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viernes, 8 de agosto de 2014

LA OPINION DE QUIQUE KIERSZENBAUM: SOBRE GENOCIDIOS Y CRIMENES DE GUERRA

Cada vez más la palabra genocidio se convierte en el adjetivo calificativo con el que muchos describen lo que sucede en Gaza. Pienso en las víctimas de Ruanda, Darfur, en la población civil de Siria y en el pueblo armenio, por nombrar algunos de los genocidios ocurridos y creo que con ese uso se los desvaloriza.



A no entendernos mal: es claro que los posibles crímenes de guerra o las violaciones a los derechos humanos tendrán que ser investigadas. Me es imposible, después de escuchar y leer a decenas de militares, políticos, analistas y diplomáticos israelíes, intentar explicar lo que pasa en Gaza. Me refiero específicamente a los bombardeos a edificios donde familias enteras murieron, el bombardeo a los niños en la playa (según declaraciones del vocero del ejército sabían quien estaba en la playa al momento del ataque). Me refiero también al hospital para discapacitados, a las escuelas de UNRWA o la destrucción de barrios enteros de la franja, el bombardeo masivo e indiscriminado en Rafah después de que un soldado israelí fuera capturado, y ni que hablar del alto número de niños y mujeres muertos en esta operación militar. Decir que cosas así pasan en las guerras es irresponsable, además de inaceptable.

La doctrina militar llamada 'Dahiya' utilizada por Israel en 2006 durante la guerra en Líbano no funciona. Esta doctrina presupone que el alto precio pagado por la población civil -por la alta cantidad de destrucción de hogares e infraestructura- en las zonas utilizadas para disparar cohetes hacia Israel, llevará a esa población civil a oponerse a su gobierno. Esa idea absurda no ha funcionado en Líbano y tampoco en las operaciones previas en Gaza. Es verdad, Hamás dispara sus cohetes desde dentro de zonas pobladas, pero las bombas que matan y destruyen siguen siendo israelíes. Por eso, la 'Dahiya' no funciona.

Hamás, el movimiento islámico radical, fue responsable de los atentados suicidas contra civiles en Israel entre los años 2002 y 2005. Atentados contra cafés y buses, que atacaron a civiles inocentes en las principales ciudades del país con un doble objetivo: el de cobrar la mayor cantidad de víctimas posibles y el de crear el miedo en la población.

En su nueva fase, miles de cohetes han sido disparados a la población civil, que vive amenazada y asustada, con el mismo objetivo. Hamás dispara en las inmediaciones de barrios superpoblados y esconde cohetes en escuelas. Además, parte de sus cohetes terminan cayendo en Gaza, causando destrucción y muerte entre su propia gente. Sin duda alguna Hamás también tendrá que responder a investigaciones por crímenes de guerra. Posiblemente a Hamás no le importa la población civil en Gaza. Pero, ¿porque a ellos no le importe, no me tiene que importar a mí?

Para mí los inocentes tienen nombre. Se llaman Eman, una colega y amiga que tiene 2 hijas en Gaza, una de un año y medio que durante los bombardeos comenzó a sangrar en los oídos por la onda expansiva de las explosiones, o Ashraf, el chofer que me ha protegido en mis viajes a Gaza, quien cuando fue a ver su casa en Bet Hanoun esta estaba completamente destruida. Era el hogar de 60 personas. Como ellos, otros tantos que conocí durante años.

Israel ha bombardeado con artillería una de las zonas más superpobladas del mundo.
La artillería, un arma estadística y no precisa, ha sido la encargada de la destrucción masiva y de muchas de las muertes en Gaza. Así me lo explicaron ex combatientes de la artillería israelí quienes sirvieron en el ejército en operaciones anteriores en Gaza y quienes dieron sus testimonios a la organización "Rompiendo el Silencio".

Esa organización junta testimonios de ex combatientes, quienes denuncian abusos que cometieron o de los que fueron testigos durante su servicio militar. Mil soldados han dado ya su testimonio. Al utilizar la artillería en un lugar como Gaza, Israel no puede argumentar que ha tomado todas las medidas posibles para evitar víctimas civiles.

Creo profundamente en el derecho de autodeterminación del pueblo palestino, como también creo en el derecho de Israel a defender a su población. Mientras miremos solo hacia atrás, a la historia del conflicto, no podremos dar un solo paso hacia delante: la historia es muy dura para ambos pueblos. Como en todos los conflictos, hay dos narrativas que cuentan en forma opuesta lo ocurrido. Mientras no se acepte esa premisa básica no se podrá negociar.

El sitio a Gaza y la ocupación de Cisjordania tienen que llegar a su fin, para poder encontrar una justa solución para ambos pueblos. Una solución que llegará solamente mediante negociaciones, que por duras y difíciles que sean, son el único camino para una salida real al conflicto. Las negociaciones tienen que llevar a las partes a comprometerse, a pagar el precio necesario para llegar a la paz y no convertirse en otra estrategia que prolongue el conflicto; no más negociaciones eternas. La zona necesita una solución urgente que ponga fin al conflicto. Un conflicto en donde ambas partes se ven como victimas pero nunca como victimarios.

No me malinterpreten: no considero que este sea un conflicto simétrico. A final de cuentas, hay una ocupación en Cisjordania que dura ya 47 años y un sitio a Gaza de 7 años que tienen que llegar a su fin. Y Gaza no puede ser ignorada en esa futura solución. Los mapas y las propuestas están hace tiempo sobre la mesa, pero un liderazgo poco responsable ha dejado escapar todas las oportunidades presentadas.

Por eso tenemos que ser precisos en el uso del términos genocidio. Su uso desvía la discusión sobre lo ocurrido, evitando que quienes tengan que responder por lo acontecido en Gaza, lo hagan en forma precisa.

Quique Kierszenbaum es fotógrafo, cámara y periodista uruguayo. Corresponsal de Televisión Nacional de Uruguay en Medio Oriente. Twitter @Quique_K

Fuente: El País de M.

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