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lunes, 24 de junio de 2013

INTERNET: CAMPO DE ESPIONAJE DE LAS POTENCIAS DEL PLANETA

Londres y Washington acumulan cada día de datos interceptados a través de las redes mundiales de fibra óptica, según The Guardian ello surge de los documentos que le entregó el ex empleado subcontratado de la CIA, Edward Snowden. Ambos países destinan en total a unos 550 especialistas a analizar la información.


Toda esta actividad es en principio legal, aunque se desarrolla a espaldas de la opinión pública y gracias a la flexible interpretación de leyes redactadas en una época en la que no se podía imaginar el espectacular avance tanto de las comunicaciones como de las herramientas informáticas a disposición de los servicios secretos para poder interceptarlas.

El diario ha accedido a varios documentos que describen los esfuerzos de los servicios secretos por adaptarse al fenomenal crecimiento del caudal de información que circula por Internet. La agencia central de comunicaciones británica (GCHQ) lanzó con ese objetivo dos programas, Mastering de Internet (MT) sobre cómo dominar Internet, y Explotación de las Telecomunicaciones Globales.

En síntesis, los británicos han aprovechado que gran parte de los cables de fibra óptica que conducen las telecomunicaciones globales pasan por su territorio. Y el GCHQ los ha interceptado con sofisticados programas informáticos con la ayuda de su homóloga estadounidense, la NSA. Los británicos se han esmerado tanto que ya son capaces de acumular más información que los estadounidenses.

Y dedican a 300 especialistas, frente a 250 estadounidenses, a analizar la acumulada. Según The Guardian, 'una innovación clave es la capacidad del GCHQ de interceptar y almacenar enormes volúmenes de datos obtenidos de los cables de fibra óptica durante hasta 30 días de manera que pueden ser cribados y analizados. Esta operación, conocida con el nombre clave de Tempora, ha estado funcionando desde hace unos 18 meses'.

En síntesis, miles de millones de llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, datos sobre visitas a Internet son acumulados.

'Esencialmente, tenemos la forma de seleccionar un pequeño número de agujas en un pajar. No miramos cada brizna de paja. Hay ciertos detonantes que te permiten descartar o no examinar muchos datos porque lo que buscas es una aguja. Si tiene usted la impresión de que estamos leyendo millones de emails, sepa que no lo estamos haciendo', señala una fuente secreta del Guardian.

'Los criterios son seguridad, terrorismo, crimen organizado. Y bienestar económico. La inmensa mayoría de los datos son descartados sin que ni siquiera los miremos. Simplemente,
no tenemos los recursos para ello, añade la fuente.

Según esa fuente, la información obtenida de esa manera ha permitido descubrir nuevas técnicas utilizadas por terroristas para eludir los rastreos de seguridad y ha ayudado a identificar a terroristas que planeaban atentados y se ha utilizado para combatir a redes de explotación de menores.

En concreto, las fuentes consultadas por el diario londinense aseguran que esa información ha permitido 'la detención y encarcelamiento de una célula en los Midlands que estaban planeando un ataque coordinado; la detención en Luton de cinco individuos que preparaban atentados y el arresto en Londres de tres personas que planeaban atentados antes de los Juegos Olímpicos'.

Según explica The Guardian, el GCHQ apoya la legalidad de los pinchazos a las redes de fibra óptica en la Ley de Servicios de Inteligencia de 1994, la misma en que se apoyaron para espiar a delegaciones extranjeras durante varias reuniones de los países del G-20 en territorio británico.

Uno de los documentos a los que ha accedido el diario describe la satisfacción de los británicos por los progresos de los últimos años. El texto subraya que hay ya 2.000 millones de usuarios de Internet en el mundo y más de 400 millones utilizan Facebook de forma habitual 'pero estamos empezando a dominar Internet y nuestras capacidades actuales son impresionantes'.

El informe enfatiza que Reino Unido tiene hoy en día el mayor acceso a Internet entre los llamados Cinco Ojos, los cinco países anglosajones que colaboran estrechamente en materia de inteligencia: Estados Unidos de América, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelandia.

Hay, sin embargo, una sombra al acecho. Los proveedores de Internet estadounidenses están empezando a trasladarse a países como India y Malasia, lo que significa que cada vez habrá menos tráfico por territorio británico. La NSA 'está comprando inmuebles en esos lugares', advierte el autor del informe. Y sugiere que los británicos hagan lo mismo.
El proyecto Tempora o 'la era dorada' del espionaje

Los documentos a los que ha tenido acceso el diario The Guardian indican que el espionaje británico pincha cables de fibra óptica, lo que le proporciona un gran acceso al tráfico de Internet que entra y sale del país.

Conocido como proyecto Tempora, permite almacenar grandes cantidades de información durante 30 días.

El año pasado, los británicos manejaban 600 millones de 'eventos telefónicos' al día y pincharon más de 200 cables. Tenían capacidad para procesar al menos 46 cables a la vez..

Cada cable transporta 10 gigabites por segundo. En teoría, podían proporcionar 21 petabites al día; el equivalente a enviar toda la información que contiene la Biblioteca Británica 192 veces al día, según el cálculo de The Guardian.

Los papeles sugieren que el espionaje británico manejó 39.000 piezas de información en un periodo de 24 horas, lo que a su juicio supone un paso 'vital para adaptarse a los avances rápidos en las industrias de telecomunicaciones'.

El espionaje de USA resaltó el éxito de la colaboración con los británicos, que generan 'una mayor capacidad de metadatos' que ellos mismos, según la información desvelada.

De todo lo que se ha conocido en los últimos días gracias a la audacia de un joven de 29 años con una cierta obsesión por el espionaje, hay algo que no es novedad: la privacidad ha desaparecido, somos constantemente objeto de la mirada de alguien. Ahora hemos sabido que entre esos muchos que nos observan está el Gobierno de Estados Unidos, lo cual tampoco es exactamente una gran sorpresa.

USA es la mayor potencia económica y militar del mundo. Tiene intereses planetarios y tropas y bases en los cinco continentes. Es el objetivo declarado número uno del terrorismo internacional, que le demostró sus intenciones y recursos el 11 de septiembre de 2001.
Ha sido blanco de numerosos ataques cibernéticos de parte de su gran rival en el mundo, China.

Es el país donde se inventó Internet y en el que han nacido y residen Google, Microsoft, Facebook, Apple, Twitter y otras marcas de menos renombre que dominan la actividad en la Red. Tiene, por tanto, los motivos y los medios. Que el Gobierno de EE UU, en colaboración más o menos voluntaria con las empresas de USA que poseen toda la información existente en Internet, haya accedido a esos datos con el propósito de localizar a sus enemigos, puede ser cualquier cosa menos una sorpresa.

Tampoco es un una ilegalidad, puesto que el Gobierno se proveyó de todas las autorizaciones parlamentarias y judiciales que eran pertinentes. Sí puede ser una inmoralidad y un atropello de las libertades públicas, algo en lo que las autoridades de todos los países incurren frecuentemente con la ley en la mano.

Pero el juicio de esa actitud puede producir resultados distintos si se observa desde el concepto liberal e individualista, en cuyo caso el veredicto sería severo, o desde una idea más estatista sobre el papel del Gobierno, que podría dictar una sentencia más benevolente.

¿Qué es lo que está en juego en el caso que el joven Edward Snowden ha puesto sobre la mesa? ¿Qué es lo que realmente ha sacado a relucir y qué debate ha desencadenado eso? ¿Debe preocuparle a los ciudadanos ser espiados? ¿Por qué? En USA, la opinión pública parece decantarse a favor de permitir ciertas incursiones del Gobierno en su privacidad, si eso ayuda a mejorar su seguridad, lo que responde a la lógica de que una mayoría de población cuyo comportamiento es intachable no tiene en principio ningún temor a que revisen su vida. Pero, por supuesto, no se trata de eso. Se trata de cuáles son los límites del Estado y qué pueden hacer las personas corrientes para protegerse.

Edward Snowden, un contratista privado al servicio de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entregó a The Guardian, primero, y después a The Washington Post dos documentos que recogían otros tantos programas secretos de espionaje del Gobierno de USA, uno para el registro de los números de teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en USA y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos, chats, fotos y otro material intercambiable en Internet entre ciudadanos extranjeros y fuera de territorio de USA.

De acuerdo a las autoridades usamericanas, ambos son programas son muy valiosos, han permitido en el pasado abortar decenas de intentos de ataques terroristas y su revelación constituye un gran perjuicio para USA. De acuerdo a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que ha presentado una demanda contra el Gobierno, es una violación de la Constitución. El presidente Barack Obama los defendió diciendo que, en el mundo actual, 'no se puede tener el 100% de privacidad y el 100 % de seguridad'.

Esos programas representan, dijo, una mínima molestia que los norteamericanos pueden permitirse en aras de dormir más tranquilos.

Ahí es donde está el meollo de la cuestión. ¿Dormimos más tranquilos sabiendo que el ojo del Gran Hermano orwelliano vigila? Tal vez sí o tal vez no, pero, en todo caso, la única alternativa es permanecer despiertos.

Para analizar el impacto y las consecuencias de los papeles de Snowden es necesario inscribirlos en el tiempo en que se han producido. Así como los papeles del Pentágono cayeron sobre una población horrorizada con la guerra y el Watergate aterrizó en un país asqueado de las marrullerías de la política, los papeles de Snowden encuentran a una sociedad adormecida por los encantos ilimitados de las nuevas tecnologías.

Hoy la privacidad es objeto de ataque constante e impune. Cuando se entra en un banco, uno es observado por una cámara tras la que hay un agente de seguridad; cuando se sube al metro o se accede a un aeropuerto, todos somos, igualmente, filmados y registrados. Simplemente paseando por la calle podemos ser grabados y, posteriormente, nuestra imagen puede ser contemplada por un funcionario, que, aburrido, podría llegar a entretenerse con algunos detalles de nuestro físico. Hay cámaras en los más diversos escenarios públicos y privados, desde un teatro a un taxi, y a nadie parece importarle mucho.

Esa realidad adquiere una proporción desmesurada cuando se traslada al campo de Internet. Nuestros mensajes, nuestras fotos de cumpleaños, cualquier indiscreción personal, incluso nuestros más íntimos pensamientos ofrecidos al amigo o la persona amada están almacenados en algún lugar de lo que, muy gráficamente, se llama 'la nube'. Será una nube, pero no es un limbo. Empresas concretas y personas precisas tienen acceso a esa información, la procesan y, eventualmente, la usan con motivos comerciales.

¿Cuál es la diferencia de que la use el Gobierno con motivos más nobles, como la seguridad? En primer lugar, es necesario recordar que el programa Prisma no afecta, al menos en lo que se sabe, a ciudadanos usamericanos o que residan en USA. Por lo demás, el espionaje es una actividad tan antigua como el propio ser humano. En otros tiempos se hacía con rudimentarias antenas parabólicas y micrófonos ocultos en un jarrón. Hoy basta un ordenador.

Los países se espían unos a los otros, y espían a sus propios ciudadanos, sus finanzas y movimientos sospechosos. Cuando ese espionaje produce resultados satisfactorios, que es relativamente frecuente –piensen, en cada país, en la cantidad de indeseables detectados en los últimos años por el seguimiento de sus cuentas bancarias o sus llamadas telefónicas–, nos alegramos todos. ¡Cuántos inocentes no habrán sido espiados hasta llegar a los verdaderos culpables! Pero, al mismo tiempo, cuando nos queda constancia de que ese espionaje existe, nos horrorizamos. Y ese horror se produce, no tanto por el espionaje en sí, sino por su carácter secreto.

Lo secreto nos asusta y, con razón, nos alarma. El secreto protege la actuación legítima de un agente del bien, pero también tapa el abuso de un funcionario inescrupuloso. El secreto deja a los ciudadanos inertes ante el Gobierno, que queda como la única autoridad para decidir qué hacer en cada situación. El secreto es, obviamente, el caldo de cultivo del autoritarismo.

Cualquiera puede entender que los gobernantes tengan que actuar en secreto en ocasiones. A nadie se le ocurre que la CIA debiera haber ido informando al Congreso sobre sus pasos en la localización de Osama bin Laden. Pero el secreto no se justifica siempre ni con tanta frecuencia como las autoridades desearían. Probablemente, no se justifica en los papeles de Snowden. No se aprecia a primera vista qué dicen esos papeles que los terroristas no dieran ya por supuesto. ¿A alguien se le ocurre que Al Qaeda se comunicaba por correo electrónico sin sospechar en absoluto que pudiera ser leídos por los servicios de espionaje?

Así pues, el problema de fondo detectado gracias a los papeles de Snowden es el del insuficiente control de la intromisión del Gobierno en las vidas privadas de los ciudadanos. No el ataque en sí a una privacidad que ya no existe, ni el hecho mismo de que EE UU, como le corresponde, espíe para protegerse, sino la preocupación por la extensión de ese espionaje debido a la falta de control democrático. El Congreso era informado, pero en secreto.

Un juez firmaba la autorización para ese espionaje, pero era el juez de un tribunal secreto –creado en 1978 y conocido por las siglas de FISA- que en último año aprobó todas, absolutamente todas, las solicitudes de intervención presentadas por los responsables de seguridad. A todas luces parecen garantías escasas para una recolección tan masiva de datos.

El último ángulo controvertido de esta historia es el del papel de las empresas de Internet, que ahora tratan de limpiar su imagen. Este sábado, Facebook dijo que en 2012 había recibido alrededor de 10.000 peticiones de distintos niveles del Gobierno para acceder a cuentas de sus clientes. Microsoft informó de haber recibido entre 6.000 y 7.000 reclamaciones similares. Difícil resistirse a esas peticiones, que iban firmadas por el correspondiente juez de FISA. Pero esas empresas y otras grandes de Internet que esta semana hicieron públicas reclamaciones de más transparencia, se deben también a sus clientes, con los que se han comprometido a no desvelar sus datos privados.

De nuevo, nos encontramos ante un dilema muy propio de este tiempo y dificilísimo de resolver. La tensión entre el interés público y el espacio privado existe desde que las personas conviven. En nombre de atender el bien de la mayoría se han cometido grandes gestas y tropelías a lo largo de la historia de la humanidad. Los papeles de Snowden prueban que la tentación de actuar por encima del conocimiento de los ciudadanos, aunque sea en su propio favor, no solo no ha desparecido sino que se ha incrementado y hecho más peligrosa en la era de Internet.

Bruselas ha recibido hoy las primeras explicaciones concretas de Estados Unidos de América respecto a la red de espionaje orquestada por el Gobierno. El fiscal general yanqui, Eric Holder, ha asegurado a la vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de Justicia, Viviane Reding, que los registros se han limitado a casos concretos y bajo orden judicial. Sin dar credibilidad absoluta a las palabras de Holder, Reding ha dicho en público: 'El concepto de seguridad nacional no significa que todo vale. Los Estados no tienen un derecho ilimitado de vigilancia secreta'.

El encuentro bilateral mantenido esta mañana en Dublín ha sido 'el principio de un diálogo” que debe continuar para resolver las dudas que Reding mantiene respecto a cómo Estados Unidos ha espiado a ciudadanos extranjeros y, más concretamente, cómo el programa ha afectado a los europeos. Porque la seguridad no puede defenderse “a expensas de los europeos'.

En la misma mesa de Reding, y mucho más comedido, Holder ha justificado una vez más los programas de vigilancia: no permiten registrar el contenido de las comunicaciones y solo se autorizan cuando hay sospechas claras vinculadas a amenazas terroristas.

La reunión programada desde hacía mucho tiempo, venía precedida por la tensión que ha generado estos días en las instituciones europeas saber que el programa de seguimiento de datos Prism estaba dirigido principalmente a ciudadanos no estadounidenses. Reding aprovechó para airear el principal punto de fricción entre Europa y Estados Unidos respecto a la protección de datos personales: las diferencias de trato a europeos y yanquis.

'Un acuerdo significativo [sobre protección de datos] debe asegurar un tratamiento idéntico a los ciudadanos europeos y estadounidenses', recalcó. La comisaria se queja desde hace años de que un estadounidense que considere violado su derecho a la privacidad puede reclamar ante instancias europeas, mientras que un europeo en las mismas circunstancias no puede hacer lo mismo en Estados Unidos. Y ese escollo tiene empantanado desde 2011 un acuerdo global de intercambio de datos entre las dos potencias.

Al igual que hizo en la carta que envió al fiscal general estadounidense previa al encuentro de hoy, Reding terminó su discurso con una amenaza velada. Para la responsable europea de Justicia, la capacidad para cerrar ese acuerdo 'será esencial para negociar el acuerdo comercial', una cuestión clave para facilitar los intercambios de bienes y servicios entre los dos bloques.

Amenaza velada de Bruselas a Washington por el caso de espionaje masivo de datos. La comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, ha querido dejar las cosas claras al fiscal general estadounidense, Eric Holder. Reding ha enviado una carta inusualmente dura a Holder para pedir explicaciones sobre el espionaje orquestado desde el Gobierno de Barack Obama y advertirle de que el asunto puede afectar gravemente a las relaciones entre la Unión y Estados Unidos, en plenas negociaciones por el tratado de libre comercio entre las dos potencias.

La responsable de Justicia europea, que viajará el jueves a Dublín para participar en el encuentro bilateral entre las dos potencias, envió el pasado lunes una carta de dos folios y medio al fiscal general en la que exige explicaciones detalladas por este escándalo. Y deja para el final la advertencia más contundente: '¡Dada la gravedad de la situación y la seria preocupación que ha expresado la opinión pública a este lado del Atlántico, entenderá usted que espere respuestas rápidas y concretas el viernes. La Comisión Europea rinde cuentas ante el Parlamento Europeo, que probablemente evaluará toda la relación transatlántica a la luz de sus respuestas', concluye la misiva.

La luxemburguesa Reding avisa así a USA de que la representación más directa de los ciudadanos en las instituciones comunitarias, el Europarlamento, puede querer revisar todos los acuerdos de cooperación que existen entre ambas partes y que benefician en gran medida a USA. No es una fórmula habitual en Bruselas, poco dada a las guerras comerciales y las amenazas.

Un portavoz del presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, advirtió el jueves de que todo el arco parlamentario, incluidos los conservadores, ha mostrado un inusual grado de dureza en los últimos debates con la postura de Washington. 'Hay dos dossieres que están en peligro: el tratado de libre comercio entre la UE y USA y la propuesta de protección de datos reforzada, que implica intercambio de datos con los norteamericanos y puede generar grandes recelos si no hay explicaciones convincentes en Washington', según el portavoz.

Los países comunitarios ya entregan, por ejemplo, información sobre movimientos de capitales y sobre pasajeros aéreos de todos los vuelos que tengan como origen o destino USA. Se da la paradoja de que los 27 aún no comparten esa información entre sí —llevan meses intentando sacar adelante esta regulación— pero sí se la suministran a Washington con el objetivo de luchar contra el terrorismo.

Antes de lanzar esa amenaza, Reding —que suele plantear los asuntos de forma clara, alejada del eufemístico lenguaje comunitario— muestra inquietud por las 'adversas consecuencias [del programa de vigilancia de datos] para los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos”. La comisaria recuerda a Holder que hace un año los dos coincidieron en la necesidad de ofrecer a los ciudadanos “un alto nivel de protección para su privacidad'.

Los paños calientes han corrido a cargo de España y Francia. Los ministros de Exteriores de esos dos países, José Manuel García-Margallo y Laurent Fabius, pidieron 'prudencia' para que las relaciones entre las dos potencias no descarrilen en un momento clave. Frente a ese llamamiento, Reding dejó clara la postura de Bruselas: subrayó que el acceso directo de las fuerzas de seguridad estadounidenses a los datos personales de ciudadanos europeos almacenados en servidores de compañías estadounidenses 'deben quedar excluidos salvo en situaciones concretas, excepcionales y revisables judicialmente'. Lejos de quedar en generalidades, Reding presentó una lista con 7 preguntas que exigen respuesta de Holder.

Lo primero que le interesa a la comisaria es saber si el programa de espionaje afecta principalmente a ciudadanos que no sean estadounidenses y, en concreto, a europeos. Además, pregunta si el acceso a esos datos personales se limita a casos concretos y cuáles son los criterios empleados para el seguimiento. E inquiere sobre el caso contrario: si la información se recoge de forma masiva, 'sin justificación relativa a casos concretos' y si esas prácticas son regulares u ocasionales.

En cuanto a los objetivos, la titular de Justicia pide aclaraciones sobre si se utiliza con fines de seguridad nacional, de inteligencia relacionada con el exterior y cómo se definen ambos conceptos. Y le pregunta qué vías administrativas o judiciales tienen a su alcance las empresas en Europa o USA para el acceso, la recogida y el procesamiento de datos bajo programas como el de vigilancia de datos.

Casi de forma retórica —porque conoce la respuesta— le pide información sobre los procedimientos por los que un ciudadano europeo puede informarse de si está afectados por alguno de estos programas de espionaje. Más claramente, le pide una comparación entre los procedimientos disponibles para los yanquis y los residentes (aunque no sean yanquis).

El trasfondo de esas preguntas es el profundo malestar que la UE lleva tiempo arrastrando sobre las diferencias de trato a los europeos en USA respecto a lo que sucede con los yanquis en territorio comunitario. Uno de los elementos que paralizan el acuerdo global de protección de datos que negocian desde 2011 las dos potencias reside en que un usamericano puede recurrir ante las autoridades europeas si siente que su información personal ha sido violada y, en cambio, un europeo no puede hacer lo mismo en USA.

La gota que colma el vaso son esas informaciones que señalan que la Agencia Nacional de Seguridad yanqui tiene acceso a los registros de llamadas de Verizon, At&T y Sprint, las mayores teleoperadoras norteamericanas, y que entre 2007 y 2011 las webs de Microsoft, Google, Yahoo!, Facebook, YouTube, Skype, AOL y Apple se integraron en un programa secreto que ha sido defendido por el presidente Barack Obama.

Los servicios de inteligencia británicos, que contaban con la autorización expresa del Gobierno, interceptaron llamadas telefónicas de móviles y correos electrónicos de numerosos asistentes a cumbres del G-20 que se celebraron en 2009 en Reino Unido porque los británicos ostentaban la presidencia del G-8. La información, publicada por el diario The Guardian en su página web, viene detallada en documentos que el diario ha conseguido a través de Edward Snowden, que días atrás reveló el escándalo del espionaje de Estados Unidos en Internet.

Los británicos no solo rompieron las barreras de seguridad de los teléfonos móviles BlackBerry para controlar sus llamadas telefónicas y correos electrónicos, sino que pusieron en marcha Internet cafés programados para interceptar los correos y las claves de acceso para espiar a los delegados que asistían a esas reuniones, suministrando en vivo información privilegiada a 45 analistas que la hacían llegar de inmediato a los negociadores del Gobierno de Su Majestad.

La publicación de la información coincide con la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno del G-8 que se celebra este lunes y el martes en Irlanda del Norte coincidiendo de nuevo con la presidencia británica. Aunque en aquellos tiempos el primer ministro era el laborista Gordon Brown, la sin duda intencionada publicación de estos papeles en vísperas de ese encuentro de altísimo nivel en tierras británicas va a poner en serios apuros a su sucesor, el conservador David Cameron. Entre otras razones porque Londres ya se había visto alcanzada de lleno por los documentos entregados por Snowden a The Guardian, que revelan que el espionaje británico se ha aprovechado durante años del programa Prisma elaborado por la CIA para espiar en el extranjero.

Aunque las autoridades británicas no han confirmado ni desmentido el acceso de sus servicios de inteligencia a Prisma y aseguran que estos han actuado siempre de forma legal, sigue habiendo serias dudas sobre hasta qué punto la inteligencia de GRan Bretaña ha respetado no solo la letra de la ley, sino el espíritu. La decisión final está en manos de la investigación que llevará a cabo la Comisión de Inteligencia y Seguridad de los Comunes, aunque es muy probable que solo se conozca su dictamen final pero no el detalle de sus averiguaciones, que se realizan muy a menudo a puerta cerrada.

Documentos yanquis a los que ha accedido el diario revelan que el ministro de Finanzas turco, Mehmet Simsek, y una quincena de delegados de ese país están entre los políticos y funcionarios espiados, en ese caso con ocasión de una cumbre de ministros de Finanzas en la que los países intentaban ponerse de acuerdo para afrontar la crisis financiera internacional

El objetivo del espionaje era conocer en tiempo real las posiciones de las delegaciones.
Con esa información, que se hacía llegar de inmediato a la delegación británica, esta jugaba así con ventaja para poder maniobrar de acuerdo con sus intereses con vistas al acuerdo final. 'En una situación en vivo como esa, la inteligencia recibida puede usarse para influir sobre los acontecimientos que han ocurrido sobre el terreno minutos u horas antes. Eso significa que no es suficiente como fuente la transcripción posterior de llamadas telefónicas; el soplo en tiempo real es esencial', señala uno de los documentos.

Otra de las delegaciones espiadas con éxito fue la de Turquía. Sin embargo, la inteligencia británica no consiguió descifrar el contenido de las llamadas que habían grabado al presidente ruso en aquel momento, Dimitri Medvédev, interceptadas cuando viajaban vía satélite entre Gran Bretaña y Moscú.

Los documentos sugieren que el Gobierno laborista de la época, con Gordon Brown de primer ministro y David Miliband al frente de Exteriores, estuvieron al corriente de los preparativos de la operación. Un memorándum de enero de 2009 describe los consejos que funcionarios del centro británico de escuchas, el GCHQ, le dieron a su director antes de una reunión de este con Miliband con vistas a la cumbre de jefes de Estado del G-20 del 2 de abril de aquel año.

'El objetivo del GCHQ es asegurar que toda la inteligencia relevante para el Gobierno de Su Majestad para lograr los objetivos que busca en la presidencia del G-20 llegue a los clientes en el momento adecuado y de tal forma que les permita hacer completo uso de ella', señala el texto.

El diario londinense subraya que de acuerdo con material al que han tenido acceso, los ataques han sido tanto a teléfonos como a ordenadores y se han realizado en diversas ocasiones. Uno de los documentos señala en concreto que la táctica utilizada en esta operación 'se ha utilizado mucho en recientes conferencias en Reino Unido, como por ejemplo en el G-20'.

'Esa táctica', señala el diario, 'que es identificada con un nombre-código que The Guardian no va a revelar, es definida en un glosario interno como ‘una activa recopilación contra una cuenta de correo electrónico que adquiere mensajes de correo sin eliminarlo del servidor remoto’. Una presentación en transparencias de PowerPoint explica que eso significa ‘leer los correos de la gente antes o al mismo tiempo que se hacen'.

Ese mismo documento explica cómo se han puesto en marcha Internet cafés para atraer a ellos a los delegados y conseguir así acceder a sus códigos de entrada, lo que ha permitido a los servicios secretos obtener información para 'diseñar opciones contra ellos antes de que acabe la conferencia'.

Fuente: El Páis M.

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