Sin embargo, para el partido final ante Brasil, el entrenador celeste Juan López se vio obligado a realizar un cambio -el primero en toda la Copa- tras la lesión del puntero izquierdo Ernesto Vidal.
Había que buscar su reemplazante y se abrieron las interrogantes. ¿Por qué? Porque en aquella época los entrenadores habituaban a convocar un plantel con dos equipos (uno titular y uno suplente) y los cambios de los futbolistas se realizaban puesto por puesto y sin modificaciones de esquemas.
Es decir, cada jugador tenía su puesto natural pero en el caso que el titular no pudiera estar, su reemplazante sería el futbolista suplente que se desempeñara en ese mismo puesto.
La decisión de Juan López en aquel momento significó algo más que solo reemplazar un jugador por otro porque el sustituto natural de Vidal era Rubén Morán, un joven de 19 años que apenas tenía en sus estadísticas dos partidos amistosos con la selección uruguaya (ambos contra Chile) y solo un año de primera división en Cerro.
Para el entrenador aquella determinación significaba una prueba de fuego; hacer debutar oficialmente a un chiquilín de 19 años nada menos que en una final del mundo podría catalogarse como una apuesta milagrosa.
En principio, se manejó la posibilidad de que jugara Julio César Britos, un puntero derecho de Peñarol quien había actuado varias veces por la izquierda. Como puntos a su favor pese a que no era el sustituto natural, le jugaban que tenía 25 años, algo más experiencia que Morán y se desempeñaba en un club popular del ámbito local.
Sin embargo, esos detalles poco le importaron al técnico Juan López cuando llegó el momento de decidirse por el reemplazante de Vidal.
Eran tiempos de esquemas lineales y Morán por alguna razón había sido convocado: el chico de 19 años finalmente fue el que salió a la cancha vestido de celeste en el mismísimo Maracaná para jugar el partido más decisivo.
Causó mucha sorpresa escuchar el nombre de Rubén Morán entre los titulares de Uruguay en aquella final que luego se terminaría inmortalizando en el recuerdo del fútbol mundial.
Su actuación en la final ante Brasil no resultó para nada destacada, según los recordados comentaristas Osvaldo Lorenzo y César Gallardo. Incluso, ambos mencionaron que Morán "jugó todo el partido, solo, porque el reglamento no permitía cambios".
Sin embargo, el pueblo uruguayo colmado de algarabía por la hazaña lograda ni se enteró de la pobre actuación de Morán y solo atinó a elogiarlo debido a su corta edad. Incluso, cuando llegó a Montevideo fue recibido como un gran héroe.
Morán, en su primer partido oficial con la celeste y con apenas 19 años, vivió aquel 16 de julio de 1950, dentro del campo de juego, la hazaña más grande del fútbol mundial; una gesta que será recordada para la eternidad y que será muy difícil o casi imposible de igualar.
Hasta 1958 fue el futbolista más joven en ganar un Campeonato del Mundo hasta que en el Mundial de Suecia de 1958, Pelé se adjudicó el récord tras ser campeón mundial con Brasil con solo 17 años.
Apenas dos partidos oficiales con la celeste
Después de jugar su primer partido oficial nada menos que en la final del mundo, Morán volvió a ser citado por la celeste recién para el Sudamericano de 1953. En dicho torneo, no fue titular y entró solamente algunos minutos contra Brasil.
En total, su carrera internacional con Uruguay se resume en cuatro partidos (dos amistosos y dos oficiales, aunque uno de ellos fue una final del mundo).
Breve reseña de la carrera de Rubén Morán
"El Tiza", como lo apodaban sus familiares y amigos, nació en Montevideo en 1930 y falleció muy joven en 1978, a los 48 años.
Sus inicios en el fútbol fueron en Cerrito, club donde conquistó el campeonato de la divisional Extra en 1948.
En 1949 lo contrató Cerro y allí debutó con 18 años en primera división. En sus inicios, prometía muchísimo, tanto así, que fue uno de los citados para defender a Uruguay en el Mundial de Brasil.
En sus años posteriores no prosperó como se esperaba y defendió a Cerro hasta 1953. En 1954 pasó a Defensor, donde apenas disputó cuatro partidos y allí se retiró profesionalmente a los 23 años.
Después de ahí, jugó en el fútbol de Rivera a nivel Amateur y en la selección de esa ciudad hasta que decidió ponerle fin al deporte que lo llevó a la gloria en 1950.
Desilusionado con la falta de oportunidades profesionales, abandonó el fútbol muy temprano.
Fue un olvidado titular del Maracanazo, que murió en la extrema pobreza, a los 48 años, víctima de depresión.
Lo que es real, es que nadie podrá sacarlo de la más memorable foto de la Asociación Uruguaya de Fútbol impresa y sellada entre los once dioses celestes que se consolidaron para la eternidad con su reputación de potencia futbolística.
Fuente: Ecos
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