La historia de Shila, una gata serval savannah, cruza de gato montés africano y gato doméstico, objeto de litigio entre su dueña y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), terminó con la muerte del animal, única en su especie en Uruguay. Shila murió el pasado 21 de diciembre 2013 por una oclusión intestinal, según se determinó en la autopsia que le practicó la veterinaria del zoológico de Durazno donde había sido trasladada en 2011 por orden del Departamento de Fauna del MGAP por considerarla un animal salvaje.
La razón fue la ingesta de un “objeto extraño”, de forma “córneo”, que no se pudo reconocer con exactitud. “No se sabe si es artificial, o un cascarudo grande, o una piedra. Estaba expuesta a que (el público) le diera cualquier cosa”, dijo al diario El Observador Horacio Soler, representante legal de la dueña, la ciudadana alemana Lula Jakomeit. El deceso se registró a las 17:00 horas.
La gata no presentó síntomas de envenenamiento, sino solo molestias e inquietud que comenzaron a manifestarse el día anterior. Soler calificó el episodio como una desgracia puesto que Shila estaba muy bien cuidada. “Estaba bien de piel, de color; tenía una dieta de pollo fresco”, relató. Aunque es cierto que las condiciones de encierro en un zoológico no eran las que tenía en su casa. Shila fue amamantada con mamadera, dormía en la cama de su dueña y, si hubiese vuelto a casa, la esperaba una jaula con calefacción por la que Jakomeit pagó US$ 6.000.
El apoderado recién se enteró de su muerte el 14 de enero. Del zoológico solo se le avisó al Departamento de Fauna. Soler viajó ayer a Durazno para ver el cuerpo de Shila –cosa que no pudo concretar– que está siendo conservado en un freezer y se entrevistó con el secretario general de la intendencia para que autorice su retiro.
Se le comunicó que debe presentar una nota por escrito para que la comuna, organismo que tenía la tutela de Shila, sea a su vez facultada por el MGAP. “Fauna ya no tiene nada que ver. Tienen que entregarles el cuerpo a sus deudos. Tienen que hacerlo como se entrega el cuerpo de un preso cuando muere a su familia. ¿Qué más quieren?”, increpó.
La esperanza de vida de un gato serval savannah puede alcanzar los 25 años. Shila murió a los 4 años y cuatro meses.
Esther Glock, allegada de Jakomeit, afirmó que “el MGAP es el artífice de la desgracia”. Y expresó: “Su muerte fue por burocracia”. Otro amigo, Alfredo La Rosa, completó: “Murió por desidia del zoológico”. Su jaula era de 4 metros por 3 metros, sin sombra, con techo de chapa y piso de cemento.
El representante indicó que el personal del zoológico sopesó la posibilidad de trasladar a Shila a Montevideo para que recibiera tratamiento de urgencia pero se desechó por falta de tiempo.
La dueña, de 64 años, enfrentó una acusación de contrabando de un animal considerado exótico y salvaje (en violación a la Ley 16.088 de animales feroces) y a una multa por US$ 2.000. Lo primero fue desestimado vía administrativa, pero el MGAP no adoptó, hasta ahora, ninguna resolución al respecto de la pena económica.
En marzo de 2010, una comitiva del Departamento de Fauna y seis funcionarios policiales visitaron a Jakomeit y le incautaron su mascota. De ahí en más le fue negada su devolución con el argumento de que se trataba de un animal salvaje.
Por la causa intervinieron varios senadores y diputados del Frente Amplio y Partido Nacional y les significó a las autoridades del MGAP un fuerte enfrentamiento con protectoras de animales a nivel internacional que denunciaban abuso.
El último intento de recuperar a Shila fue en setiembre de 2013 cuando Jakomeit le solicitó por vía formal al MGAP la restitución de su mascota con el compromiso de que se la llevaría para Alemania donde esta especie es considerada animal de compañía. Ante la negativa, Jakomeit vendió su chacra en el balneario de Salinas y marchó a su país.
Hasta ayer, Soler no había podido ubicar a la dueña de Shila para comunicarle la noticia. La mujer sufrió un desgate físico importante en estos años por múltiples ulceraciones en el estómago. “No quiere tener más vinculación con Uruguay”, contó.
El deseo de los pocos amigos que Jakomeit tiene en Uruguay –ella entiende muy poco español a pesar de que llegó al país en diciembre de 2009– es brindarle ahora “un entierro digno” a Shila en el terreno de una protectora de animales y, tal vez, colocar una placa, o incluso un monumento en su honor.
Shila tenía las orejas puntiagudas, una especie de joroba en el lomo y una piel atigrada, pero su rostro era de un gato común. Estaba categorizada como una serval F4, es decir, un vástago de cuarta generación de un serval africano, una raza exótica que se ha puesto de moda en el mundo. La escala va del F1 al F5. Un ejemplar F4 tiene menos del 16% de contenido genético del animal salvaje.
El criadero A1 Savannah Cats, presentado como el mejor del mundo en esta raza, vende gatos F1, con un contenido de serval del 53 %, por un valor de entre US$ 12.000 y US$ 35.000. Lula Jakomeit pagó US$ 3.900 por su gata. Pagó con cheque y la levantó en Miami. Shila, además de papeles que aseguran su pedigrí, tenía un chip injertado en el cuerpo con un número de validez internacional que se utiliza como mecanismo de control de tráfico de especies. En Europa y Estados Unidos de América los híbridos de esta raza son aceptados como animales de compañía desde el F1.
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