-- --

Buscar información

Facebook y Twitter

lunes, 31 de enero de 2022

INTESTINO: ASI LOGRA DIFERENCIAR SI LO QUE COMES CONTIENE AZUCAR O EDULCORANTES

Las papilas gustativas pueden o no ser capaces de distinguir el azúcar real de un sustituto, pero hay células en el intestino que sí saben distinguir entre las dos soluciones dulces. Además, pueden comunicar la diferencia al cerebro en milisegundos. Según un estudio publicado en la revista ‘Nature Neuroscience’.


Poco después de que se identificara el receptor del sabor dulce en la boca de los ratones, los científicos intentaron eliminar esas papilas gustativas. Pero se sorprendieron al descubrir que los ratones aún podían discernir y preferir de algún modo el azúcar natural al edulcorante artificial.

La respuesta a este enigma se encuentra mucho más abajo en el tracto digestivo, en el extremo superior del intestino justo después del estómago. Según la investigación de Diego Bohórquez, profesor asociado de medicina y neurobiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, en Estados Unidos de América.

«Hemos identificado las células que nos hacen comer azúcar, y están en el intestino», resalta Bohórquez. «Infundir azúcar directamente en el intestino inferior o en el colon no tiene el mismo efecto. Las células sensoras están en la parte superior del intestino», prosigue.

Tras descubrir una célula intestinal llamada célula neuropodal, Bohórquez junto con su equipo de investigación, ha investigado el papel fundamental de esta célula. Como conexión entre lo que ocurre en el interior del intestino y su influencia en el cerebro.

El intestino se puede comunicar con el cerebro en milésimas de segundo

El intestino, argumenta, habla directamente con el cerebro, cambiando nuestro comportamiento alimentario. Y a largo plazo, estos descubrimientos podrían conducir a formas totalmente nuevas de tratar enfermedades.

Denominadas originalmente células enteroendrocrinas por su capacidad de segregar hormonas, las células especializadas de los neurópodos pueden comunicarse con las neuronas mediante rápidas conexiones sinápticas. Y están distribuidas por todo el revestimiento de la parte superior del intestino.

Además de producir señales hormonales de acción relativamente lenta, el equipo de investigación de Bohórquez ha demostrado que estas células también producen señales neurotransmisoras de acción rápida. Que llegan al nervio vago y luego al cerebro en milisegundos.

Bohórquez señala que los últimos descubrimientos de su grupo demuestran además que los neurópodos son células sensoriales del sistema nervioso. Al igual que las papilas gustativas de la lengua o las células cónicas de la retina del ojo que nos ayudan a ver los colores.

«Estas células funcionan igual que las células cónicas de la retina que son capaces de percibir la longitud de onda de la luz», explica Bohórquez.

«Detectan rastros de azúcar frente a edulcorantes y entonces liberan diferentes neurotransmisores que van a diferentes células del nervio vago y, en última instancia, el animal sabe ‘esto es azúcar‘ o ‘esto es edulcorante'», prosigue.

El antojo de azúcar y no de edulcorantes artificiales se puede explicar por medio de nuestro intestino

Utilizando organoides cultivados en laboratorio a partir de células de ratón y humanas para representar el intestino delgado y el duodeno (parte superior del intestino), los investigadores demostraron en un pequeño experimento que el azúcar real estimulaba a las células individuales de los neurópodos.

Mediante una técnica denominada optogenética, los científicos pudieron activar y desactivar las células de los neurópodos en el intestino de un ratón vivo. Para demostrar si la preferencia del animal por el azúcar real estaba impulsada por señales del intestino.

«Confiamos en nuestro intestino con los alimentos que comemos. El azúcar tiene tanto sabor como valor nutritivo y el intestino es capaz de identificar ambos», subraya Bohórquez.

«Muchas personas luchan contra los antojos de azúcar, y ahora comprendemos mejor cómo el intestino percibe los azúcares (y por qué los edulcorantes artificiales no frenan esos antojos)», señala la coautora Kelly Buchanan, residente de Medicina Interna en el Hospital General de Massachusetts.




   

No hay comentarios: