No es la primera vez que se generan estos enfrentamientos entre los israelíes y las fuerzas paramilitares de Hamás. Hamás dice sin ocultarlo, que su idea es eliminar a lo israelíes y los israelíes les devuelven la gentileza procurando erradicar a la dirigencia de Hamás. Hamás no desea establecer un acuerdo de paz con Israel y no se molesta en ocultarlo en sus dichos y en su accionar. El asesinato de 3 jovencitos judíos, cuando el Papa Francisco había logrado reunir a los presidentes de Palestina e Israel, es su "hazaña" más cercana. Luego unos dementes ultras de Israel asesinaron a un jovencito palestino y Hamás aprovechó entonces la bolada, para ponerse a disparar cientos de cohetes sobre Israel y a esperar que estos arremetieran como un elefante enloquecido sobre Gaza. La pregunta que nos hacemos es: es razonable que el gobierno de Israel aplique toda su enorme capacidad de respuesta militar sobre el territorio de Gaza ? al hacerlo logra que mueran culpables e inocentes y que los dirigentes de Hamás que no son tontos, se pongan a buen resguardo, dejando que civiles no combatientes y paramilitares de 3er. nivel sean los que mueran. No será hora que Israel busque una manera más inteligente y eficiente de lograr erradicar los ataques desde Gaza y lograr la paz con ese territorio ? Creemos que si. La frase más adecuada que hemos escuchado en estos días, fue del Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, quien dijo: "Los palestinos están atrapados entre la irresponsabilidad de Hamás y la dura respuesta de Israel". A continuación le ponemos al alcance de su lectura, pues hay que escuchar todas las campanas, una interesante información del diario español El País de Madrid, realizada en su mayoría desde el lugar del conflicto.
Para llegar a lo que fue la residencia de discapacitados de Beit Lahia bastaba con seguir ayer, en sentido inverso, las huellas de sangre húmeda que dejaron los pies descalzos de la enfermera Salwa Abu Alqamsam tras la explosión que la dejó herida. Cuentan en esa localidad norteña de Gaza que los aviones israelíes mandaron un cohete de advertencia a las cuatro y veinte de la madrugada. Cinco minutos después cayó un potente misil sobre la residencia. Murieron Saha Abu Saada y Ola Wishahi, dos mujeres incapaces de moverse. Otros tres pacientes sufrieron heridas. Nadie sabe por qué Israel eligió este objetivo, aunque en el vecindario aventuran que un antiguo inquilino del piso de arriba podría ser militante de la Yihad Islámica. Se mudó hará un mes.
Un vecino llamado Sadala el Masri explicaba que, tras escuchar el cohete de advertencia que a veces disparan los israelíes para alertar de un ataque inminente, muchos se quedan en casa por miedo. Él no dejó la cama porque se sentía más seguro que fuera. Los discapacitados físicos no tuvieron elección. Pero a El Masri le tocó el boleto ganador.
No así a Yusef y Anas Qandil, padre e hijo de 38 y 18 años. Sabían que su edificio del campo de refugiados de Yabaliya había vivido cierto líder yihadista. Por eso salieron de casa al escuchar una explosión de aviso en la noche del viernes. Se sentaron a distancia prudencial, con unos vecinos. Los golpeó un pequeño proyectil de precisión, de los que disparan los aviones no tripulados (drones) israelíes que sobrevuelan Gaza día y noche. Dejan un cráter minúsculo cuando explotan. Su onda expansiva mata en un radio limitado de 10 o 12 metros.
Mientras, al caer la noche crecía en Gaza el temor a una invasión terrestre israelí. El Ejército pidió a los vecinos del norte de la Franja que evacuaran sus casas. Avisó que en las próximas horas lanzaría un “ataque importante”.
El Ministerio de Sanidad palestina ya contaba ayer 130 palestinos muertos, entre ellos al menos 23 niños. El número de heridos superaba los 1.000 a mediodía. En los más de 1.100 ataques contra casas de presuntos militantes de Hamás y la Yihad Islámica y las estructuras de ambas organizaciones islamistas, Israel no había matado aún anoche a ninguno de sus dirigentes principales ni de sus comandantes. Ayer, 15 personas murieron en un ataque contra la casa del jefe de la policía de Gaza, según informaron a Reuters fuentes del Ministerio de Sanidad.
Hamás y la Yihad Islámica siguieron disparando cohetes contra Israel. Según las cuentas oficiales del Ejército, ayer lanzaron 36 proyectiles de diferentes potencias. En total ya suman más de 550 desde el martes, lanzados pese a que Israel bombardea la Franja cada pocos minutos. Causaron el viernes su primer herido de consideración en una semana de guerra, un hombre de 61 años en Ashdod. Hamás lanzo anoche varios cohetes contra Tel Aviv de los que cuatro fueron interceptados.
El cirujano Sobhi Skaik, director clínico del gran hospital de Al Shifa, lamentaba el sábado “la perversión” de llamar “ataques quirúrgicos” a los bombardeos israelíes con drones. Han llenado su clínica de amputados como Rashid Kafernah, un policía de 30 años herido por uno de esos pequeños misiles. Su madre, Feryal, lo espera “día y noche desde el miércoles” en una esquina del vestíbulo del hospital. Quizá sobreviva. Explicó el veterano medico que las esquirlas de estas bombas “siegan los miembros como cuchillas”.
Su jefe Naser Tatar no ha dormido “mas de una hora seguida” desde el domingo. Con aspecto de cansancio atroz, el director del Al Shifa explicaba en su despacho que “la situación ya es mucho peor que en [las operaciones militares israelíes de] 2008 y 2012”.
En Gaza hay carencias desde el cerco impuesto por Israel tras la guerra civil palestina que en 2007 separó Gaza, controlada por los islamistas de Hamás, de la Cisjordania gobernada por Al Fatah. Se agravaron con el golpe de Estado que depuso hace un año al Gobiernos islamista de Mohamed Morsi, aliado de Hamás en Egipto.
En el Al Shifa “ya escasean la adrenalina, la anestesia, los antibióticos…", según explicó Tatar en sorprendente orden alfabético antes de dar a entender con un gesto que ya escasea todo. La necesidades se han cuadruplicado desde que duran los bombardeos israelíes.
Si llega la temida invasión terrestre, “volverá a duplicarse” según Tatar. La carencia pasará a emergencia “y habrá que quedarse mirando cómo se nos mueren los heridos”. La UCI del Al Shifa ya estaba el sábado "al borde de su capacidad". Hace dos semanas que no reciben mas suministros que “aparatos para diálisis; nada para emergencias”.
Desde Gaza resulta complicado encontrarle algún sentido político a estas hostilidades, cuyo desenlace es imposible de predecir. Hamás tiene muy poco que perder en una región depauperada, cercada por Israel y aislada por tierra, mar y aire desde que Egipto cerró su frontera tras la caída de Morsi. Un guerra unifica a la población y relega otras penurias a segundo plano. Si esta es la ganancia que buscan los líderes de Hamás, se arriesgan a que la destrucción termine por afectarles a ellos.
Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha apaciguado con la guerra a los socios más derechistas de su coalición de Gobierno, que pedían más mano dura con Hamás. Se arriesga a que la situación se desboque hacia otra Intifada. Además, su aplastante superioridad militar y la clamorosa desproporción entre los daños que sufre Israel y los que inflige a los palestinos seguirán socavando su imagen internacional. Sean cuales sean los cálculos, los 1,8 millones de habitantes de Gaza pagan su disparatada factura.
Los ministro de Exteriores de USA, Gran Bretaña, Francia y Alemania, que se reúnen en Viena, han anunciado que intentarán conducir a ambas partes hacia un alto el fuego,
Las radios de Gaza daban el miércoles exaltados partes de guerra sobre los cohetes de Hamás que, según insistían las ondas entre fanfarria y fanfarria, ya habían alcanzado la distante localidad de Haifa, más de 100 kilómetros al norte de la frontera entre la Franja e Israel.
Aunque según el Ejército israelí los proyectiles se quedaron a unos 40 kilómetros de Haifa, sorprende la nueva capacidad bélica desplegada por Hamás en esta fase de las hostilidades. Los cohetes sólo han causado heridas leves a 2 personas, en parte gracias al sistema defensivo Cúpula de Hierro. Aun así, en Israel preocupan cada vez más el eco de las sirenas antiaéreas en el norte de Tel Aviv y los recientes impactos en Jerusalén y cerca de las instalaciones nucleares de Dimona.
Pero en las calles vacías de Gaza sólo se percibía el miércoles rabia, dolor o hasta una resignación mineral mientras los misiles israelíes golpeaban la ciudad varias veces cada hora. Ni asomo de triunfalismo. La noche anterior, confirmaban muchos, “fue la peor en años”. Lo certificaban docenas de cráteres y de casas reventadas por toda la ciudad.
La familia Hamad puso 6 de los 53 muertos que se han cobrado los bombardeos israelíes por mar y aire contra la franja de Gaza desde la madrugada del martes. Horas antes de que sus parientes llenasen su casa en Beit Hanun para darle las condolencias, el anciano Mohamed había perdido a su mujer, a 3 hijos y a 1 nieta en un bombardeo que también mandó al hospital a otro nieto de 3 años. En su jardín se veían el miércoles restos del pequeño proyectil que, con la precisión quirúrgica de la que alardean los militares, le había extirpado media familia. El juego de té que usaban hasta la explosión seguía desperdigado entre sangre seca y plantas de jardín.
Uno de sus hijos muertos, Hafez, militaba en la Yihad Islámica. Hamad se encoge de hombros: “¿También mi nieto de 3 años y mi nieta de 22? Pagan los civiles”. Conversaban, dice, bien entrada la noche tras romper el ayuno de Ramadán. Hace un gesto cansado ante la mención del supuesto uso de niños como escudos humanos: “Esto es el jardín de mi casa”.
Unos kilómetros Gaza adentro, en el barrio de Zaitun, Mayed al Zabut contaba a mediodía cómo los israelíes le habían llamado por teléfono en mitad de la noche para que desalojara su casa, ahora un montón de escombros. Lo ha perdido todo, explicó. De pronto, el bramido de un gran cohete palestino disparado entre las casas a unos 100 metros puso en fuga a los adultos, por temor a un contragolpe inmediato de la aviación israelí. Los niños, en cambio, salieron en tromba hacia la lanzadera.
En Israel acusan a Hamás de ocultarse entre civiles para que cada respuesta militar cause víctimas inocentes. En los 360 kilómetros cuadrados de Gaza viven más de 1,8 millones de personas. Toda la Franja tiene la densidad de población de una gran ciudad. Se diría, entre bombardeo y bombardeo, que las calles de la Gaza en guerra son de los niños y de los muchachos jóvenes, que parecen no temerle a nada. Se arremolinan al borde de los tremendos cráteres poco después de cada explosión y celebran los lanzamientos de misiles como jugadas del Mundial de fútbol.
En la Franja, el paro supera el 65 % y la pobreza castiga al 90 % de la población.
Según explicaba en su oficina de Gaza el activista palestino Raji Surani, “la vida aquí es catastrófica desde 2007”, cuando empezó el cerco israelí a la zona, que había quedado bajo control de Hamás tras la breve guerra civil que dividió los territorios palestinos.
La segunda matanza de civiles del día fue en el barrio de Askola, donde Mahmud y Abdelkarim Malaka sacaron muertos a sus primos Amina y Mohamed, de 28 y tres años, de las ruinas de su casa arrasada. Por la tarde, los muchachos se afanaban en rescatar pollos vivos de entre los restos del gallinero. Otros tres parientes están en el hospital de Al Shifa, en Gaza. El jefe de los servicios de emergencia, Ashraf al Kidra, explicaba allí que “quedan dos o tres días para que la situación sea insostenible” en las clínicas de la zona, cuyas reservas de medicinas están al 30 % y las de material quirúrgico, al 50 %.
El activista Surani pide que se evite “evaluar la situación en términos de matemáticas militares”. El alcance de los cohetes de Hamás es “irrelevante ante la abrumadora superioridad israelí”. Cree que los palestinos tienen otras posibilidades de revuelta “para salir de una opresión peor que antes de la segunda Intifada”, que empezó en 2000.
Mientras, en el exterior se oía una corta salva de misiles israelíes, el letrado comparó la ocupación militar con arenas movedizas: “El que se mete se hunde más con cada movimiento que haga”. Lo peor de todo, remachó, “es el hundimiento moral”.
Fuente: El País de M.
Noticias de días anteriores relacionadas a los hechos
Tres de los seis israelíes detenidos por quemar vivo al joven palestino Mohamed Abu Jadair han confesado su implicación en el crimen. Los sospechosos, entre los que hay menores de edad, son ultraderechistas judíos que mataron a Abu Jadair como represalia por un triple asesinato en Cisjordania atribuido por Israel al grupo islamista. Este lunes continúa vigente una orden de secreto judicial sobre la identidad de los detenidos y otros detalles del caso, que según diversos medios pertenecían a grupos ultraortodoxos relacionados clubes de hooligans en Jerusalén. Los detenidos escenificaron el secuestro para ayudar a la reconstrucción judicial de los hechos. La policía investiga, además, si los arrestados participaron el martes pasado en el secuestro frustrado de un niño palestino de nueve años, muy cerca del lugar donde al día siguiente desapareció Abu Jadair.
El primer ministro israelí, el conservador Benjamin Netanyahu, ha telefoneado a la familia del adolescente palestino. Les ha prometido que los sospechosos responderán ante la justicia: “Sobre ellos recaerá todo el peso de la ley; denunciamos ese comportamiento brutal, el asesinato de su hijo es aborrecible y no puede ser aceptado por ningún ser humano”. Los servicios secretos internos israelíes, conocidos como Shin Bet, han desaconsejado la visita del presidente, Simón Peres, a la familia del chico asesinado, que pertenece a un gran clan en el barrio palestino de Shuafat, en Jerusalén Este. Esta noche, tras una jornada de tranquilidad, las calles del barrio volvieron a ser escenario de batallas campales entre manifestantes palestinos y antidisturbios israelíes en una dinámica que se ha repetido tras el hallazgo del cadáver del adolescente el pasado miércoles
Margen Protector. Así bautizó el lunes el Ejército de Israel la nueva operación militar contra la franja de Gaza, un territorio de 360 kilómetros cuadrados en el que viven 1,8 millones de palestinos y que controla el grupo islamista Hamás, considerado terrorista tanto por Estados Unidos de América como por la Unión Europea.
La ofensiva, según las Fuerzas Armadas israelíes, tiene como objetivo frenar los ataques mediante cohetes hacia territorio israelí por parte del grupo islamista Hamás. Es el motivo esgrimido también en las operaciones Plomo Fundido y Pilar Defensivo —así se denominaron los ataques de Israel a la franja en 2008 y 2012 respectivamente—.
Esta vez, la intensidad de la violencia subió inicialmente a partir del 12 de junio -tras la desaparición de Gilad Shaar, Neftalí Fraenkel y de Eyal Yifrah, tres jóvenes de 16 y 19 años que hacían autoestop a la salida de una escuela religiosa cerca de un asentamiento israelí en Cisjordania-- y de nuevo el pasado 3 de julio, cuando un joven palestino fue secuestrado y asesinado —la autopsia apunta a que fue quemado vivo— por un grupo de judíos extremistas como venganza por el triple crimen. Las milicias palestinas no tardaron en lanzar cohetes desde la franja a Israel.
El Ejército bombardeó el territorio en el marco de su tercera gran operación para "frenar el lanzamiento de cohetes", según dijo, y debilitar a Hamás.
Hasta el momento, Israel ha desplegado tropas en la frontera con Gaza y ha movilizado a 1.500 reservistas.
Pilar Defensivo, hace dos años, duró ocho días de intensos bombardeos en los que murieron seis israelíes y casi 170 palestinos, incluidos civiles, implico la movilización de 70.000 reservistas israelíes.
En 2008, Plomo Fundido —operación más dura contra la franja de Gaza desde que Hamás tomó el control— duró 22 días en los que unos 1.400 palestinos y 13 israelíes perdieron la vida, según la ONG israelí Betselem. La mayoría de ellos, civiles.
Tras la oración del segundo viernes de Ramadán, muchos en Gaza se temían que la relativa calma bélica fuera la que, se dice, precede a las tormentas. No así el escolar de 17 años Mohamed Jerasem, que salió de la mezquita del campo de refugiados de Al Sati con el ánimo bien alto: “Están matando a nuestras madres y nuestros niños”, observó. Y añadió que en Gaza están “orgullosos” de la “respuesta, de los cohetes y de la resistencia hasta la última gota de sangre”. Un discurso casi idéntico al sermón que había dado el imán minutos antes. También podría ser del líder de Hamás, Ismail Haniya, que en tiempos de paz vive muy cerca del templo. Las radios y las televisiones reflejan esa misma doctrina pétrea de resistencia y triunfalismo, mientras las bombas y los misiles israelíes machacan Gaza día y noche.
La discrepancia entre el entusiasmo oficial y la realidad de los bombardeos es casi tan abrumadora como la inferioridad militar de los grupos de Gaza respecto a la moderna máquina militar de Israel. El joven Jerasem se cree lo que cuenta el imán y repiten la radio y la televisión de Hamás desde la clandestinidad. Aunque entre los civiles adultos se percibe más bien rabia, desamparo o resignación ante la muerte que les cae del cielo, también a ellos les cala la propaganda.
“No sólo los agresores necesitan justificarse”, explicaba el viernes el politólogo Waje Abu Zarefah, “también las víctimas tratan de explicarse por qué los están matando”. Nada mejor para eso que los presuntos éxitos bélicos que difunde Hamás las 24 horas del día.
“Nuestros cohetes golpean Tel Aviv”, dicen clamando venganza contra “el enemigo sionista”. Zarefah sonreía: “A algunos les consuela creer que nos masacran porque somos peligrosos”. El discurso casa con las persistentes informaciones israelíes sobre las salvas de cohetes que les llegan desde Gaza. Son ya muchos cientos, que no han matado a un solo israelí y apenas han causado daños reseñables.
Hamás, explicaba el profesor y escritor entre calada y calada, “no es un movimiento, es un Estado” con su Ejército, su policía y su aparato de propaganda. No duda el palestino de Gaza en tachar al grupo islamista de “totalitario” y a sus métodos, de "fascistas". Su férreo control en Gaza conserva las simpatías mayoritarias de la población desde que, en 2007, ganó las elecciones y expulsó de la Franja a sus rivales del partido Al Fatah, que se quedaron el Gobierno en Cisjordania. Ambas formaciones presentaron un Gobierno de reconciliación en junio.
Hamás se sirve del clientelismo, con decenas de miles de empleos públicos “innecesarios” para Zerefah, pero también de una red “eficiente y socialmente útil” de ayudas a los muchos cientos de miles de pobres entre los más de 1,8 millones de palestinos que se hacinan en la miseria de la Franja. Difunden su ideología islamista con sus propios medios de comunicación, como la emisora Al Aqsa TV, o mediante los muchos imanes afines que predican en toda la Franja. Pero según el izquierdista laico Zarefah, “su verdadero prestigio les viene de su capacidad militar”.
Los empleados públicos de Gaza llevan más de 2 meses sin cobrar su sueldo. Hamás tiene problemas económicos desde que un golpe de Estado depuso hace un año al Gobierno electo del islamista Mohamed Morsi en Egipto. Un transportista de 47 años llamado Amjad aventuraba, por eso, que están “en la guerra de los sueldos”. Este palestino “laico y comunista” cree que Hamás participa en la escalada con Israel “para forzar a que Al Fatah les ayude”.
Pero, a ojos de Estados Unidos de América y de la Unión Europea, pagar a Hamás es ayudar a un grupo terrorista. Abbas se arriesgaría a perder apoyos internacionales.
En el salón de su casa, el psicólogo Yamil Abdati dudaba por la tarde de la influencia de la propaganda. Abdati, que atiende diariamente a víctimas de los bombardeos israelíes, cree que los aparentes triunfalismos juveniles responden a que, en Gaza, “se han instalado la desesperanza y la convicción de que no nos queda nada que perder”.
Cuando 2 misiles israelíes reventaron la vivienda de Yasir al Hajj con sus padres y sus 6 hermanos dentro, el supuesto militante de Hamás no estaba allí. “A saber dónde”, se encogía de hombros el jueves su vecino Kamal Abu Lebda. Ante la montaña de ruinas de lo que fue la casa de los Al Hajj y la fachada hundida de la suya propia, Abu Lebda trataba de sacudirse el polvo de hormigón que le manchaba hasta el bigote mientras relataba cómo, pasadas las tres de la mañana, había sentido en mitad del sueño que una onda expansiva lo aupaba en volandas. Escuchó el bombazo tras caer “a cuatro metros” de la cama.
Después, gritos “de mujeres, de hombres y de niños”. Fuera no se veía nada a esas horas, porque la luz se va a menudo en el Bloque G del campo de refugiados de Jan Yunis, al sur de franja de Gaza.
A media mañana, en cambio, el sol exacerbaba los grises del cemento en el cráter abierto en mitad del barrio, el ocre de la tierra removida y el lomo brillante de las moscas que pacían en los chorretones de sangre. Docenas de vecinos y familiares escarbaban con las manos entre los escombros, buscando el cadáver aún sepultado de Omar, uno de los hijos de la familia. Tenía 20 años. Entre sus hermanos muertos había varias chicas menores de edad.
Horas más tarde de que la Fuerza Aérea liquidara a la familia Al Hajj mientras el sospechoso Yasir estaba fuera, la legendaria perspicacia de los servicios secretos israelíes quedaba en entredicho con el anuncio oficial y el correspondiente desmentido de que habían matado al jefe de los comandos lanzacohetes de Hamás, Ayman Siam.
Habría sido el primer éxito militar reseñable en una oleada de ataques que hasta la tarde de ayer ya se había cobrado 88 vidas palestinas según el Ministerio de Sanidad de Gaza.
La ofensiva aérea de Israel contra el grupo Hamás —considerado terrorista por la UE y USA— comenzó durante la noche del lunes.
Entre las víctimas mortales figuran al menos 22 niños, 15 mujeres y 12 ancianos. Los heridos rondaban el jueves los 650. Israel ha ejecutado más de 800 ataques aéreos contra cientos de objetivos. Algunas veces llaman para alertar del bombardeo. Otras, como en el caso de los Al Hajj, la muerte no avisa.
Las radios de Hamás en Gaza seguían, entre tanto, celebrando supuestos éxitos de sus lanzaderas de cohetes, que siguieron abriendo fuego contra Israel, con un triunfalismo que sólo encontraba correlato en la alarma israelí.
Desde que las Fuerzas Armadas de Israel comenzaron esta masiva operación contra Gaza, los 470 cohetes palestinos han alcanzado distancias inauditas pero solo han causado heridos y daños poco reseñables. Dos soldados resultaron el jueves heridos en Eshkol, en el Néguev por el impacto de uno de esos proyectiles, según aseguró el Ejército israelí en Twitter.
Israel lo impide con un sistema de protección antiaérea que llaman Cúpula de Hierro. Los palestinos de Gaza, en cambio, encadenaban el jueves tres noches de bombardeos masivos sin alarmas, refugios ni protección antiaérea.
La jornada del jueves marcó un nuevo paso en una escalada violenta que, según temen muchos en la castigada Franja, podría desembocar en una invasión. Si las explosiones ya resultan aterradoras noche y día, no se puede augurar el efecto destructivo de una incursión terrestre, que siempre llega precedida de ataques masivos de artillería y aviación.
Hasta hace bien poco, los expertos insistían en que ni la debilitada Hamás ni el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu, que tiene otros problemas con Irán y Siria, estaban interesados en una escalada. Las bombas que machacan Gaza son el recordatorio de que la guerra sigue otra lógica. Los portavoces de Hamás negaban ayer “cualquier contacto” con Israel a través de la mediación de Egipto o de Turquía.
Las fuerzas militares israelíes movilizaron el jueves a 20.000 reservistas y decretaron medidas de protección civil en un radio de 40 kilómetros de la frontera con Gaza. Esto sugiere que continuará la violencia.
El fútbol levanta pasiones en la Franja. Durante la noche del miércoles, un grupo de muchachos se reunió en un chiringuito de la playa de Jan Yunis. Cuenta Mohamed Ferwand, que tiene 21 años y es primo de uno de ellos, que querían ver juntos la semifinal entre Argentina y Holanda. Al día siguiente solo quedaba un gran boquete tras el letrero del chiringuito, llamado La playa de la diversión. Una excavadora seguía buscando los restos de Salim Sawali, de 23 años, muerto en un bombardeo aéreo mientras veía el fútbol. Los cadáveres de ocho amigos suyos, de entre 16 y 25, ya estaban camino del cementerio. Es costumbre musulmana enterrar a los muertos antes de 24 horas.
Por eso el jueves por la mañana apenas había hombres junto a la casa de la familia Nawasra: asistían al sepelio de cuatro de sus miembros.
Al edificio le falta la fachada desde el bombardeo de la tarde previa y presenta el interior de cuatro habitaciones, como una gran casa de juguete. Arriba a la izquierda, donde las paredes son blancas, estaba Somud Nawasra cuando cayó el misil que mató a sus dos hijos Nidal y Mohamed, de cinco y dos años. Jugaban en la habitación rosa de la planta baja a la derecha. Mientras lo contaba, Somud sólo lloró al señalar la copa de un árbol: “Allí colgaba el cuerpo de Mohamed”.
Pasaban dos minutos de las seis de la tarde (una hora más que en la España peninsular) cuando las sirenas han vuelto a escucharse este jueves en Jerusalén, alertando de la llegada de nuevos proyectiles lanzados por las milicias de Gaza. Según informa el departamento de comunicación del Ejército israelí, han sido cuatro los proyectiles con destino a la capital triplemente santa. Dos han sido interceptados por la Cúpula de Hierro, el sistema antimisiles desplegado en los puntos más calientes de su geografía con hasta siete baterías, y otros tantos han caído en zonas abiertas. No se han registrado daños personales ni materiales. Aunque inicialmente fuentes militares indican que los dos impactos se han producido en la zona sur de la ciudad, la Policía señala que uno ha tocado suelo palestino, golpeando en un campo cisjordano próximo a la colonia judía de Maale Adumim, más al este. Hamás ha reivindicado este lanzamiento y ha concretado que ha empleado misiles M75, considerados de largo alcance.
Es la segunda vez en esta Operación Margen Protector, iniciada hace tres días, en que las sirenas saltan en Jerusalén, a más de 80 kilómetros de la frontera con Gaza. Durante la noche del martes, hacia las 22.30 horas, otros dos cohetes cayeron en la zona. Uno, en un área montañosa conocida como Mateh Yehuda y el otro, en el asentamiento de Pisgat Zeev, en la zona oriental. Tampoco entonces hubo daños. En el ataque de esta tarde, no obstante, el ruido sordo de los impactos y de las interceptaciones ha sido perfectamente audible en toda Jerusalén, cuya rutina no se ha detenido más que unos minutos, al abrigo de los refugios.
Israel ha intensificado durante la noche del miércoles la operación Margen Protector sobre Gaza. El Ejército hebreo ha disparado contra 322 objetivos en la franja, causando la muerte de al menos tres personas, lo que eleva a 88 —de los cuales 22 son niños, según el Centro Palestino de Derechos Humanos— la cifra de muertos por los bombardeos, según la agencia Reuters. Israel sostiene que dispara sobre objetivos de Hamás, el grupo islamista palestino que controla Gaza desde 2007, que a su vez lanza misiles sobre territorio israelí, con un radio de alcance cada vez mayor. Egipto ha abierto su paso fronterizo de Rafah, el único cruce del país africano a la franja, para recibir heridos palestinos, según informa la agencia de noticias estatal egipcia.
A primera hora de la tarde, el Ejército ya informó de que otro cohete había impactado en una casa particular en Sha´ar HaNegev, en el desierto del Negev, causando sólo daños en la vivienda pero no a sus residentes. En esta misma población ha quedado dañada la entrada de un edificio educativo que no estaba abierto. Hasta nueve cohetes han sido lanzados contra el consejo de Eshkol, de forma simultánea, en un intento de superar las baterías antiaéreas. Sólo ha habido, finalmente, daños menores en una carretera. En estos días de operación se han registrado en todo Israel dos heridos leves por metralla.
En lo que va de jueves ningún cohete ha superado los 90 kilómetros de distancia, como sí ocurriera ayer, cuando dos proyectiles se quedaron muy cerca de Haifa, más de 130 kilómetros al norte de Gaza, un hito insólito para las milicias de la franja. Esta mañana al menos cuatro cohetes han sobrevolado Tel Aviv, pero todos ellos han sido anulados por la Cúpula de Hierro. Algunos restos han caído en calles en plena actividad pero sin dañar a los transeúntes.
Desde la medianoche, Israel ha sido la diana de 120 cohetes (van en total unos 470) de los que 103 han impactado finalmente y el resto han podido ser destruidos en el aire. La efectividad de las baterías en las zonas donde están dispuestas roza el 90%, añade el Ejército.
Esta mañana, tras la nueva reunión del gabinete de seguridad local, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha dejado claro que en este instante no ve una solución negociada a la vista. “No estoy hablando con nadie acerca de una tregua en este momento. Ni siquiera está en la agenda”, ha dicho tajante. Ya anoche, el Ministerio de Exteriores de Egipto —país que en noviembre de 2012 logró poner paz entre las partes pero que hoy no tiene predicamento ni con Hamás, ahora que ya no ostentan el poder sus afines Hermanos Musulmanes— reconoció que se estaba limitando a pasar de mesa a mesa una sarta de reproches y exigencias.
Ze’ev Elkin, el presidente de dicho comité y miembro del partido de Netanyahu, ha propuesto tomar pasos aún más duros contra Gaza, incluyendo cortar el agua y electricidad de Israel hacia la franja. Netanyahu se ha mostrado reticente: "Los asesores legales no lo permitirán". Netanyahu ha ordenado que aumenten los ataques aéreos y ha subrayado que Israel no se permitiría tomar tales pasos, como hacen otros países durante momentos de guerra: "No podemos hacer lo que los rusos le hicieron a los chechenos".
Fuentes militares insisten en que se va a reforzar la presión sobre los islamistas en los tres o cuatros próximos días al menos, en los que seguirán los bombardeos por aire y desde el mar, y pasado ese tiempo, “si no regresa la calma a los ciudadanos”, se pensará seriamente en la intervención militar por tierra. Ya hay 14.000 soldados desplegados en la frontera.
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