Salvo algunos párrafos que sólo puede entenderlos algunos «profes» expertos en enredar las cosas, las 61 hipótesis de las FARC EP son realidad monda y lironda. No se están echando mentiras a sí mismas, tal como lo hace usualmente la izquierda ortodoxa, puesto que han medido muy bien sus posibilidades en un teatro político quebradizo como el colombiano en los que prima el deseo de enriquecerse de la noche a la mañana, amen de que abunda la traición, el clientelismo, el sectarismo, la chicanería, el dinero sucio, los asesinos a sueldo y los lameculos. En sus hipótesis de trabajo los rebeldes rompen con una tradición de la izquierda friqui: imaginarse mundos que sólo existen en las delirantes cabezas de sus militantes. La foto que hicieron de la realidad continental y del país del país luego de los acuerdos de paz, ha sido con un lente de precisión que evita distorsiones.
En las 61 hipótesis, aceptan la contienda política con la nueva derecha siempre que ella no se junte con gente que apriete el gatillo; consideran que el gobierno de los EE.UU. es clave para garantizar una implementación exitosa; reconocen que las FF.MM y la Policía han acatado el cese al fuego; son conscientes de que su futuro político depende de la reincorporación airosa de sus miembros y de la creación de una economía propia, de naturaleza solidaria -como la de los primeros cristianos- que les permita ganarse el pan honestamente, estrechando los vínculos entre los suyos y con la gente que ha constituido su base social y política en los territorios. Son hipótesis realistas, pragmáticas, reconocibles, propias de las organizaciones políticas maduras que saben que el maldito mundo es como es, y no como lo ven los poetas cuando están enamorados.
Empero, al realismo descrito en las 61 hipótesis farianas le falta un toque de no se qué o una chispa de incorrección política que haga pensar a la gente que los está observando, de que en realidad eran rebeldes y no una sumatoria de militantes rutinarios llevando un fierro entre manos. Lo digo porque el boceto que hacen sobre su nuevo partido es una reedición de lo viejo. Carece de sentido hacer bulla sobre un nuevo congreso para revivir lo viejo. Lo nuevo vale si de allí sale algo nuevo. Por qué, le pregunto a Timo y su gente, renuncian a lo que son y tratan de aferrarse a ideas que no le dicen nada a un colombiano común y corriente. Descolonicemos a Marx y compañía. Más que herederos de Marx, Lenin, ustedes lo son de Tirofijo, un luchador original, sin rodeos teóricos, cuya vida cotidiana y su relación con los hombres bajo su mando, la selva y los raizales, constituyen testimonios más poderosos e inspiradores para el común, que todas las obras completas de Marx, Engels, Lenin, Gramsci y un largo etcétera.
Ustedes, farianos, tienen entre sus filas la geografía humana de Colombia. Por qué se empeñan en buscar paradigmas en otras latitudes. Busquen entre las ruinas de nuestro pasado y encontrarán joyas relucientes. La explicación milenaria de los mamos de la Sierra Nevada sobre la relación entre el hombre y la naturaleza es mucho más acertada y convincente que la de los teóricos marxistas y ecologistas sobre el tema. Mientras que los fundadores de Podemos en España se apropian de Orlando Fals Borda como fuente teórica ustedes, farianos, toman las ideas de las clases subalternas de Gramsci. Mientras en Francia Los Insumisos de Mélenchon se inspiran en la Revolución Ciudadana de Rafael Correa, los farianos presentan como base para su nuevo partido principios leninistas que datan de 1903. El colombiano Jorge Eliecer Gaitán fue el hombre del siglo XX que fijó en términos políticos la relación básica de la economía del capitalismo: Pueblo y Oligarquía, los Menos y los Más, los de Arriba y los Abajo, la economía de los Menos por encima de la vida de los Más. Porque no intentar llenar el vacío que dejó en Colombia el liberalismo radical, antes que buscar referentes exógenos que poco o nada significan para la gente colombiana. Seamos, por primera vez, nosotros mismos. Eso sí sería nuevo.
El mundo está muy loco y es vano todo intento de disciplinarlo. Comenzar una singladura política mediante una especie de prohibicionismo de izquierda en la que sólo quepan los «disciplinados», los que funcionan como «un relojes de alta precisión», los que «saludan la bandera» o los que «se portan bien», puede ser una loable acción moralista, pero ineficaz si se quiere revolucionar la vida de un país. Media centuria echando tiros para hacerse a un hueco en la política colombiana es un listón muy alto que sólo puede compensarse con la creación de un proyecto político ambicioso que vaya muchísimo más allá de la jibarización de la izquierda. Una organización marxista-leninista no da para tanto, menos en una sociedad con las particularidades de Colombia. Es mejor quedarse con «la mala reputación», con la audacia y la rebeldía, que hacer parte de un rebaño.
El propósito de un partido nuevo, de cambio, no es el de dialogar con las clases medias, como propone una de las 61 tesis de las FARC EP, sino la abrirlo para que hagan parte de ese cambio. Si el partido que piensan crear desea conquistar a los jóvenes y las mujeres de las conglomeraciones urbanas de Colombia, es imperativo que se abran y permitan que los chicos y la chicas puedan poner sus dedos sobre el teclado. No hay que temer a la gente que trae nuevas ideas y desean estar en un partido que nada tenga que ver con reglas monásticas.
Las 61 tesis de las Farc EP: ¿izquierda prohibicionista o mala reputación?
27 abril 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario