Los habitantes de Yarumal creyeron, durante años, que se trataba de un embrujo. Los enfermos pensaban que les había caído una maldición que les condenaba a olvidar y, al fallecer, los sacerdotes registraban la causa de su muerte como "reblandecimiento de cerebro". Por estas regiones de Antioquia, en el noroeste de Colombia, nadie sabía qué era el
alzhéimer. Lo que compartían miles de habitantes del pueblo, esa pérdida de la memoria en cuanto cumplían los 40 años, la falta de movilidad y el deterioro mental, la llamaban “una enfermedad puesta”. Para ellos, era un castigo.