Durante mucho tiempo, el panorama hotelero montevideano estuvo con un retraso significativo respecto a los países de la región, pero en los últimos años esta realidad cambió bruscamente con un crecimiento endémico de la propuesta hotelera y una evidente mejora en los servicios que prestan.
La nueva oferta apunta principalmente a hoteles de 4 y 5 estrellas e incluye a las grandes cadenas hoteleras, lo cual es una variante al panorama habitual. Si bien cadenas como Sheraton y Radisson ya se asentaron en la ciudad hace unos cuantos años, ahora se añaden nombres como Hilton, Hyatt y Sofitel. Las facilidades que se ofrecen y la posibilidad de contar con ocupación a lo largo del año, constituyen el principal atractivo para los inversores.
Con una nueva oferta, los servicios y la atención debieron mejorar forzosamente, incluyendo a los hoteles tradicionales de Montevideo que debieron actualizarse para no quedar relegados. Esto sumado al surgimiento de las OTAs (online travel agencies), ha abierto las puertas a nuevos mercados, aunque también generó ciertas dificultades al poner las tarifas a la vista provocando una constante guerra tarifaria.
¿Qué ocurre con el público? La creciente oferta debe estar en consonancia con la demanda, pero el mercado está regido por las variables internacionales que condicionan la afluencia de visitantes principalmente desde Argentina, de donde proviene el mayor porcentaje de turistas. La situación económica de la vecina orilla y el corralito cambiario han dado un duro golpe al turismo hacia Uruguay, a lo que se suma la desaparición de la aerolínea insignia del país, PLUNA, que dejara vacante un gran número de vuelos provocando una merma en los viajeros que llegan a la capital.
Ante este panorama cabe plantearse la duda sobre la rentabilidad de esta explosión hotelera y las posibilidades futuras de la industria turística de continuar la situación regional. También debemos destacar el peligro de saturar la oferta, que debería contrarrestarse con una mayor y más diversa oferta de actividades, lo cual requeriría de una planificación conjunta entre los actores públicos y los privados.
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