Óscar Tabárez dirigió a Uruguay en cuatro eliminatorias (1990, 2010, 2014 y 2018) y en todas clasificó al mundial, y en todos los mundiales pasó, al menos, la serie. Además de los logros deportivos, puso a Uruguay en el centro del discurso futbolístico mundial, motivo de orgullo para muchos. Asimismo, como director de selecciones nacionales logró resultados importantísimos en mundiales juveniles, pero, sobre todo, proyectó jugadores de elite hacia la selección mayor. Tal vez el logro más importante fue que nos acostumbró a creer que se puede y nos hizo muy felices.
No alcanzaría un artículo para detallar
los logros deportivos, culturales, organizativos y hasta económicos. Lo que sí
nos interesa mencionar son las formas que tuvo el entrenador durante estos años
a cargo de la selección, pues la hipótesis de este artículo es que allí está la
verdadera causa de su despido.
LA
ESCUELA
El Maestro Tabárez pensó el fútbol como
la más importante de las cosas menos importantes y, anclado a eso, el fútbol
como una herramienta para llegar a otros lugares. Para hacerlo se enfrentó con
un poderoso entramado que utilizaba a la selección uruguaya como un trampolín
para aumentar su poder empresarial.
Ese enfrentamiento no fue fácil, comenzó
por sacar de la selección a aquellos futbolistas que corrompían un estilo de
trabajo en el que el colectivo siempre era más importante que las
individualidades. Ayudó a vender mejor los derechos de televisación de la
selección y alentó a los jugadores a defender sus derechos de imagen. Se
enfrentó también con la prensa hegemónica, les quitó a los periodistas la
potestad de poner o sacar jugadores de la selección, respondió con altura
intelectual los ataques disfrazados de preguntas y, sobre todo, le dio un trato
igualitario a todos los medios de comunicación.
Recorrió un proceso en el que la celeste
estuvo por encima de todo. Era raro, pero cuando uno entraba al Complejo
Celeste (otro logro de su gestión) cada uno de los presentes se acercaba a
saludar, así fueran porteros, jugadores juveniles o mayores. El saludo como
forma de reconocimiento y respeto era innegociable. Junto con ese respeto, el
cariño de los jugadores, grandes estrellas mundiales, que se tomaban varios
minutos firmando autógrafos, sacándose fotos y sonriendo amablemente; eso se
los inculcó Tabárez, como reconocen Suárez, Godín y otros.
El Maestro logró manejar un vestuario
con grandes estrellas gracias a la construcción de grupalidad. Siempre se ocupó
de que los jugadores se sintieran a gusto y con ganas de venir a la selección.
Esto parece obvio. ¿Quién no va a querer venir a la selección? Hay que recordar
que eso antes no pasaba.
La coherencia de su discurso se
transformó en una forma de trabajo concreta, una ética que le valió el respeto
de los más encumbrados jugadores y entrenadores, nacionales y extranjeros. El
proceso se plasmó en resultados y estos le dieron la razón.
LA
RAZÓN VS. EL PODER
Tabárez tiene razón, pero otros tienen
el poder, y ese poder enfrentó a Tabárez. La casta que gobierna el fútbol
uruguayo está compuesta por dirigentes vinculados a los partidos políticos del
gobierno y empresarios con injerencia directa en los medios de comunicación.
Tabárez molestaba.
Seamos justos, los argumentos esgrimidos
por los dirigentes para sacar a Tabárez son de carácter deportivo. Primero: los
malos resultados del último tramo de la eliminatoria. Segundo, algo más
subjetivo: Tabárez no lograba motivar a los jugadores, «no les llega a los
futbolistas», decían. Tercero: necesitaban un «revulsivo».
Primero: sobre la racha negativa de
partidos debemos decir que nunca en la historia de la eliminatoria Uruguay se
enfrentó con rivales tan difíciles de manera consecutiva. Esta situación se dio
porque Conmebol, apoyada por la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), modificó
el calendario, pese a que Tabárez advirtió que ese cambio perjudicaba a
Uruguay. Los dirigentes fueron responsables directos de que Uruguay padeciera
dicha seguidilla, nunca hubo una autocrítica de su parte. Además, Tabárez ya ha
estado en situaciones aún más complicadas de clasificación y siempre logró los
resultados…, pero esta vez no lo dejaron.
Segundo: sobre la llegada a los
jugadores, todos los jugadores de la selección manifestaron su apoyo y en
muchos casos directamente las ganas de que Tabárez siguiera siendo el
entrenador. Decir que «no les llegaba» parece ser, además de una falta de
visión intolerable para un dirigente, una lisa y llana falta de respeto.
Tercero: inmediatamente después de
despedir a Tabárez, los dirigentes de la AUF confesaron que «no tenían definido
el perfil del entrenador», es decir, lo único revulsivo que buscaban era sacar
al técnico. No es que no tuvieran un candidato, ni siquiera sabían qué
características debía tener el entrenador. Un pensamiento que no está a la
altura del cargo que ocupan.
LA
VERDAD COMO MENTIRA
Sacar a Tabárez de la nada era un
escándalo, cortar el proceso en medio de la eliminatoria, cuando Uruguay tiene
buenas chances de clasificar, no podía ser explicado fácilmente, no había
ambiente para echarlo, aun perdiendo, así que había que crear ese ambiente.
Desde la triple fecha de octubre muchos
periodistas, que gozan de prestigio y credibilidad, comenzaron a manejar
«informaciones» de fuentes «muy directas» que afirmaban que las horas de
Tabárez estaban contadas. Se tiró una bomba y se puso el foco en los resultados
inmediatos sin sopesar cualquier otra circunstancia, ni los puntos que
faltaban, ni los rivales, ni los antecedentes. Haciendo relucir una parte de la
verdad y opacando otras, construyeron la mentira.
A cada hora en las redes había una
información nueva: que a Tabárez lo echarían «esta misma tarde», que «Diego
Aguirre ya dio el sí para dirigir», que los jugadores no lo apoyaban. En la
radio y en la televisión los programas más influyentes analizaban la salida del
entrenador como cosa hecha, se generó una sensación en la gente de que aquello
que parecía imposible finalmente ocurriría.
Al mismo tiempo, en programas radiales
de mucha audiencia, pero que nada tienen que ver con el fútbol, se arengaba la
salida del entrenador. Argumentos: ninguno.
Tal vez, digo tal vez, lo que se buscaba
no era tener razón, sino establecer un clima, un ambiente para que los
dirigentes pudieran echar a Tabárez con cierto consenso social.
Aun así no lo lograron, porque Tabárez,
según encuestas, cuenta con el apoyo del 50 por ciento de la población, pero,
sobre todo, cuenta con el apoyo de todos los jugadores de la selección. Dudo
que cualquier entrenador que venga tenga ese consenso.
Esa primera andanada (¿periodística?)
suscitó un escenario en el que Tabárez pasaba a estar en la cuerda floja para
los siguientes partidos, aun cuando los siguientes partidos eran frente a una
de las mejores selecciones argentinas de la historia y frente a Bolivia en La
Paz.
Fue así que Uruguay perdió dichos
partidos y los periodistas volvieron a hacer su juego. No decimos que todos los
periodistas formaban parte de una trama, algunos lo hacían con mucha
convicción, pienso que equivocada pero honesta. Sin embargo, parece claro que
no se puede informar tan mal y ante los hechos ni siquiera pedir disculpas, al
menos no quienes después dan clases de periodismo.
EL
FINAL COHERENTE
Esta campaña tuvo como corolario que los
dirigentes comunicaran a la población la decisión de echar a Tabárez después de
15 años como entrenador a través de un mensaje en las redes y casi al mismo
tiempo hicieran declaraciones a la radio que más había arengado su salida.
Parece una forma más que simbólica, parece una forma de la vieja selección, la
que cambió Tabárez; parece un regreso de lo viejo, un triste regreso a aquella
selección con injerencia de los empresarios y algunos periodistas.
Fue, en definitiva, el triunfo de una
forma vil de entender el fútbol, de entenderlo en su vínculo con la sociedad,
de entender el rol del periodismo. Al mismo tiempo, una derrota de la forma
Tabárez de entender el fútbol, la del respeto, la de poner a la selección por
encima de cualquier interés particular, fue la triste derrota de la forma que
nos hizo muy felices y orgullosos.
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