En árabe se dice "rajm" y es uno de los peores castigos que se pueda sufrir: morir lapidado, a piedrazos. Pero la lapidación no es un invento del Islam. Es un castigo que ya se registraba en la Antigua Grecia y que fue aplicado por diferentes pueblos como el judío a lo largo de la historia. Claro, 2.500 años atrás y cuando el concepto de derechos humanos no existía y el absolutismo total primaba en el planeta Tierra.
Aunque la lapidación por haber cometido adulterio no figura en el Corán ni en los ejemplos que dejó el profeta Mahoma, el férreo Código Penal iraní lo incorporó en una serie de artículos.
El artículo 102 dispone que "la lapidación de un adúltero o una adúltera debe llevarse a cabo mientras cada uno es colocado dentro de un agujero y cubierto con tierra, él hasta la cintura y ella hasta la línea por encima de su pecho".
La diferencia no es un hecho menor. Ser enterrado hasta la cintura le permite al hombre cubrirse y protegerse con brazos y manos. Y si logra escapar durante el ataque, puede irse en libertad. Con los brazos inmovilizados y el cuerpo enterrado hasta el pecho, a la mujer le es imposible huir.
Para que no queden dudas, el artículo 104 del Código Penal dispone, en relación con la pena por adulterio, que deben utilizarse piedras "no tan grandes como para matar a la persona de uno o dos golpes ni tan pequeñas como para no poder considerarlas piedras". La idea es que la muerte sea lenta.
Los registros que hay en Irán sobre la lapidación datan de la Revolución de 1979. El Comité Internacional Contra la Lapidación elaboró un informe con fuentes iraníes que sostiene que desde 1980 han sido lapidadas cerca de 150 personas y otras 23 esperan ser ejecutadas a piedrazos, además de Sakineh. La mayoría son mujeres.
El peor año de todos fue 1989 cuando murieron lapidados 20 hombres y 22 mujeres.
Tres casos se recuerdan bien en Irán. Son los de Abdollah Farivar, Afsane Rahimi y Rahim Mohammadi. Por la presión internacional sus condenas a morir lapidados fueron suspendidas momentáneamente, pero luego fueron ejecutados en la horca.
Otras 17 personas tuvieron más suerte y lograron salvarse de esta muerte gracias a las acciones del Comité Internacional Contra la Lapidación.
Son Soqra Molaei (Fatemeh), Parisa Akbari, Jila Izedi, Leyla Mafi, Najaf Akbari, Kobra Najar, Mokarameh Ibrahimi, Hajie Ismailvand, Shamameh (Malek) Qorbani, Zohreh Kabiri, Azar Kabiri, Azam Khanjari, Zahra Rezaei, Leyla Qomei, Gilan Mohammadi, Gholam Ali Iskandari y Sima. Algunos fueron castigados con 99 latigazos.
La lapidación aparece mencionada en seis ocasiones a lo largo de las 114 suras que tiene el Corán y en ninguna está vinculada con el adulterio ni se la nombra como una forma de castigo específica por algún tipo de crimen. Y según los hádices (dichos) de Mahoma, el profeta siempre intentó mitigar y hasta eliminar esta práctica.
"Rechacen los castigos de los musulmanes tanto como dependa de su poder; si hay otra salida para liberarlos, entonces liberarlos. Porque si el Imám comete un error perdonando eso es mejor que si lo comete castigando", le dijo Mahoma a sus fieles.
Según la arabista española Delfina Serrano, la lapidación fue una pena concebida para evitar el adulterio y no para ser aplicada en la realidad.
El proceso en el Islam por el cual debía probarse el adulterio -y por ende castigarlo con la lapidación- era tan engorroso como casi imposible. En primer lugar, los adúlteros debían confesar su culpa y el embarazo no podía usarse como una confesión tácita.
Además, cuatro testigos debían haber visto a la pareja "in fraganti", en pleno acto sexual. No servían los indicios, las pruebas indirectas ni las habladurías.
Y como si fuera poco, ninguno de los testigos podía ser familiar de los acusados y tampoco podían tener asuntos ni intereses que los vincularan para evitar así falsos testimonios y castigos injustificados.
Además de Irán, Sudán, Somalia, Nigeria, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Yemen y los talibanes en Afganistán aplican esta pena, según ha señalado Amnistía Internacional.
Fuente:Clarín
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