "Los Francesitos" desde hace más de tres décadas. En todo ese tiempo fue asaltado tres veces, en una de ellas él mismo fue blanco de un disparo. "Pero el peor fue este, por más que yo le digo a mi mujer: por lo menos lo tenemos vivo a Gerard", dice don Jorge.

El establecimiento ya es toda una institución. Tiene clientes que van a cenar desde hace años allí. Y también algunos turistas que llegan por recomendación, del "boca a boca".

Uno de los cambios más visibles en el restaurante es el guardia de seguridad que, desde aquella dramática noche, comenzó a custodiar la entrada. Los clientes, sobre todo los habituales, parecen ser los más agradecidos.

Para don Jorge es un signo del giro dramático que han dado los acontecimientos.

En estos últimos seis meses la familia debió dar un golpe de timón para sobrevivir.

"Y ahora nos preguntamos cómo seguir, porque ya nos dieron a entender en el Banco de Seguros que hasta allí pudieron hacerse cargo ellos", explica Delay.

Ni él ni su hija Jaqueline, junto a la que llevan ahora el negocio, tienen demasiadas esperanzas en conseguir alguna salida por la vía judicial. "Esto puede llevar años", comenta Jaqueline con resignación.

Gerard, por otra parte, tampoco podrá retomar su segunda ocupación, vinculada a la producción audiovisual. Una nueva vida, una que no buscó, es lo que ahora con su familia tiene por delante.

El padre: "Yo le digo a mi mujer que por lo menos lo tenemos vivo a nuestro hijo".

Eran dos fugados de la Berro

Luego de la serie de atracos el adolescente M.E.F.F., apodado "El Chiquito", y su cómplice R.R.G.V. (17), apodado "El Rafa", fueron capturados por la Policía casi un mes después de aquella noche en la cervecería.

Ambos habían fugado de la Colonia Berro, según la información que trascendió entonces y al regresar a las calles, en un período de dos meses habían realizado numerosas rapiñas y copamientos.

Una finca en la esquina de Deauville y General Santander fue copada por el dúo, otra en la esquina de Rivera y General Nariño, previo a haber robado un automóvil a punta de pistola, otra finca en Arquitecto Scasso y rambla O'Higgins, otra más en Villademoros y Timoteo Aparicio, así como otra en Almirante Harwood y Cooper fueron parte de la extensa lista de delitos.

Hasta el momento de su detención "El Chiquito" contaba ya con 21 anotaciones, es decir de registros de delitos cometidos como menor de edad.

La ola de atracos obligó a la Policía a fortalecer el patrullaje en las jurisdicciones de las seccionales 10ª y 14ª con el apoyo de otras unidades de la Jefatura y de la Dirección de Investigaciones. La intensa labor policial permitió la detención de los adolescentes sobre fines del mes de octubre.

Testimonio del padre del herido

"Yo estaba al lado de él (de su hijo) cuando entraron esos chiquilines con las armas apuntando y gritando, 'esto es un asalto, es un asalto'. Y mi hijo lo único que quiso decirles fue, miren, esto está lleno de chicos, quédense tranquilos y ahí fue que le tiraron", recuerda Jorge Delay seis meses más tarde.

Gerard es un hombre corpulento, que además practicaba artes marciales. "No los quiso ni tocar, de haber querido los hacía papilla", dice su padre.

Delay recuerda que el adolescente que disparó, más tarde se determinaría que fue el apodado "El Chiquito", apuntaba nerviosamente en todas direcciones. Dentro del local había alrededor de doce niños con las familias que estaban cenando. Cuando sonó el disparo todos quedaron paralizados, nadie atinó a moverse mientras los adolescentes escapaban con su botín.

Hasta cuando este gobierno y sus parlamentarios seguirán confundiendo ser de izquierda, con permitir que estos menores delincuentes tengan cancha libre para asesinarnos ?

Acaso no se dan cuenta que este tipo de personas son irrecuperables ? porque demuestran permanentemente una falta de valoración de la vida ajena que asusta y que los lleva a asesinar por el menor motivo, sin que se les altere el pulso y un cociente intelectual bajísimo, con lo cual su análisis de las circunstancias es totalmente primario y obran con consecuencias desastrosas.

El estado debiera dedicarse a rescatar como lo hace y bien, a los jóvenes que pueden serlo, que son la abrumadora mayoría y a encarcelar con seguridad a estos otros, que en el total son unos pocos y que son totalmente irrecuperables.

Fuente: El País

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