En el año 1991, Uruguay aprobó a nivel internacional la Convención de los derechos de los niños y los adolescentes. Luego, estuvo 15 años para convertirla en ley y cuando lo hizo el Parlamento cometió una de esas desprolijidades legislativas que obligó a cambiar la norma al poco tiempo. Esa es solo una señal de cuánto importan los jóvenes en este país que tiene la población más envejecida de la región. Una preocupación cargada de cinismo sobre el ya negro futuro de la juventud uruguaya
La preocupación por los jóvenes suele ser motivo de debate siempre en situaciones en los que son utilizados de excusa. Por ejemplo con la seguridad. La abrumadora mayoría de los delitos son cometidos por mayores, pero la delincuencia juvenil es la que nos quita el sueño. Nos preocupan cuando son delincuentes, antes, cómo llegaron hasta allí, si nacieron malditos o se convirtieron, es un asunto de segunda importancia.
Ahora, con la aprobación de la ley que regula la marihuana, un asunto que implica cuestiones sanitarias, de seguridad, sociales pero en torno a la cual todo el mundo tiene opiniones que parecen definitivas (viva la libertad de opinión) vuelve a aparecer la preocupación de qué ocurrirá con la juventud y donde irá esta a parar en un país que legaliza una droga.
Se entiende el revuelo de tan novedosa medida; ahora, la droga más brutal que nos está costando la vida de los más jóvenes, el alcohol, ocupa un lugar marginal en el debate público. El vínculo entre esta droga dura y los accidentes de tránsito, una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, también tiene una posición marginal al punto que no se sabe cuántos de estos murieron por la mezcla de alcohol y velocidad.
¿Qué será de los jóvenes con la marihuana liberada?, no se sabe. Lo que sí se sabe -si es que están tan preocupados por los jóvenes- es que 4 de cada 10 no terminan la Secundaria, que 3 de cada 10 alumnos de 15 años no tiene capacidades básicas, que 4 de cada 10 repite primero o segundo de liceo. Con porros o sin ellos, unos 6.000 estudiantes desertan cada año de un sistema que los desprecia.
¿Qué será de los jóvenes con la marihuana legalizada?, no se sabe. Sí se sabe que el embarazo adolescente no cede, que el desempleo entre los jóvenes triplica al de los adultos y que casi 3 de cada 10 entre 18 y 24 años no hace nada, con porro o sin él, no estudian ni trabajan.
Con este panorama 4 de cada 10 presos tienen entre 18 y 25 años. Y cada año 600 nuevos presos entran a las cárceles.
¿Quieren hablar del futuro de los jóvenes? Hablemos de que tienen menor cobertura de seguridad social e ingresos más bajos que los adultos y de que 4 de cada 10 niños que nacen en Uruguay lo hacen en hogares en situación de pobreza. Con el porro legal o prohibido, son altas las tasas de suicidio, ya no adolescente, sino en niños pequeños.
Qué será de la juventud es una buena pregunta; meter a la marihuana en ella es casi un acto de cinismo.
Fuente: El Observador
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