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martes, 29 de julio de 2014

LOS RUIDOS DEL BAR RODO

Hace 50 años, cuando se creó el Bar Rodó, era el clásico boliche donde los vecinos del barrio se acercaban a tomar un copetín al mediodía o un café a la tarde. En 2003, un español se lo vendió a Martín Razaboni, uno de los actuales dueños. Poco a poco, el bar fue transformándose en pub y los ruidos nocturnos empezaron a intensificarse.


Desde ese año empezó una pelea con Ignacio Stolkin, un vecino que vive justo enfrente del local desde 1988. "Es impresionante el ruido que hace, sobre todo cuando hay 50 o 60 personas", dijo al diario El País.

Stolkin se unió a otras diez personas que se sienten perturbadas por la contaminación sonora que, aducen, se extiende hasta las 4 o 5 de la mañana.

Otra de las vecinas que firmó una carta, y que vive en el primer piso del edificio que queda justo encima del local, afirmó que incluso cerrando las ventanas se escucha "fuertísimo" y "no se puede dormir". Otro aseguró que en una oportunidad tiraron baldes con agua hacia abajo para hacerlos callar.

Pero hay vecinos que están a favor: Ana, quien reside en el edificio San Francisco, contiguo al bar, entiende que es un "elemento de seguridad". "Podés venir a tu casa a cualquier hora. Es importante", aseguró.

LITIGIO

Hace diez años, cuando Stolkin hizo la primera denuncia, la Intendencia concurrió a su casa a medir el índice sonoro que generaba el ruido en su hogar. En esa oportunidad, sobrepasó los 39 decibeles, el límite nocturno que puede escucharse dentro de una vivienda, según la reglamentación local. Por eso tomó la resolución de quitar las mesas ubicadas fuera del recinto, que tiene unos 30 metros cuadrados.

Como contrapartida, los dueños del local colocaron unas barras afuera para que los clientes puedan colocar sus vasos. Los ruidos continuaron y Stolkin empezó a fastidiarse aún más. Tras las nuevas denuncias que firmó junto a otros diez vecinos, la Intendencia decidió quitar las barras.

Para terminar el conflicto, los dueños del bar le ofrecieron a los vecinos damnificados colocarles doble vidrio y aire acondicionado. Pero lo rechazaron. "Si yo acepto eso, me vuelvo cómplice de una infracción (...) Además, tengo derecho a abrir mis ventanas cuando hace calor", opinó Stolkin. "Es como chocar con una pared", replicó Razaboni.

El conflicto siguió. Stolkin llegó a grabar los ruidos con una cámara personal. En su computadora tiene una carpeta con 96 archivos, entre videos, resoluciones de la intendencia y cartas. A su casa fueron a medir con un sonómetro al menos diez veces, según confesó.

El fiscal civil Enrique Viana llegó a intimar a la comuna a que controle el bar por "contaminación sonora".

Lo hizo con nuevas mediciones y, tras tanta insistencia, el local fue clausurado a principios de 2013. Pero la historia estuvo lejos de terminarse: los dueños revocaron la resolución y el bar volvió a abrir bajo nuevas condiciones al mes y medio.

El local se comprometió a contratar a una persona para que controle que la gente "no se ponga a cantar", ni "levante la voz", contó Razaboni. También acotó sus días de trabajo: no trabajan ni domingo ni lunes, entre semana lo hacen de 20:00 a 2 de la mañana y jueves, viernes y sábado de 20:00 a 3:30. "Nos lo autoimpusimos para reducir molestias", señaló. Ambas medidas funcionan hasta hoy.
¿SOLUCIÓN?

Desde el Servicio de Instalaciones Mecánicas y Eléctricas de la Intendencia aseguraron a El País que hay actualmente unas 200 denuncias activas por ruidos molestos en Montevideo. En los casos donde el ruido proviene de la música o de la gente que está dentro de un boliche, han logrado finalizar el problema, contaron fuentes de esa dependencia.

"Es dificultoso cuando se trata de ruido social en la vía pública. Cuando se vincula a conductas, ahí realmente se complica", aseguraron.

Según opinó Razaboni, "no podés decirle a una persona que no esté parada en la vereda". Mientras tanto, Stolkin entiende que el local tiene 30 metros cuadrados y que lo que están defendiendo los dueños del local "no es el derecho al trabajo, sino al lucro". "Ellos tienen derecho a divertirse, pero yo tengo derecho a dormir", opinó.

Tras nuevas denuncias, el jueves pasado la Intendencia resolvió llevar a cabo nuevas mediciones para certificar si realmente hay ruidos excesivos. Será la enésima vez. La batalla por los ruidos en la esquina de Paullier y Gonzalo Ramírez parece no tener fin.

Fuente: El País


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