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domingo, 15 de septiembre de 2013

URUGUAY: TRABAJANDO EN LAS ALTURAS

Los andamios y balancines ya no son la norma obligatoria a la hora de realizar algún arreglo, y cada vez es mas común ver gente suspendida desde techos, torres y puentes de la ciudad. Para algunos el escenario puede resultar casi terrorífico, pero para unos pocos, se ha convertido en un espacio tan rutinario como la oficina.


Un inevitable gustito por la adrenalina, buena remuneración y -paradójicamente- mayores condiciones de seguridad que otros sectores de la construcción son un anzuelo atractivo para ingresar a las tareas verticales, un oficio que parece tener tanto de rapel como de albañilería.

El trabajo vertical es el conjunto de técnicas basadas en cuerdas, anclajes y otros dispositivos, que permiten trabajar en lugares de difícil acceso. Desde alturas hasta espacios confinados. Se originaron en la década de 1970, debido a la dificultad que existía para acceder a algunos sitios con los medios tradicionales. ¿Y quienes podían llegar allí? Alpinistas, rapelistas, espeleólogos, etc. Los métodos evolucionaron y hoy existe un conjunto de técnicas para cada especialidad: sanitaria, electricidad, limpiezas de silos, etc

Vértice soluciones en altura cuenta con 20 técnicos y es una de las empresas mas grandes del país. Su director Mauricio Sosa, ademas de arquitecto es instructor de alpinismo. No es muy difícil adivinar cómo llegó a esta profesión. La fábrica de Botnia a 120 metros de altura y la antena de canal 10 a unos 130, son algunos escenarios para los que la empresa fue contratada. "Por naturaleza humana, la cabeza te dice no salgas, no te tires", dice Sosa. "El miedo es natural" ¿Y cómo se controla al miedo? "Chequeando los equipos. Una vez que todo está chequeado, ahí te tiras".

El trabajo no parece apto para quienes sufren de acrofobia, el miedo a las alturas, pero la demanda viene creciendo en los últimos años. Adaptabilidad, rapidez, costos menores y minimizar las molestias de los ocupantes, son algunas ventajas de las tareas verticales frente a estructuras como andamios, balancines, escaleras o grúas. Y explican el crecimiento del rubro.

Vertical fue la primera empresa del país. En sus 12 años capacitó mas de ochenta operarios. Según Claudio Cañette, director de la empresa, la aparición de estas técnicas trajo tanta aceptación como sorpresa. Había mucho escepticismo, cierta resistencia cultural a ver gente colgando del techo, al punto de que se llegaba ponía a los trabajadores al nivel de los equilibristas. Recién después de dos años, dice Cañette, la sociedad empezó a asimilar la idea. Hoy el sector cuenta con 15 empresas formales y ronda los 100 operarios.

Para el que observa desde el piso, el trabajo vertical parecería ser para temerarios.

Martín Llanes de la empresa Escala Trabajos en Altura aprendió las técnicas cuando residía en isla de Menorca, en España. Ve cómo natural la alarma que su trabajo a veces genera, pero eso no quiere decir que sea fundamentada. Una vez, venía caminando por la calle, y se detuvo a ver a unos trabajadores limpiar ventanas, cuando una señora le pasó por al lado y le dijo: "que ganas de matarse estos tipos". A Germán le pasa un poco lo mismo con sus amigos, que le dicen que no harían su trabajo "ni mamados".

Pero mas allá de la especulación, lo cierto es que los números consagran este sector como de los mas seguros de la construcción. Según Miguel Duarte, secretario de Seguridad e Higiene del Sunca, el sector está bien regulado, y no se ha registrado ningún accidente.

Para Llanes, estar trepado con el equipo adecuado es mucho mas seguro que, por ejemplo, trabajar en un andamio. En su trabajo, dice, únicamente puede haber un accidente por "error humano" y por eso es necesario tomarse todo el tiempo del mundo para chequear los equipos. Otro factor a tener en cuenta, dice, es el clima, ya que la lluvia daña los equipos y el viento provoca inestabilidad.

Sosa, de Vértice, dice que el riesgo de accidentes siempre existe, pero está minimizado mediante protocolos estrictos. Todo trabajador cuenta con equipos que incluyen arneses especiales, dos cuerdas -una de trabajo y otra de seguridad- y sistemas antipánico, entre otros dispositivos. Un equipo de primera calidad, igual al que utilizan las mejores empresas internacionales ronda los 4.000 dólares. Otra medida indispensable es trabajar con un mínimo de dos personas. Cada operario cuenta con equipo suficiente para autorescate, pero por las dudas siempre es necesaria la presencia de un compañero. Solo jamás.

Por mas medidas de seguridad que se apliquen, para hacer este trabajo se necesita cierta madera. Según Sosa las personas con vértigo sufren de un síndrome que es la visión de tubo. La visión se encierra -como la de un caballo con anteojeras- e impide estar relajado. Y algunos no lo logran superar. Lo más fácil sería tomar gente con "cabeza de escalador" y enseñarles labores de la construcción. Pero el alpinismo no es exactamente un deporte nacional en Uruguay, y por ende el proceso regular es el inverso.

Vértice cuenta con un centro de entrenamiento, donde brinda capacitación sobre trabajo en espacios en altura y espacios confinados, así como cursos a otras empresas en sistemas anticaídas y seguridad. Preparar una persona desde cero lleva aproximadamente dos semanas. Ahí recién puede iniciar con tareas sencillas, que impliquen anclajes simples y pocos metros de altura. Pero adquirir la experiencia necesaria para trabajar a cien metros del piso puede llevar varios meses.

Cañette, de Vertical, dice que el vértigo es una cosa real, "el cerebro te dice: esto no es para vos" pero puede llegar a superarse. Tan sólo el 5% de los operadores que recibieron cursos de capacitación no lograron realizar las técnicas en el campo. Pero la adaptación no es una cuestión de intrepidez, sino de formación continua. "Acá no nos interesa gente que busca sacar el carné de guapo", dice, y agrega que la empresa busca un perfil de la construcción, joven, y con determinadas condiciones psíquicas y físicas. Una vez que se adaptan, dice Cañette, el trabajo termina fascinando a la mayoría. "Se vuelven adictos al trabajo en la altura", dice.

Martín Fattori es representante en Uruguay de Stelimp, la empresa argentina que realiza la limpieza de vidrios para el World Trade Center. En un día ocho operarios pueden limpiar los vidrios de los 24 pisos de una de las torres. Y para Fattori, si bien la modalidad está creciendo, todavía falta avanzar. Por ejemplo, dice, en Punta del Este, donde abundan los edificios con fachada de fibra de vidrio, la mayoría no cuentan con los anclajes necesarios para poder realizar este tipo de trabajo. Fattori, también coincide en que no son muchos los trabajadores del rubro, pero realmente disfrutan la tarea, al punto de que un médico una vez le comentó que eran casos de "adicción a la adrenalina".

La adrenalina puede ser un incentivo, pero el factor económico también pesa. Un técnico de tareas vertical puede ganar un 20% mas que en otros sectores de la construcción. Para Llanes, de la empresa Escala, el rubro es un atractivo para muchos trabajadores independientes. Con 1.500 dólares, dice, se pueden obtener los equipos necesarios para dos operarios, y los márgenes de ganancia son altos, pero una de las falencias principales es la ausencia de cursos formales de capacitación para trabajadores independientes.

La proliferación también tiene sus aspectos negativos. En 2000 el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, aprobó una Resolución Técnica de Trabajos verticales, que obliga a las empresas a acondicionar sus procedimientos a las normas internacionales, otorgar la capacitación correspondiente y realizar examen psico-físicos a todos los operarios, entre otras disposiciones. A Sosa, de la empresa Vértice, le asusta un poco que muchas veces estas normas no se están cumpliendo como corresponde. Mas de una vez, le ha pasado de estar caminando y ver una obra donde los operarios no tenían equipos adecuado. Incluso ha visto gente trabajando sola. Y a esa altura cualquier error puede ser fatal.

100 es el número de operadores de tareas verticales que, se estima, hay en el país.

Fuente: El País

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