El gobernar es un desafío, tanto para la derecha como para la izquierda. La primera si algo tiene claro es como servir y preservar el sistema, el que los ha acunado, amamantado y hecho crecer nutriéndose de "la teta" del Estado. Están lejos los tiempos en que, para conseguir un teléfono de línea, había que llevar una "recomendación" del Senador, diputado era poco, para convencer y hacer aparecer el "borne", conexión indispensable para brindar el teléfono con las centrales mecánicas de que disponía ANTEL para las comunicaciones.
Un país, en lo esencial, estuvo postrado décadas otorgándole a los Partidos Tradicionales la administración y la gestión de los poderes públicos. Se premió con la redistribución de la Renta Nacional a la plaza financiera y otros buitres, especialistas en el despojo y el endeudamiento del país.
Los hombres públicos con cargos de responsabilidad cumplieron con el mandato de un modelo suicida para el país (como se comprobó con creces). Cuando el Frente gana el gobierno, debe cumplir el programa y resolver lo más acuciante que planteaba la gente: trabajo. Lo resolvimos en tiempo record, lo mismo el PBI y podríamos seguir y seguir.
Ahora bien, en líneas generales ¿quién duda que salvamos el examen? Sin embargo no estamos conformes,
a) Porque profundizar el proceso de cambios no es sólo un tema político, sino también, y esencialmente, cultural. La cultura de trabajo, de solidaridad, del deber, erradicar la mentalidad de "funcionario público" y pasar a la mentalidad de Servidor Público supone, es, un salto de calidad entre el derecho y el deber. Tenemos en este capítulo un desfasaje histórico que, si no se resuelve, compromete el proyecto de cambio. Attenti: es válida la misma medida para el aluvión de trabajadores de la industria privada; estoy en la línea del discurso de Richard Read el 1° de mayo. A su vez la izquierda necesita no El Baño del Papa, sino un Baño de Realismo Político - Ideológico, de que estamos administrando una derrota histórica de acumulación de fuerzas en el Mundo!
b) Porque nos encontramos con el desafío de la gestión, prácticamente sin experiencia de gobernar, excepto la de Tabaré Vázquez, y su equipo en la Intendencia de Montevideo, y buena parte de ellos/as fueron incorporados a la gestión del gobierno central. Más allá de imperfecciones, etc., se puede decir que se salvó con nota. ¿Esto nos conforma? No. Eso sí, nos alienta a luchar por la mejora de la gestión.
El proceso de selección y adjudicación de cargos y responsabilidades ¿ha sido ideal? No. Se estará o no de acuerdo, pero en política el que gana gobierna, y gobierna con su gente. Está la famosa anécdota de Luis Batí le con su secretario. Don Luis está fulano de tal; pregunta Don Luis ¿cuántos votos tiene?; 1.000; a ese lo atiendo yo.
¿Viejo Uruguay? No, la política; aquí, en Estados Unidos, en Inglaterra y en la Conchinchina es así. ¿Esto es conformismo? No, es realismo; el que dirige, orienta, manda, debe tener gente en quien confiar. Si es idóneo mucho mejor, ambas condiciones entrarían en el esquema de la perfección.
A la vez, hay que avanzar en la proporción que refleje la correlación de fuerzas, ya que se necesita respaldo parlamentario en las horas del dolor de muelas.
Hay cuadros que en el ejercicio del cargo se elevan, hay otros que reman y otros pueden no estar a la altura; la fuerza política en su gestión no puede devaluar su capital más valioso: los hombres y las mujeres que la integran, eso supone metodología de selección donde se tenga en cuenta la militancia, lo académico, la idoneidad, la firmeza y su historia, si se quiere ese es el cuadro ideal. Por ello hay que tender a una metodología de reciclaje, tratando de que en las acciones erróneas -producto de voluntarismos o apreciaciones apresuradas- no se sacrifique a la persona, ya que detrás de ella siempre hay un vínculo social, una relación de trabajo, una familia, compañeros de lucha.
La política es cruel es construcción, es idealismo, pero también es barro y lodo, deshumanizarla con decisiones erróneas ya es grave, pero mucho más lo es transformarla en una máquina de picar carne.
Como exclamó el Gólgota el que esté libre de culpas que tire la primera piedra.
Aquí, en el lodo y el barro, y en la gloria de construir algo nuevo, siempre estará la Biblia junto al calefón; para lo otro, para el juicio final, me remito a la novela de Umberto Eco El Nombre de la Rosa.
Fuente:Semanario Voces
No hay comentarios:
Publicar un comentario