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miércoles, 1 de octubre de 2014

LA OPINION DEL DR. ADOLFO GARCE: LOS POBRES SIEMPRE SON MAS

Hace unos días, Jorge Lanzaro, uno de los maestros de nuestra generación, nos recordaba que se están conmemorando los 25 años del fallecimiento de Aldo Solari (1922-1989). Abogado, especialista en educación, director del viejo Instituto de Ciencias Sociales de Udelar, sociólogo reconocido y politólogo autodidacta, dejó un conjunto de trabajos que siguen siendo material de estudio obligatorio para todos los que tratamos de entender cómo funciona nuestro sistema político.



Uno de sus textos más notables es el penetrante análisis de los resultados de la elección de 1962 titulado Réquiem para la izquierda, publicado en la revista Gaceta Universitaria. Aunque en el texto se examinan otros fenómenos impactantes de esa elección, lo más jugoso reside en su discusión acerca de las razones del fracaso electoral de la izquierda o, dicho al revés, de la asombrosa capacidad para reproducir lealtades de los partidos tradicionales.

Me acordé de Solari porque, en estos días, tengo la impresión que hay demasiada gente entonando un nuevo réquiem para la izquierda. El Frente Amplio puede perder. Es cierto. Luis Lacalle Pou es el gran fenómeno electoral de 2014. También es cierto. Tabaré Vázquez no seduce y su campaña electoral dista mucho de ser emocionante. Es evidente. Pero el FA puede perfectamente volver a ganar. Y algunas de las razones por las cuales puede ganar por tercera vez tienen puntos de contacto con los argumentos que proponía Solari, hace medio siglo, para explicar la persistente supremacía de los viejos partidos tradicionales. Me explico.

Cuando Solari escribió su Réquiem se hablaba, todo el tiempo, de la “crisis de los partidos tradicionales”. Hoy, aunque con menos énfasis, también se habla de la “crisis del FA” (comités de base vacíos, liderazgos desgastados, denuncias de corrupción, etcétera). Hace 50 años, para explicar la supervivencia de los partidos tradicionales solía decirse que el electorado estaba dominado ideológicamente. Ahora, con frecuencia se escucha o se lee a dirigentes de los partidos tradicionales hacer exactamente el mismo argumento pero en relación al FA. Polemizando con estas explicaciones, Solari argumentó que para explicar la supervivencia de la izquierda habría que partir de tomar en cuenta lo que llamó “las funciones no políticas” de los partidos tradicionales. Dicho tour court: el clientelismo.

Según Solari, los partidos tradicionales lograban reproducir su red de lealtades fundamentalmente gracias a su función como “intermediarios entre los individuos y la sociedad global y las organizaciones que la sociedad global ha plasmado, particularmente las estatales”.1 Esta función de intermediación (ante la Caja de Jubilaciones o cualquier otra oficina pública) era especialmente valorada por los ciudadanos más pobres y desinformados. Ayudando, desde el “club político”, a estos individuos a lidiar con las grandes estructuras burocráticas, los partidos cumplían, por un lado, una función igualadora (le permitían a los más pobres acceder a ciertos bienes y servicios) y, por el otro, aseguraban su propia supervivencia política. El recurso al empleo público, cuando la crisis golpeó con más intensidad, desde luego, fue otra de las “funciones no políticas” que operó con la misma lógica.

Pasaron 50 años. Este país cambió mucho. Gracias a las reformas llevadas adelante después de la dictadura por esos mismos partidos tradicionales ya no se precisa la tarjeta de un dirigente político para tener un teléfono, obtener empleo o cobrar una jubilación. Pero el esfuerzo hecho por los gobiernos frenteamplistas por ayudar a los más pobres a través de un amplio abanico de políticas públicas es similar, en términos funcionales, al que hacían los partidos tradicionales mediante los mecanismos analizados por Solari. El FA, como los viejos partidos tradicionales desde el “club político”, ha cumplido una función igualadora. Pero, al mismo tiempo, apuntando las baterías de sus políticas públicas de modo tan sistemático hacia los más pobres, los “fidelizó”.

La izquierda atendió la emergencia social durante el gobierno de Vázquez. Aunque siempre prefirió un enfoque universalista en las políticas sociales, implementó políticas focalizadas. Decenas de miles de familias se beneficiaron con el Panes. El FA fracasó notoriamente en reformar la educación. Pero, por ejemplo, con el programa Maestros Comunitarios llegó a lo más profundo de los barrios marginados.

Es probable que la política laboral del FA haya fortalecido los sindicatos más de lo que los empresarios están dispuestos a aceptar. Pero, a lo largo de una década, el salario de los trabajadores creció notoriamente. La izquierda, con otros medios y otras políticas, como los viejos partidos tradicionales, se las ingenió durante una década para atender su clientela.

El FA no parece estar pudiendo retener a la clase media (hay buenas razones para pensar que estos sectores son los que más enfáticamente reclaman “renovación”). Tampoco, por defectos propios y méritos de sus adversarios, le resulta sencillo sintonizar con la juventud. Pero puede ganar la elección presidencial de este año porque gobernó durante una década pensando en los más pobres. Y los pobres, siempre son más.

El FA puede perder. La Era Progresista se puede terminar. No hay forma de tener certeza, a menos para quien firma esta página, de cuál será el resultado final de la elección. Pero los lectores de Solari no nos sorprenderemos si vuelve a ganar.

Adolfo Garcé- Doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar- adolfogarce@gmail.com

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