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lunes, 29 de septiembre de 2014

EL PAIS: ESTAMOS ARRIESGANDO EN URUGUAY LA CONVIVENCIA PACIFICA ?

El diario montevideano El País analiza en su página editorial el tema de las familias sirias que llegarán en próximos días al Uruguay, en caracter de refugiadas. Mäs allá de expresiones netamente políticas referidas al partido de gobierno y que hemos omitido, por no tener nada que ver con el tema en si mismo, realiza un planteo atendible en relación a dicha temática. Señala el periódico: Hay muchos rasgos que caracterizan al Uruguay, que van mucho más allá de sus planicies onduladas o la importancia de su producción agrícola ganadera. Una población de clase media mayormente educada y altos niveles de alfabetización, han sido otros rasgos que nos distinguían en el continente latinoamericano. Pero se podría poner en riesgo otra de nuestras ventajas. La de tener una sociedad homogénea, de pacífica convivencia, (excepto por el actual aumento de la delincuencia) carente de conflictos religiosos sectarios. Un elemento a destacar.



Felizmente, los horrendos enfrentamientos que hoy desangran a Medio Oriente y parte de África, hasta ahora nos resultaban completamente lejanos, a pesar de que los avances tecnológicos han creado una cercanía audiovisual que contribuye a que nadie pueda sentirse al margen o quedar indiferente. Pero resulta que debido a una actitud absolutamente contraria a lo que debe ser una política de Estado, analizada, conversada y consensuada con los demás partidos políticos, el presidente Mujica, por las suyas, optó por meter al Uruguay en un problema que no tenía.
El del Islam y todas sus complicaciones.

De repente un día, se supo que había decidido convidar a más de un centenar de refugiados sirios.
Y al mismo tiempo, a 6 presos sospechados de terrorismo, de la cárcel de Guantánamo.
Esta sí, que puede ser una herencia maldita que deja el actual gobierno.

Se dirá y con razón, que el Uruguay siempre ha tenido una política de apertura hacia los pedidos de asilo. También se resalta la generosidad de un gesto semejante y la solidaridad para con los refugiados. Ello está muy bien y se comparte esa postura humanitaria.

Pero si de abrirles los brazos se trata, a estos seres que han sufrido atrocidades, que han perdido hijos, padres, maridos, familiares y han debido abandonar su tierra, su vivienda, sus pertenencias, se podría haber tenido en cuenta que en esas mismas terribles condiciones, hay cientos de miles de perseguidos que son cristianos.

Tal como lo experimentó en carne propia el Papa Francisco al oír sus súplicas de relatos en su reciente viaje a Jordania. Entonces, aunque no sea el nuestro un gobierno confesional, pero en el entendido de que la religión mayoritaria de nuestro país es la católica y cristiana, ¿no habría sido más lógico que el gobierno, que el Dr. Javier Miranda, jefe de la delegación que viajó al Líbano, se hubiera preocupado por traer refugiados que practican una religión con muchos más puntos en común con los uruguayos?

En lugar de priorizar ese punto de vista mucho más sensato e igual de generoso, se ha anunciado la llegada de un conjunto de personas y niños que profesan el islamismo, que ya han hecho saber de su preocupación respecto de si podrán practicar su fe en nuestro territorio. Si las mujeres podrán ir con la cabeza cubierta, si el velo está permitido.

Al menos no se sabe que hayan preguntado sobre la aplicación de la sharía (ley musulmana) ni sobre otras reglas como la lapidación para la mujer adúltera, los latigazos como castigo o la ablación genital. Usanza que se practica en algunos grupos islámicos que recién tuvo una difusión internacional a partir del creciente número de niñas pertenecientes a la numerosa comunidad musulmana instalada en Francia, que llegaban para ser atendidas en los hospitales, a causa de las serias secuelas provocadas por estas mutilaciones.

Por supuesto que no todos los musulmanes son radicales y resultan conflictivos. De hecho, ya existe una pequeña colonia árabe en nuestra tierra, sobre todo en la zona del Chuy y en Rivera. Pero lo cierto es que para muchas naciones que los han acogido, se han convertido en un gran problema. No muestran un espíritu de integración con la sociedad que los recibe. Tienden a formar guetos donde la prédica reivindicatoria y militante de su religión y costumbres no exenta de fanatismo en ciertos círculos, es la tónica.

Fuente: El País

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