Pocos días antes de asumir la presidencia del Frente Amplio
y consultado por el diario El Observador acerca de si había recibido muchas
advertencias acerca del difícil trabajo que se le avecinaba, el Dr. Javier Miranda
respondió: "Hay algunos que me dicen eso. Pero ahí sí, contesto casi a
lo Les Luthiers: no me asusta el acertijo. No porque me crea un
fenómeno, sino porque me siento capaz de articular con todos los
sectores. Hay que tener cuidado de no caer en la vanidad pero no puedo
dejar de recordar que toda mi vida pública me he metido en bailes
complicados. Y, sin embargo, creo que tengo una visión pública de un
tipo razonable, dialogador, solvente, no soy un chanta ni un
oportunista".
Lo que no preveía Miranda en
aquellos últimos días de agosto del invierno pasado, era que las
circunstancias lo empujarían a asumir un papel complementario al de
presidente de la fuerza de izquierda y se convertiría, poco a poco, en
uno de los principales referentes de los opositores que quieren dialogar
con el gobierno de Tabaré Vázquez.
Pese a ser
hijo de un desaparecido durante la dictadura (1973-1985), Miranda
siempre se mantuvo alejado de ánimos revanchistas y ha urdido una muy
buena relación con sus adversarios, incluso desde antes de asumir el
cargo que ahora lo empuja a formalizar lo que antes era informal. Tras
asumir la presidencia de la coalición de izquierda, Miranda se encontró
con una dificultosa situación que es advertida tanto por los dirigentes
opositores como por los del oficialismo. Y esto tiene que ver con el rol
cada vez más prescindente del vicepresidente, Raúl Sendic, como nexo
entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento.
Esa tarea que, según coinciden
en ambas veredas, Sendic cumplió con ganas en los primeros seis meses
del gobierno de Vázquez, se fue diluyendo a medida que se convertía en
blanco de los opositores y también de sus propios compañeros. El
vicepresidente apenas sí concurre a las reuniones de los lunes de la
bancada de Senadores y su diálogo con Vázquez es más bien escaso.
Poco
a poco, y sin habérselo propuesto de antemano, Miranda empezó a cumplir
ese rol articulador que extrañaban propios y extraños y, por lo pronto,
fue el dirigente frenteamplista quien terminó de zurcir el acuerdo para
la próxima puesta en marcha del Código del Proceso Penal (CPP).
Integrantes
de la bancada parlamentaria del Partido Nacional dijeron a El
Observador que la falta de un referente claro en la relación con el
gobierno fue una de las razones por las que fracasó, por ejemplo, la
negociación para nombrar a Oscar Botinelli al frente de la Corte
Electoral.
Tanto oficialistas como opositores recuerdan que, cuando le tocó a Danilo Astori como vicepresidente
de
la República (2010-2015) actuar como nexo entre los legisladores y el
Poder Ejecutivo, cumplió ese papel hasta el último momento. Incluso lo
hizo en el período más duro del affaire Pluna, cuando la oposición lo
golpeaba sin piedad.
Miranda se reunió el
martes pasado con el presidente Vázquez para informarle, entre otras
cosas, que muchos dirigentes del Frente Amplio están molestos porque el
Ejecutivo envió el proyecto de
Rendición de Cuentas al Parlamento sin presentarlo antes a la fuerza política.
Miranda
intentará que estas reuniones sean todo lo habituales que pueda. Porque
amortiguar los habituales choques entre el Poder Ejecutivo y la fuerza
política es una tarea tan o más dificultosa que coordinar con blancos,
colorados o independientes.
En aquella
entrevista de finales de agosto del año pasado con El Observador,
Miranda había dicho que la polémica sobre el título de licenciado de
Sendic lo tenía "aburrido".
Sin embargo, a Miranda ya no parece quedarle tiempo para el hastío. A Sendic se lo señala ahora como responsable de haber usado en su beneficio la tarjeta corporativa de ANCAP
y el asunto está en manos del Tribunal de Ética del Frente Amplio. El
desgaste de Sendic le abrió la puerta al presidente del Frente Amplio
para ejercer un trabajo de zurcidor que no tenía previsto pero para el
que, acaso inconscientemente, se venía preparando. A Miranda podrá no
asustarle el acertijo. Pero los enigmas que le toca develar ahora ya no
son iguales a los que lo apremiaban en aquel otro invierno.
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