La oficina del presidente de la empresa estatal de telecomunicaciones espera por un nuevo inquilino luego de que este martes el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, le reclamara la renuncia a Guillermo Iglesias, después de enterarse que el jerarca –que asumió en marzo– había firmado una resolución por la que presupuestaba a 857 funcionarios contratados.
Pero además del piso deshabitado y de un gerente “destrozado” –según quienes rodean a Iglesias–, el descabezamiento de Antel abrió un frente interno en el gobierno y en particular en el Partido Nacional, en donde por estas horas se debate con fuerza quién (y en base a qué criterios) debería tomar la posta de un organismo que está en el centro de los desvelos de la nueva administración, y que será objeto de transformaciones importantes en el próximo quinquenio.
Alianza Nacional, el Herrerismo, el Espacio 40 y el Grupo de los Intendentes transmitieron a su modo su interés por ocupar el lugar, argumentando que tienen dirigentes idóneos para el cargo.
Mientras que con la designación de Iglesias el gobierno había priorizado el carácter técnico de la conducción del ente –un criterio defendido por el ministro de Industria Omar Paganini y aplicado en el resto de las empresas públicas–, tras la polémica de esta semana el presidente y su entorno evalúan que el nuevo nombre tenga también un componente político y de confianza directa con Lacalle.
Las horas de vértigo para Antel comenzaron el martes por la tarde, cuando el ex director de la OPP, Conrado Hughes, tuiteó la resolución y la calificó de inconveniente en “cualquier circunstancia” pero “mucho peor ahora” en el contexto de recesión económica por la pandemia.
Al enterarse, Lacalle Pou se comunicó con el ministro de Industria para tomar la decisión fulminante, observar el acta y solicitarle al directorio que diera marcha atrás en la decisión. Paganini llamó a Iglesias “en nombre del presidente” y le comunicó la decisión. La resolución de cese fue firmada por todo el Consejo de Ministros.
Antel: preguntas y respuestas sobre una resolución que chocó con el ABC del gobierno
La mañana de este miércoles fue igual de intensa que la noche anterior. El director de Antel, Gustavo Delgado, un dirigente de extrema confianza de Jorge Larrañaga (Alianza Nacional), llamó al vicepresidente del organismo, Daniel Fuentes (designado por el FA) para analizar la situación.
Delgado ya tenía decidido que al mediodía iba a ir al Ministerio de Industria a presentar su renuncia, porque así lo había acordado con Larrañaga. El ministro del Interior le dijo que debía hacerlo si quería ser designado en el directorio de la Ursec, aunque su nombramiento aún no está confirmado.
En el diálogo, de acuerdo con distintas fuentes políticas, Delgado le manifestó la posibilidad de que renunciaran ambos, pero Fuentes lo rechazó para no dejar a la empresa “descabezada”. Delgado señaló que simplemente lo puso al tanto de su inminente renuncia y según transmitió después a sus allegados, Fuentes planteó que se quedaría como director hasta que llegara un reemplazo.
El senador Sergio Botana confirmó a El Observador que en la interna blanca intercambiaron acerca de la conveniencia de que tanto Delgado como Fuentes dejaran los cargos.
El directorio de Antel se reúne habitualmente los jueves, pero Fuentes estaba dispuesto a convocar a una sesión extraordinaria para votar el exhorto de Presidencia.
Ahora, el gobierno apurará las venias del colorado Robert Bouvier y del frenteamplista Nicolás Cendoya (que actualmente ocupa el cargo en Ursec al que iría Delgado), pero antes conformará un directorio interino que deberá encargarse de revocar las presupuestaciones, una resolución que todavía está vigente.
El director blanco en Antel no es de la confianza de Lacalle Pou ni del sector Todos. La tirantez ya había quedado de manifiesto en estos meses a la hora de discutir las presidencias y las vicepresidencias de las empresas públicas.
En un principio Larrañaga empujó para que Delgado estuviera a la cabeza de la empresa y luego para que fuera vicepresidente, pero se encontró con la oposición del presidente.
Desde el sector de Lacalle señalan que parte de la mala relación se debe a la escasa información aportada por Delgado durante la construcción del Antel Arena.
En la distribución de cargos, tras negociar con el Partido Colorado, al sector de Larrañaga finalmente se le adjudicó la vicepresidencia de la Ursec, un organismo que Delgado ya integró en el pasado.
A la hora de explicar la telenovela de los últimos días en Antel, varios dirigentes blancos hacen referencia en parte a la “fragilidad política” de Iglesias, un funcionario de carrera que estuvo a cargo del área Negocios Internacionales, pero nunca demostró una afinidad partidaria en particular.
Su designación corrió por cuenta de Paganini, con quien tenía una relación de confianza que se extendió en los dos meses que duró su gestión en la empresa. “Hablaban todo el tiempo”, contó alguien cercano a Iglesias, que destacó ese dato para remarcar la “sorpresa” generada por el hecho de que el presidente de Antel no consultara al ministro antes de firmar la polémica presupuestación.
A eso se sumaba que varios dirigentes blancos no dejaban de mirar a Iglesias con recelo por haber formado parte del círculo cercano del expresidente Andrés Tolosa y del gerente general Javier Emicuri, y consideraban que sus fugaces apariciones públicas –entrevistado por Búsqueda, calificó a Antel como “un milagro de las telecomunicaciones”– no eran categóricas a la hora de marcar diferencias con la gestión anterior.
También les achacan, principalmente a Emicuri, estar íntimamente relacionados con el Antel Arena, una obra criticada por el gobierno.
Botana, que pertenece al Grupo de los Intendentes, criticó con dureza a Iglesias. Dijo a El Observador que el ingeniero estaba “encandilado” con un “cuento interno” de Antel.
“Le contaron una historia de Alicia en el país de las maravillas que no es real. Antel no tiene señal en la mayoría del país; los carnavaleros de Melo tienen razón cuando dicen que es mucha arena y poca señal”, expresó.
El exintendente de Cerro Largo agregó que Iglesias “entendía que tenía que dar continuidad a la historia anterior y que seguramente el primer paso era darle estabilidad a la gente que la había hecho, y de ahí el error gravísimo que tuvo”.
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