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viernes, 27 de mayo de 2011

UNA DAMA MUY VIAJERA

La dama del armiño, una de las obras fundamentales de la exigua producción artística de Leonardo da Vinci y por tanto una de las grandes joyas del Renacimiento italiano, será desde el 3 de junio 2011 la estrella de la exposición "La edad de oro de Polonia" en el Palacio Real de Madrid y es considerado como uno de los acontecimientos artísticos de la temporada.


No es común que piezas de este relieve viajen. Y esta no es precisamente una excepción. Tras recalar en la capital, se aprovechará el abandono del hogar (el Museo Czartoryski de Cracovia) para que visite Berlín y la National Gallery de Londres. De vuelta en casa, no volverá a dejarla en un plazo mínimo de 15 años.

Pero antes, la dama debe cumplir sus obligaciones en España. La tabla -de 54,8 por 40,3 centímetros, pintada hacia 1490- se instalará en una sala noble del palacio, especialmente acondicionada para alojar una pieza que revolucionó el arte del retrato por variadas e inmateriales razones que incluyen ese movimiento en espiral que asciende por la cabeza; el estudio anatómico de las manos, el rostro y el cuello; ese aire que se diría tangible (el famoso sfumato) y, sobre todo, su armónica e imperecedera belleza renacentista.

El equipo de especialistas en cristales blindados que crearán una urna-marco para garantizar las condiciones idóneas para la pintura, el panel de 40 centímetros de fondo pensado para no alterar la contemplación del cuadro, los 30.000 euros del viaje, costeados entre los tres países beneficiarios de la visita... Todo es poco para preservar una tabla que, si bien ha sobrevivido dos guerras mundiales, expolios nazis e intentos de agresión, se mantiene en óptimas condiciones.

¿Un milagro? Nicolás Martínez-Fresno, presidente de Patrimonio Nacional, prefiere reservar esa palabra para definir la llegada a España de la tabla.

En el proceso de seducción de tan venerable dama han intervenido personalmente desde el presidente Zapatero a la ministra Ángeles González-Sinde o el propio rey Juan Carlos, quien contempló hace años en Washington la obra de Leonardo y conoce personalmente al príncipe Czartoryski, propietario de la obra y del resto de una valiosísima colección depositada en el museo de Cracovia.

"La historia de este cuadro", explica Martínez-Fresno, "ha corrido casi paralela a la de la propia Polonia".

La peripecia a la que se refiere el director incluye episodios como el hallazgo en 1939 en las catacumbas de un castillo polaco y su posterior requisición por las fuerzas invasoras nazis, que la enviaron al Museo del Kaiser Friedrich en Berlín.

En 1940, Hans Frank, general del Gobierno de Polonia, exigió la restitución del tesoro a la ciudad de Cracovia, lo que, en la ignominiosa práctica, supuso que esta acabase adornando la villa privada del militar.

La suerte de la pintura previa al muy convulso siglo XX comenzó en realidad en Milán. Leonardo la creó por encargo del duque Ludovico El Moro.

La dama es Cecilia Gallerani, tan bella como joven amante del duque, retratada con 17 años, cuando Leonardo contaba poco más de 40. Las sucesivas restauraciones no han tocado la figura de la mujer, pero sí han afectado a su fondo.

Se sabe que el negro actual no es el original. Tampoco, la firma que aparece en la parte superior izquierda.

¿Y el armiño? El animal daba sobrenombre al duque. La única polémica que arrastra la obra es, precisamente, la naturaleza de la criatura: ¿Es una comadreja? ¿Un hurón? ¿Acaso una garduña?

Ajeno a disquisiciones zoológicas, la enigmática mascota descansará hasta septiembre en Madrid junto a 190 obras que testimonian la riqueza cultural de los fondos museísticos de Polonia e incluyen tesoros firmados por artistas como Lucas Cranach o un bellísimo óleo sobre tabla, Niña en un marco, del Rembrandt maduro.

El rastro del retrato de Cecilia Gallerani desapareció al morir la joven y hasta principios del XIX no se vuelven a tener noticias de la obra. Entonces pasa a formar parte de la colección de la familia Czartoryski, en la que ya se contaban piezas de Rembrandt o Rafael.

Tras la llegada de las tropas del zar vivió el exilio en París, en el hotel Lambert. La guerra francoprusiana propicia su vuelta a Polonia. Desde 1876, presidió el museo de Cracovia hasta la llegada de los nazis.

Fuente:el País

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