Los homicidios se han disparado y en lo que va del año se producen a un ritmo de más de uno por día. Ante las críticas, desde el gobierno preguntan retóricamente cómo se previene un homicidio y eso genera reacciones entre enojadas y burlonas porque, ya lo sabemos, los uruguayos somos expertos en todo tema que nos pongan por delante. ¿Cuál serían las respuestas posibles a esa pregunta?
Uno podría imaginarse que ese rapiñero que llegó hasta el comercio, un momento antes de disparar y convertirse en homicida, es sorprendido por la Policía que llega a tiempo y, como en las películas, lo baja de un disparo sin consecuencias para el resto.
O que el marido violento luego de la vigésima trompada a su esposa, antes de matarla y convertirse en homicida, se ve sorprendido por un vecino que venció el “no te metas” y salvó a la mujer.
O que en un rancho de la periferia dos narcos discuten por cuestiones de drogas y en el momento que se van a ir a las armas llega la brigada del orden y lo que iba a ser un ajuste de cuentas es un tiroteo entre buenos y malos.
¿Cómo se previene un homicidio? Las naciones que lograron bajarlos no pusieron un policía en la puerta de cada comercio, ni en el dormitorio de cada matrimonio conflictivo ni le cuidaron las espaldas a los narcos asesinados por sus propios colegas.
Uno de los caminos que siguieron fue por la vía de mantener encerrados a quienes tienen compulsión a la violencia extrema, es decir los mete presos. La Policía en Uruguay ha metido tanta gente presa que las cárceles no dan abasto. En 50 años la población de multiplicó por 20 y los presos por 700. Cualquiera que quiera criticar a la Policía que lo haga por otra cosa y no por no meter gente presa.
Para tener presos hay que construir las cárceles que no se construyeron en años anteriores y en eso está el gobierno, pero una cárcel no es más que una construcción donde encerrar gente. Una cosa es la cárcel y otra las políticas carcelarias. Para evitar que los homicidas vuelvan a matar cuando salgan, para prevenir próximos homicidios, hay que rehabilitarlos, pero ¿qué lugar ocupa este asunto en el debate de la seguridad? Primero está la ineficiencia policial, y la necesidad de encerrar a los niños delincuentes, y las leyes, y los jueces, y etc, etc. ¿Rehabilitarlos para que no lo vuelvan a hacer, para prevenir el próximo homicidio?, un asunto secundario.
Decir que la mayor tarea para evitar los homicidios no es una labor esencialmente policial puede sonar a excusa para quitarle responsabilidad a la Policía. Que suene a lo que suene. Rehabilitar a los delincuentes, tratar a los maridos, esposas, hijos violentos que matan a sus familias, y, por sobre todas las cosas, educar e integrar, parece el único camino a mano.
¿Qué lugar tiene la policía en que la mitad de los adolescentes no vaya a estudiar y esté en la calle y se codee con los narcos y vea plata fácil y de ahí a empezar a tranzar un paso?
¿Qué lugar le cabe a la Policía que un pibe haya entrado 19 veces al Inau y nunca lo hayan podido encaminar mínimamente?
¿Qué lugar le cabe a la Policía en la cultura de la marginalidad que se instaló en algunos barrios que se resisten cuando van a buscar a un homicida?
¿Qué lugar le cabe a la Policía en la escasa cultura de trabajo que hay en extendidos sectores de la población y que derivan en la asunción de formas de vida que los llevan a las fronteras de la violencia?
¿Qué lugar le cabe a la Policía en el fracaso de las políticas de rehabilitación de consumo de drogas y alcohol que alteran aún más a los violentos?
¿Cómo se previene un homicidio? Se escuchan ofertas.
Fuente: El Observador
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