La castaña, un manjar, un alimento de lujo. Al menos es lo que marca el precio. Hasta a 8 euros el kilo se pueden encontrar estos días en los mercados, justo ahora que está acabando la campaña de recogida. En los próximos días no se descarta que suban su cotización. Aquí en España, además, tenemos un género privilegiado. Desde Huelva hasta Orense, pasando por Extremadura y Castilla, es toda la franja este del país, de norte a sur, donde prolifera este cultivo. Y en todas esas zonas se ha consolidado el robo de este fruto, igual que se roban olivas en los campos de Jaén. Los productores de castaña están expuestos a bandas organizadas que les despluman sus campos impunemente de este oro pardo que cada vez está más cotizado.
Hasta tal punto ha llegado la problemática, que el Grupo ROCA de la Guardia Civil (cuerpo especial creado en 2013 para combatir los robos en el campo) ha recomendado a los agricultores extremeños que se coordinen para llevar a cabo turnos de vigilancia de la fincas. Especialmente en el norte de Cáceres, como la comarca natural del Valle del Jerte. El icónico enclave extremeño, cuya estampa primaveral con los cerezos en flor es una de las fotografías más espectaculares de los parajes españoles, es también una zona azotada por los ladrones.
Por si fuese poco, los productores de castañas también tienen que lidiar con la dureza de los mercados. Entre intermediarios y presiones de las grandes superficies, el producto se lo siguen pagando demasiado barato. Los hasta 8 euros por kilo antes mencionados son el precio de venta al público, al consumidor final. Pero a los agricultores a duras penas les pagan 1,50 euros el kilo. Eso haciendo la ponderación, porque cada castaña tiene un precio en función de su calibre. Las grandes se pagan bien. Pero las más pequeñas llegan a estar valoradas en unos irrisorios 10 céntimos el kilo.
De rodillas, niebla y frío
Es duro echarse al monte en Cáceres los últimos días de noviembre. La niebla lo cubre todo y este año raro es el día que no llueve. Pero hay que salir, que se acaba la campaña de castañas. De rodillas y pasando frío en mitad del monte. Así transcurre la jornada de un productor de castañicultor. Recogiendo unas bolas de color ocre recubiertas de pinchos que se esparcen por los campos. El envoltorio natural de este fruto se llama erizo. Y dentro, como la perla en las ostras, está la castaña. El oro pardo. Uno de los frutos más caros de nuestros mercados. Y mas este año, que ha sido malo para los castañicultores. La sequía ha hecho estragos y se estima un 30% menos de cosecha.
Las castañas, en detalle
Un trabajo duro, tal y como reconoce María Prieto. Una pequeña productora de Piornal (Cáceres) que concluye esta misma semana la recogida de castañas en su finca. “Llevo dedicándome a esto toda la vida, es cosa familiar. En primavera las cerezas y en otoño las castañas”, explica. Ambos géneros se los han robado en alguna ocaión. “El último pasó el otro día y los pillamos. Hicimos la pausa del mediodía para comer. Por la tarde, a veces se recoge y otras veces se selecciona la castaña. Es cuando suelen aprovechar los ladrones para robar”.
Dos tipos de robo
Hay dos formas de robar castañas: apañadas y sin apañar. En el almacén, ya arregladas, o en plena finca, cuando aún están en el suelo con el erizo. A María y a Jesús les han robado de esta última forma, en su finca. Se trata de una operación sencilla. Los delincuentes se adentran en las parcelas de montaña y recogen todas las castañas que pueden. Las cargan en sacos y se las llevan en furgonetas. “La última vez, cuando los pillamos, llevaban como 150 kilos. Pero otra vez me quitaron 400 kilos y el resultado fue el mismo”, se queja. Por resultado se refiere a que “ni los metieron en la cárcel, ni a mí me dejaron de robar”, resume resignada.
“La última vez los pillamos y llamamos a la policía. Pero tampoco pasó nada. Era un grupo de rumanos. Uno consiguió darse a la fuga y lo capturaron más tarde. Al otro lo pillamos con las manos en la masa y la policía se lo llevó al calabozo. Él decía que tenía familia y tenía que comer. A mí me parece bien que tengas familia, pero no me robes ciento y pico kilos de castañas, que esta es mi finca”, rememora María.
Al final, los detenidos declararon en comisaría y salieron en libertad: “Son pequeñas cantidades, pequeños hurtos. A uno le quitan 300 kilos, a otro 200, a otro 500. Hasta 600 kilos de castañas me han llegado a quitar”; lamenta Jesús Prieto, otro de los agricultores extremeños que hace guardia por las fincas. ¿Qué suponen estos hurtos en términos económicos?. Para el que le roben 600 kilos en una tarde, como le pasó a Jesús, le han quitado 900 euros si le pagan el kilo a 1,5 euros. Pero el que las roba le saca mucho más beneficio. El consumidor final las paga mucho más caras. Esos mismos 600 kilos, en el mercado negro, pueden suponerle al ladrón entre 2.000 y 3.000 euros de botín. En una tarde.
Pero las cifras pueden ser mucho más elevadas. De hecho, lo son en algunos puntos. En esta temporada, que ha ocupado los meses de octubre y noviembre, los productores extremeños han cifrado en 20 el numero de robos registrados. Ninguno de ellos se acerca al que se produjo el año pasado en Zamora, donde una banda organizada se llevó dos toneladas de castañas en el municipio de Rábano de Aliste. Y ahí encontramos el otro tipo de robo: el de los asaltos a los almacenes. Son más habituales en la zona del Bierzo. Los ladrones entran y cargan en su furgoneta las castañas ya limpias. Por ese mismo método robaron seis toneladas de castañas en 2017 en Noceda (León). Es el mayor palo a los castañicultores españoles en los últimos tiempos.
¿Quién hay detrás?
¿Quién hay detrás de estos robos? Por norma general, bandas que se organizan para actuar cuando creen que no están los propietarios en la finca. “Nosotros sobre todo nos hemos encontrado grupos de rumanos que vienen con coches o furgonetas. Pero hemos llegado a echar de aquí a grupos de chinos. Eso fue el año pasado y ellos se quejaban. Nos decían que iban al campo a coger castañas, que por qué no podían hacerlo. Pero ya venían preparados con guantes y todo, ya sabían lo que tenían que hacer”; recuerda María Prieto.
Pero un negocio no funciona si no hay uno que venda… y otro que compre. Es ahí donde piden los castañicultores más esfuerzos de la administración: “Sigue habiendo robos porque hay gente que compra esa mercancía robada. Por estas zonas hay muchos puesto de venta de castañas. Hay muchos que pagan, se la quedan y no preguntan de dónde ha salido. O si lo saben se hacen los tontos”, lamenta Jesús. Exigen más controles a la hora de adquirir castañas; que vayan acompañadas de la correspondiente garantía del productor.
Para intentar evitar los robos, la Guardia Civil les ha recomendado que patrullen: “La gente es reacia a formar patrullas y es normal”, reconoce Jesús. “Primero porque sabes que a los ladrones no va a pasarles nada. Saben diversificar los robos y son pequeñas cantidades. No hay delito grave. Pero además, qué podemos hacer nosotros. Llegas, pillas a uno robándote en el bancal y… ¿qué le haces? No puedes hacer nada, te buscas la ruina. Lo más probable es que te lo hagan a ti, que no sabes con qué gente te encuentras. No sabes quién ha venido a robarte las castañas, pero seguro que buenas intenciones no trae”.
El problema se hace extensible a otras zona del sur de España. Por ejemplo la provincia de Huelva. Fuentes sindicales aseguran que "bandas de rumanos roban las castañas y las venden ello mismos asadas. Hasta tal punto ha proliferado el problema, que en Sevilla capital han desbancado a las castañeras de toda la vida. Ahora se plantan ellos misos, los ladrones, las asan y las venden. Más caras, robadas y de peor calidad, porque a veces se precipitan al robarlas y las cogen aún verdes", explican a EL ESPAÑOL.
El otro robo
Así pasan el otoño en la sierra cacereña: patrullando entre la niebla y con un frío que corta, para vigilar que no les roben lo que es suyo. Pero ahí no acaba todo. Porque si no les roban en sus fincas, tienen que afrontar otro tipo de robo, de esos que no se pueden denunciar ate la Guardia Civil. La castaña se paga entre 5 y 8 euros en los mercados. Los castañicultores pueden darse por satisfechos si por sus fruto les abonan 1,5 euros el kilo. Eso en términos globales, porque no todas las castañas se pagan igual.
“Hay muchas categorías en función del calibre. Las más grandes son categoría ‘Oro’. Luego está la ‘Extra’, la ‘Primera’, ‘Mediana’, ‘Segunda’ y finalmente la denominada ‘Industrial’. Esa es la más pequeña de todas”, expone María Prieto. Por esas tan reducidas, cuenta Jesús que “se han pagado a 10 o 15 céntimos el kilo”. Una miseria. Se entendería si estuviesen destinadas a vender tal cual, porque nadie querría castañas tan pequeñas. Pero en realidad, se engloban en la categoría ‘Industrial’ porque están destinadas a la molienda. A hacer, por ejemplo, harina. Sin embargo, la harina de castaña es un artículo muy preciado en la alta cocina. También para los fabricante de productos sin gluten. Es difícil encontrar en el mercado un paquete de harina de castaña de medio kilo que valga menos de 6 euros.
De rodillas y con frío; es el día a día de los agricultores de castañas
Así pasan el otoño en la sierra cacereña: patrullando entre la niebla y con un frío que corta, para vigilar que no les roben lo que es suyo. Pero ahí no acaba todo. Porque si no les roban en sus fincas, tienen que afrontar otro tipo de robo, de esos que no se pueden denunciar ate la Guardia Civil. La castaña se paga entre 5 y 8 euros en los mercados. Los castañicultores pueden darse por satisfechos si por sus fruto les abonan 1,5 euros el kilo. Eso en términos globales, porque no todas las castañas se pagan igual.
“Hay muchas categorías en función del calibre. Las más grandes son categoría ‘Oro’. Luego está la ‘Extra’, la ‘Primera’, ‘Mediana’, ‘Segunda’ y finalmente la denominada ‘Industrial’. Esa es la más pequeña de todas”, expone María Prieto. Por esas tan reducidas, cuenta Jesús que “se han pagado a 10 o 15 céntimos el kilo”. Una miseria. Se entendería si estuviesen destinadas a vender tal cual, porque nadie querría castañas tan pequeñas. Pero en realidad, se engloban en la categoría ‘Industrial’ porque están destinadas a la molienda. A hacer, por ejemplo, harina. Sin embargo, la harina de castaña es un artículo muy preciado en la alta cocina. También para los fabricante de productos sin gluten. Es difícil encontrar en el mercado un paquete de harina de castaña de medio kilo que valga menos de 6 euros.
De rodillas y con frío; es el día a día de los agricultores de castañas
Este año, además, el tiempo ha jugado una mala pasada a los agricultores. La sequía y las lluvias tardías han provocado escasez de producto (los sindicatos calculan que un 30% menos que el año pasado) e irregularidades. Lo desarollan los agricultores; “En algunas zonas han crecido a buen calibre, pero menos cantidad de lo normal. En otras zonas más bajas, la cantidad ha sido la normal, pero el calibre es muy pequeño”. Y a calibre pequeño… menos dinero.
Las compran en China
Detrás de los pírricos pagos a los agricultores hay muchos intermediarios y está la presión de las grandes superficies, dispuestas a comprar solamente a precio de derribo. Denuncian desde el sindicato UPA que “hay grandes comercios que están importando castañas de china, que son de menor calibre, pero también son más baratas. Esa es otra medida de presión contra lo agricultores, que lleva a que se bajen precios”. Qué mundo este, en el que resulta más barato ir a China a comprar las castañas que ir al pueblo de al lado a comprarlas.
Y para rematar, las ayudas: “Para qué quiero yo esas ayudas si luego me las comen en impuestos y otros gastos”, se pregunta el agricultor Jesús Prieto, que se queja de la presión fiscal sobre estas supuestas ayudas al campo. “Yo no quiero que me den. Yo lo que quiero es que no me quiten. Eso lo tienen que revisar los políticos, porque últimamente se llenan la boca con lo de la España Vacía, pero lo que hacen no ayuda a llenarla”.
Ya se acaba el tiempo de las castañas, hasta el otoño que viene. También el de las patrullas, pero ese no tendrá que esperar tanto para volver. En primavera es el tiempo de las cerezas en el norte de Cáceres. Y las cerezas también las roban. Del mismo modo que ahora les quitan las castañas, en unos meses tendrán que volver a poner ojo avizor para que estas bandas organizadas no se lleven su fruta. Una fruta que esperan poder recoger sin sobresaltos, para poder venderla después por unos precios injustos. Es el círculo vicioso del mundo agrícola. La España Vacía que no sale en las noticias.
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