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miércoles, 18 de septiembre de 2019

ASI ASESINABA EN CHILE LA DICTADURA DE PINOCHET

Así se manejaban los dictadores de toda la región, impunes muchos hasta la fecha . Mientras otros pasan a ser candidatos políticos para las próximas elecciones. Estamos a tiempo de hacer recapacitar a quienes quieren que las ovejas las cuide el lobo. 


Mónica Benaroyo es el nombre de la joven cuyos restos fueron encontrados en un terreno del ejército de Arica, en Pampa Chaca, en julio de 2008. Aunque parezca sorprendente, aparentemente nadie sabía ni de su existencia ni de su muerte.Nunca apareció en las listas oficiales de desaparecidos durante la dictadura. Simplemente alguien un buen día encontró sus restos momificados en el desierto. Sin cabeza, pues había sido enterrada viva hasta el cuello y luego decapitada a patadas. Todavía guardaba el cadáver una cajetilla de cigarrillos Hilton entre sus ropas. Y un billete de la moneda escudo. Todo lo que se sabía entonces era que había muerto en la década de los setenta. 

Su nombre completo era Mónica Cristina Benaroyo Pencu. Había nacido en Rumania, y era uruguaya. Estudió filosofía, dominaba varios idiomas y se ganaba la vida como traductora. Tras vivir un tiempo en Buenos Aires, se trasladó a Arica, en Chile, donde había encontrado empleo en la alcaldía.

El prefecto de Investigaciones José Cabión, en uno de los telediarios de TVN del 4 de agosto de 2008, dijo que la traductora era miembro del Partido Comunista del Uruguay y que había sido expulsada de Chile -mediante decreto- aparentemente en septiembre de 1973, la fecha en que desapareció. Mónica Benaroyo fue vista con vida por última vez el 11 de septiembre de 1973.

Fue detenida por militares y trasladada a un recinto militar. La historia oficial del régimen pinochetista pretendía que Mónica había sido expulsada y por tanto nada podrían saber sobre su destino ulterior. Pero la orden de expulsión evidentemente se fraguó para ocultar la espantosa muerte a que fue sometida.

Nota:  También se conocen otros casos de increíble y demoníaca impiedad. El general Manuel Contreras extraía los empastes y dientes de oro de los asesinados para vender luego las piezas en el mercado. El mismo general se entretenía sacando los ojos de algunos de los prisioneros a los que posteriormente haría desaparecer. Otros introducían ratas en las vaginas de las detenidas. Otros torturaban a hijos de detenidos. Algunos oficiales obligaron a detenidos a matarse entre ellos.



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