Corría 1972 y el golpe ya se había desencadenado, aunque aún faltaran varios meses para concretarse. Pero venía de antes, de cuando el Ejército comenzó a tomarse licencias para matar, torturar y violar, sin tiempo, sin apuro, sin el apremio de tener que rendir alguna vez alguna cuenta. Los interrogatorios no tuvieron fecha de vencimiento hasta 1985. Los asesinatos, tampoco.
El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) venía de integrar un aparato de resistencia desde antes de las elecciones de 1971: se llamó “Contraofensiva”. Lo comandaban el general Líber Seregni, un grupo de militares antigolpistas, el Partido Comunista del Uruguay, el propio MLN-T y algunas fuerzas de autodefensa de otros sectores frenteamplistas y democráticos. Lo cuenta Seregni en el libro Mano a mano, de Fernando Butazzoni. La resistencia armada se desangraba día a día. Con ese telón de fondo nació la posibilidad de una tregua entre militares y guerrilleros, que significara en términos prácticos salvar de una muerte segura a decenas de militantes y restablecer conductos de negociación y diálogo que pacificaran una situación que, de tan extrema, presagiaba el infierno.
Los militares, con la colaboración de traidores como Héctor Amodio Pérez y Alicia Rey Morales, que negociaron su libertad a cambio de “ordenar papeles”, utilizaron sus habilidades para vencer al MLN-T e intentar quebrarlo. “Esos militares son los mismos que hoy festejan cuando la hija de un entrañable militante que también sufrió las penurias de la prisión política se presta para un juego perverso y deleznable de enchastre colectivo”, dijo Rosencof a Caras y Caretas.
Leíste el libro de María Urruzola?
Dentro de poco se cumplen 70 años de la Comedia Nacional, que se inauguró con una obra de Ernesto Herrera que se llamaba El león ciego. Es un caudillo guerrero. La última frase del león ciego, que son las últimas palabras de la obra, después de las cuales cae el telón, son: “A esos cajetillas, cobardes, los cambiás por mierda y perdés plata”.
Ese libro por el que me preguntás no lo leí, pero imagino que tiene la tarifa. Respecto de lo que se publica en ese libro, quiero recordar que, tanto en este caso como en otros que son muy dolorosos, se está rompiendo una regla que va más allá de la ética periodística y que tiene que ver con una ética humana. En el marco de aquellos interrogatorios que hicieron los militares, donde murieron compañeros y compañeras, donde fueron violadas compañeras, donde se vivieron cosas horrorosas, allí existe un respeto, creo que universal y es la primera vez que se rompe de esta manera.
Ese pretendido documento que se publica anda dando vueltas desde hace 20 años. El periodista Álvaro Alfonso vino un día a mi casa y me lo mostró. Me dijo que le había llegado y me preguntó mi opinión. Y cómo será la cosa que no lo publicó, nunca lo mencionó, creyó que era carne podrida y no le dio bola. Nunca más se movió eso, hasta que hace tres años apareció publicado en un periódico muy menor, que se llama El Bocón. Es decir: las fuentes de Urruzola están en El Bocón.
No es serio. Incluso en el libro se desliza que este documento tiene algo que ver con el llamado Archivo Castiglioni, y nada que ver. Los archivos de [Elmar] Castiglioni fueron encontrados hace un año y esto anda dando vueltas desde hace 20. Cuando Amodio Pérez dice que él y su mujer negociaron su libertad, su traslado a España, su cuidado y protección durante todos estos años, a cambio de “ordenar papeles”, está mintiendo.
¿Por qué lo dice?
Porque hizo mucho más que ordenar papeles: delató gente sistemáticamente. Sabía mucho, y si no sabía algo, tenía bien claro quién sabía. Se paseó por todos los cuarteles señalando gente, diciendo que este o aquel sabía tal o cual cosa porque había participado en tal o cual acción. Hubo compañeros que se cortaron las venas por Amodio, porque no había manera de pararse frente a él, porque había entregado a decenas de compañeros. Y entregarlos era entregarlos a la tortura sistemática, si tenías suerte. De lo contrario, era la muerte.
¿Por qué lo dice?
Porque hizo mucho más que ordenar papeles: delató gente sistemáticamente. Sabía mucho, y si no sabía algo, tenía bien claro quién sabía. Se paseó por todos los cuarteles señalando gente, diciendo que este o aquel sabía tal o cual cosa porque había participado en tal o cual acción. Hubo compañeros que se cortaron las venas por Amodio, porque no había manera de pararse frente a él, porque había entregado a decenas de compañeros. Y entregarlos era entregarlos a la tortura sistemática, si tenías suerte. De lo contrario, era la muerte.
Ese es Amodio, el que aparecía y se paraba frente a vos y les decía a los milicos: “Este se llama tanto, atendía en tal lugar, sus horarios son estos, está de novio con tal persona, su alias es tal”. Todo. Entre él y Armando Méndez armaron toda esa basura. Y hay algo que me importa mucho aclarar, porque lo han repetido muchas veces e incluso ahora se suman indios que eran de nuestras tolderías y ahora caen en la violación de una ética de respeto, porque están destruyendo gente que ni de cerca se merece esto.
Esto arranca con el diario El País cuando trae a Amodio en el marco de la elaboración de la agenda de lo peor de la oposición. Lo trae, le pone abogados, le paga los gastos, lo mantiene. Y en la historia universal hay algo que genera un desprecio, un asco universal, incluso para los beneficiarios de una traición: son esos individuos, esas basuras que no son respetadas ni siquiera por quienes se benefician de ellos.
Aquí tenés a El País, Amodio y Urruzola conformando una cooperativa de mala leche que cuenta con tamberos variopintos. Y esto provoca una sensación de tristeza profunda, de náuseas, de asco, con algunos con quienes vivimos cosas tremendas y no pueden distinguir diferencias políticas de bajezas de este tipo. Da tristeza ver la degradación de un hombre, da pena. Esto marca un hito de indecencia del que no se vuelve.
Mujica dice que es un libro contra la memoria de Fernández Huidobro y que se propone bloquear su eventual candidatura presidencial.
Lo leí, pero Pepe se equivoca. Es un libro político que busca cagar a todo el mundo: a la militancia, al Frente Amplio, a la perspectiva del futuro, a todos. No hay nadie contento con esta basura, salvo lo peor de la oposición. Leí a un columnista en El País que decía que tienen que aparecer otros interrogatorios, que eso es bueno, que aporta. ¡Por favor! Ese hombre tiene la altura de los cívicos de la dictadura cívico-militar, encaja perfectamente. Es exactamente igual que el canje del que te hablé en El león ciego.
En el libro se habla de las negociaciones en el Batallón Florida. Usted participó en ellas.
Sí, y quiero aclarar algunas cosas, porque se dicen inexactitudes de todo tipo. Incluso hay historiadores que repiten una mentira, y uno se sorprende. Nadie negoció nunca ninguna rendición incondicional. Nunca. Eso es falso. En toda esta historia, además, falta un nombre que no se menciona mucho, sino al pasar y como un actor muy secundario, y en realidad fue un caballo de Troya que nos quisieron meter.
¿De quién habla?
En determinado momento, los mandos medios del Ejército, sobre todo del Batallón Florida, empezaron a sentir que mientras los mandos superiores se daban la tal vida, ellos debían salir a la calle y enfrentar a una organización que tenía potencial de fuego. Yo estuve conversando una cantidad de horas con Esteban Cristi y el Goyo [Gregorio Álvarez] en el noveno de Caballería, porque ellos estaban muy preocupados con eso. Nunca fue una propuesta nuestra la búsqueda de una salida con cierta negociación, fue de ellos. Cristi me dijo que nos iban a pedir la rendición incondicional, y yo le respondí que por ese camino no había entendimiento posible.
Mujica dice que es un libro contra la memoria de Fernández Huidobro y que se propone bloquear su eventual candidatura presidencial.
Lo leí, pero Pepe se equivoca. Es un libro político que busca cagar a todo el mundo: a la militancia, al Frente Amplio, a la perspectiva del futuro, a todos. No hay nadie contento con esta basura, salvo lo peor de la oposición. Leí a un columnista en El País que decía que tienen que aparecer otros interrogatorios, que eso es bueno, que aporta. ¡Por favor! Ese hombre tiene la altura de los cívicos de la dictadura cívico-militar, encaja perfectamente. Es exactamente igual que el canje del que te hablé en El león ciego.
En el libro se habla de las negociaciones en el Batallón Florida. Usted participó en ellas.
Sí, y quiero aclarar algunas cosas, porque se dicen inexactitudes de todo tipo. Incluso hay historiadores que repiten una mentira, y uno se sorprende. Nadie negoció nunca ninguna rendición incondicional. Nunca. Eso es falso. En toda esta historia, además, falta un nombre que no se menciona mucho, sino al pasar y como un actor muy secundario, y en realidad fue un caballo de Troya que nos quisieron meter.
¿De quién habla?
En determinado momento, los mandos medios del Ejército, sobre todo del Batallón Florida, empezaron a sentir que mientras los mandos superiores se daban la tal vida, ellos debían salir a la calle y enfrentar a una organización que tenía potencial de fuego. Yo estuve conversando una cantidad de horas con Esteban Cristi y el Goyo [Gregorio Álvarez] en el noveno de Caballería, porque ellos estaban muy preocupados con eso. Nunca fue una propuesta nuestra la búsqueda de una salida con cierta negociación, fue de ellos. Cristi me dijo que nos iban a pedir la rendición incondicional, y yo le respondí que por ese camino no había entendimiento posible.
En esa conversación el Goyo me dice que se podría negociar alguna cosa.
De pronto me sacan un día de la cana y me llevan al Batallón Florida y me encuentro con el Ñato, el Nepo, el Inge y Mauro, que arregló con ellos que no quería participar en esas reuniones, y canjeó información por estar preso seis años, aunque al final estuvo diez. Salió el día del décimo aniversario del asesinato de Ramón Trabal, asesinato en el que no participamos por ningún lado. Pues bien, en esa reunión estaban [el coronel Carlos] Calcagno y Armando Méndez. Pero aparece alguien más: Alicia Rey Morales. La pusieron como si fuera una dirigente presa, al mismo nivel que al Ñato, al Nepo y a mí. Nosotros escuchamos la propuesta y nos callamos.
Al rato le dije a Calcagno: “Mirá, si esto es un planteo, en serio lo que acaban de hacer es de cuarta, porque todos sabemos quién es Alicia Rey. Y acá la pusieron ustedes”.
Era obvio. Nosotros avanzamos en la negociación hasta que llegamos a seis puntos de acuerdo, nada de incondicionalidad. Esos seis puntos están publicados, no son una novedad. Incluso nosotros les dijimos que no éramos dirigentes del MLN, que ya estábamos presos y que el MLN funcionaba sin nosotros, y ellos plantearon la posibilidad de hacer un contacto con alguien que estuviera afuera, para trasladar lo que se había conversado adentro y que resolvieran. El contacto se hizo, se respetó ese lugar, no cayó nadie por ese contacto. Hubo cosas que plantearon y que era imposible aceptar, como que se entregara [Raúl] Sendic. Incluso hubo una propuesta de que Sendic se fuera al exterior, y él se negó. Jamás hubo una negociación en el marco de una rendición incondicional; eso es falso por donde se mire. Un día nos anuncian que iban a venir los comandantes en Jefe, es decir, que el asunto venía avanzando. Estábamos a un paso de terminar con ese baño de sangre, liberarían a los presos salvo a nosotros, se buscaría la forma de institucionalizar el movimiento, etcétera. Porque estábamos perdiendo esa guerra, con muchísimo dolor y sin resistencia posible. A las muchachas de abril, entraron a su casa y las acribillaron. Era una locura. Ese día, cuando vienen los comandantes, nos afeitan y todo. Estaban [el general Florencio] Graviña, el Goyo, Cristi, los hermanos Zubía, Zorrilla, Trabal. Nos reunimos con ellos, querían vernos.
¿Qué pasó después?
Se cortó. Pero se cortó de una manera abrupta, porque en la madrugada fueron Zorrilla, Cristi y Graviña a hablar con [Juan María] Bordaberry para que refrendara el acuerdo, y Bordaberry pidió tiempo para hablar con sus asesores, entre los cuales estaban Julio María Sanguinetti, [Álvaro] Pacheco Seré, Mederos. Y Bordaberry dijo que no había acuerdo. Se vino abajo todo.
¿Por qué menciona a Alicia Rey?
Porque nosotros teníamos la opinión de que la más inteligente de esa pareja era Alicia, mientras que Amodio era el más tronco. Fueron los dos los que participaron en esa basura que hicieron, porque los militares no les iban pagar pasajes, estadía y protección sólo porque Amodio marcara a alguna gente mientras la novia dormía plácidamente en un cuartel. Los milicos no son bobos. El peso de esa mujer era muy importante en esa pareja, y por eso nos la quisieron poner. Alicia era más inteligente que Amodio; él ordenó papeles y ahora la ética de una periodista le da un valor de material incuestionable.
¿Qué pasó después?
Se cortó. Pero se cortó de una manera abrupta, porque en la madrugada fueron Zorrilla, Cristi y Graviña a hablar con [Juan María] Bordaberry para que refrendara el acuerdo, y Bordaberry pidió tiempo para hablar con sus asesores, entre los cuales estaban Julio María Sanguinetti, [Álvaro] Pacheco Seré, Mederos. Y Bordaberry dijo que no había acuerdo. Se vino abajo todo.
¿Por qué menciona a Alicia Rey?
Porque nosotros teníamos la opinión de que la más inteligente de esa pareja era Alicia, mientras que Amodio era el más tronco. Fueron los dos los que participaron en esa basura que hicieron, porque los militares no les iban pagar pasajes, estadía y protección sólo porque Amodio marcara a alguna gente mientras la novia dormía plácidamente en un cuartel. Los milicos no son bobos. El peso de esa mujer era muy importante en esa pareja, y por eso nos la quisieron poner. Alicia era más inteligente que Amodio; él ordenó papeles y ahora la ética de una periodista le da un valor de material incuestionable.
Lo que se está rompiendo con este libro y con el eco mediático que está teniendo es la dignidad, es la ética, es la moral mínima que se debe tener. Es inadmisible que se esté discutiendo esta canallada. Se han dicho barbaridades terribles, como que negociábamos cosas por pequeños beneficios personales. ¡Por favor! Después de estas reuniones terminamos en un pozo 11 años y medio. No pueden tener el tupé de decir estas barbaridades. Una cosa es tener discrepancias con el Ñato, y otra cosa es caer en este pozo negro.
“En los días en que el Parlamento agonizaba, Zelmar Michelini y Guillermo Chifflet se encontraros en los pasillos del Senado. Zelmar tenía una carpeta con interrogatorios que había obtenido de forma clandestina. Chifflet los leyó y escribió sobre ellos. Estos interrogatorios no están hoy sobre la mesa. Desaparecieron con Zelmar o andan por ahí. Pero no son los que publicó el periódico El Bocón hace tres años. Esos son los que incluye y maneja María Urruzola. Los interrogatorios que publica son los ‘papeles ordenados’ que le significaron la libertad a Amodio Pérez y a Alicia Rey Morales, ambos al servicio del entonces teniente de Inteligencia Armando Méndez”.
Fuente; Caras y Caretas
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