El régimen argelino logró atajar la revuelta juvenil adoptando, el sábado por la noche, una retahíla de medidas económicas (supresión de aranceles e impuestos) que deberían recortar en un 41% el precio del azúcar y del aceite.
Argelia vivió el domingo, aunque extrañe día laborable, su primera jornada relativamente tranquila desde principios de la semana pasada.
Los comercios reabrieron en la docena de ciudades donde se habían producido tumultos y la circulación de los ferrocarriles, interrumpida para evitar que sean apedreados, se reanudó con normalidad.
El diario El Watan solo señalaba en su web al anochecer, enfrentamientos en Ain Hadjel, en la comarca de Msila, a 300 kilómetros al sur de Argel. Tras enterrar a un joven muerto, unas 6.000 personas reclamaron la liberación de los manifestantes detenidos.
El ministro del Interior argelino, Daho Ould Kablia, proporcionó, a mediodía, un balance de los disturbios a través de la agencia de prensa oficial APS.
Hubo, según él, tres muertos durante la revuelta, dos de ellos en circunstancias no aclaradas -uno de ellos en Msila- y el tercero apareció carbonizado en un hotel de Boumerdes al que los manifestantes prendieron fuego. También hay unos mil detenidos, muchos de ellos menores de edad.
Después de la intervención ministerial, el diario El Watan señaló que se habían registrado otros dos muertos, el dueño de una cafetería de Tiaret, alcanzado por una bala en la cabeza y un policía de paisano en la región de Cabilia. El número de muertos total asciende a cinco.
El brusco aumento del precio de los productos de primera necesidad impulsó a los jóvenes a echarse a las calles para protestar.
Kablia reconoció que el encarecimiento "inquietó" a todas las capas sociales, pero las manifestaciones no guardan, según él, "ninguna relación con temas socioeconómicos".
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