-Brasil tiene una enorme maquinaria pública que Bolsonaro va a tener que ocupar. Son entre 20 y 30 mil puestos, que hoy nos los tiene. En cambio, el PT y el PSD (Partido Social Democrático), que son los dos grandes partidos brasileros, tienen un grupo de cuadros enormes. Su partido es insignificante y solamente tiene a un economista llamado Paul Guedes, un auténtico Chicago Boy que tiene un rejunte de ideas más asociadas al mercado. Este personaje dice que va a hacer todo en este posible gobierno. Bolsonaro expresa que es un capitán del ejército y que no conoce de economía, que de eso se va a encargar el ministro. Y la gente, en vez de ver eso como una debilidad lo ve como algo honesto, que no conoce y delega en alguien que sabe. Ahí está donde nos secuestraron el debate y las ideas.
-¿El posible triunfo de este candidato neofascista podría tener relación con el fracaso de la democracia liberal como una forma de resolver los problemas de la gente?
El psicólogo y periodista argentino Eduardo Sincofsky analiza para Nueva Sión la situación política planteada en Brasil de cara al balotaje del domingo 28
En Brasil , el triunfo en primera vuelta del excapitán de ejército Jair Bolsonaro es un ejemplo de cuando una sociedad vota un cheque en blanco hacia el abismo. Sus declaraciones históricas no pasaron inadvertidas: “Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también”. “No emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario”. “Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí”.
Sin embargo, su discurso de mano dura y anti PT (Partido de los Trabajadores) atravesaron todos los sectores sociales y el próximo 28 de octubre puede ser elegido como el próximo presidente de Brasil.
“Bolsonaro gana la subjetividad en el territorio cultural”, dice a Nueva Sión Eduardo Sincofsky, máster en Opinión Pública, quien vive en Brasil desde hace 16 años, y agrega que el atentado que sufrió en su contra le jugó a favor porque “lo humanizó”. El analista argentino advierte que “la falta de debate genera una ecuación política en términos muy simplistas”, y ante la consulta sobre lo que pudiera suceder en el vecino país, enfatiza: “El voto a Bolsonaro es un paso al precipicio”.
Eduardo Sincofsky, psicólogo y periodista argentino especializado en Opinión Pública, titular de la consultora brasileña Nox4think
–¿Podrías trazar un perfil de quién es Jair Bolsonaro?
-Bolsonaro es una persona nefasta, un excapitán del ejército que tiene 27 años como diputado nacional y que en todo ese tiempo presentó solamente tres proyecto de ley insignificantes. Lo más importante es que nunca tuvo el juego político para negociar con otro en el sentido de qué se incluye y qué no en una ley. Bolsonaro tomó relevancia a partir del impeachment a Dilma Rousseff, cuando dio un discurso funesto a finales de abril de 2016, con su voto por el “sí” en homenaje el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, la persona que torturó a Dilma. Hay una colección de videos suyos con frases terribles, como por ejemplo que: “Nunca tendría un hijo gay porque le daría una cachetada”, o que: “La mujer se produce por una debilidad o un desliz del hombre en el acto sexual”, o que: “Hay que fusilar a Fernando Enrique”, o que: “El primer día que asuma voy a realizar un golpe”. Es una persona que gana notoriedad porque se suma a la onda anti PT o Lula, que claramente es la principal fuerza social y política que existe hoy en Brasil.
-¿Por qué un candidato menor como Bolsonaro ganó las elecciones en primera vuelta?
-Bolsonaro ganó las elecciones porque culturalmente secuestró el debate electoral. Te diría que los intercambios políticos se dieron con los memes y este recurso es la banalización de la política. Es la caricaturización como vacío de contenido. Bolsonaro hizo un carnaval electoral donde todo tiende a la broma. Y esto minimiza la cuestión del giro a la derecha. Es decir, no hay 50 millones de fascistas en Brasil. Lo que existen son personas que están cansadas de la corrupción, de que estén siempre los mismos tipos en el poder, además de querer un cambio en lo económico. Este es un país que vino de una crisis muy fuerte, que se ha intentado revertir, pero el cambio no se visualiza. La transición con Temer fue absolutamente difícil.
-El gobierno de Macri ganó las elecciones, entre otras cosas, agitando el fantasma de que si no ganaba, Argentina se parecería a Venezuela. ¿En Brasil sucedió lo mismo?
-Hubo eslóganes que decían que hay que evitar el comunismo, una falacia porque si hay algo que el gobierno del PT no fue es comunista, al contrario. En muchísimos aspectos de la macroeconomía fue neoliberal, con fuertes políticas sociales. En ese contexto, todos los sectores ganaron dinero. Acá sucedieron cosas parecidas que en Argentina. Esta historia de combatir el comunismo ganó mucha fuerza en el hecho de no parecerse a Venezuela. Y tiene su correlato con cuestiones anecdóticas tanto en lo macro como en lo micro, que es por ejemplo apoyar algunas líneas de crédito que se le dio a ese país o a Cuba en su momento.
-¿Cuánto le sirvió el atentado sufrido el último 6 de septiembre para crecer en las encuestas?
-Bolsonaro tenía hace un año un 8 por ciento de intención de voto. En el 2018 obtiene un 12 por ciento, y hace tres meses llegó al 15 por ciento. La verdad es que comenzó a crecer en los últimos dos meses. Hay un hecho que es bisagra de la elección, que fue ese atentado, porque lo humanizó. Un tipo absolutamente tosco e inocuo, y este hecho lo pone en el campo de lo humano, alguien que tiene emocionalidad, que sufre y está al borde de la muerte y pide que oren por él. Bolsonaro gana la subjetividad en el territorio cultural. Cuando le dan la cuchillada estaba en el 22 por ciento de los votos y tres días después sube al 28 por ciento, entra a la última semana de las elecciones con el 32 por ciento y luego llega al 35 por ciento. Entonces, las mejores proyecciones eran del 38 por ciento. La verdad es que nadie esperaba que se dé este terremoto.
-Además gana con eslóganes muy simples…
-La falta de debate genera una ecuación política en términos muy simplistas. “Precisamos orden”, “mano dura”. Lo que Bolsonaro dice es que: “No podés entrar a una favela con una bandera blanca diciendo ‘vengo acá a pacificar’”, entonces la gente que está harta del tema de la inseguridad le cree y lo vota. La verdad es que Bolsonaro jamás presentó una ley sobre seguridad pública.
-¿Este giro hacia la ultraderecha del electorado brasileño es un salto al vacío?
-La sociedad brasileña es mucho menos ideologizada que la argentina. Esta claridad entre izquierda y derecha es algo más tenue. Brasil es un país que evita el conflicto y se debate mucho menos. Por eso no hay una posición hegemónica de la ultraderecha. Sí, debo reconocer que un montón de conquistas que pertenecen a una agenda más progresista -como la cuestión de los derechos individuales, respeto a la igualdad, a la diversidad- hoy se ven cuestionadas en las redes sociales.
-¿Cómo evalúas el tema de los derechos de las minorías ante un posible triunfo de Bolsonaro?
-Estos días escuché varios relatos de personas allegadas que me preocuparon mucho. Hay un terreno fértil para un discurso terrible contra los homosexuales y otras minorías. Conozco a una persona lesbiana que se estaba besando con su novia en la vía pública y salen de un bar diez tipos a prepotearlas diciéndoles que esto con Bolsonaro no va a pasar más. Esto habla de prender la mecha en actitudes autoritarias. Pero no lo veo como algo hegemónico, lo que hay son grupos de fascistas que aprovechan este terreno fértil para salir del closet. Hay una foto de una persona votando el domingo con una esvástica. Otro que va a votar con una frase terrible de Mussolini.
-¿Qué peso tuvieron las Iglesias, particularmente las denominadas neo-evangélicas, en este triunfo?
-De acuerdo a los datos de encuestas recientes, se estima que son entre el 10 o el 15 por ciento del electorado. Y sí hubo, sobre todo en los últimos días, un apoyo masivo particularmente de Edir Macedo, que es el dueño de TV Record, que es la tercera emisora en raiting. Es evidente que bajó una línea política muy fuerte en sus seguidores que traccionó muchos votos.
-¿Este triunfo es la vuelta de las Fuerzas Armadas al poder sin recurrir al golpe de Estado?
-Yo no englobaría de manera hegemónica a las Fuerzas Armadas, pero sí es un triunfo de todo un discurso que esta corporación defiende. Hubo un acto en el que dos candidatos a diputado de su partido rompieron un cartel que homenajeaba a Marielle Franco, la concejal asesinada hace seis meses en Rio de Janeiro, y hay videos donde se vanaglorian como si fuera un trofeo de guerra. Es como matarla dos veces. Por eso digo que sí hay un espacio de reivindicación de estas cuestiones. Esto sumado a declaraciones del posible gobernador de Rio de Janeiro, Wilson Witzel, que pasó del 1 al 30 %, en las que manifestó la idea de eliminar la Secretaria de Seguridad Pública y que la Policía pase a tener el comando de todo.
-En un futuro gobierno de Bolsonaro, ¿qué estructura política tiene para poder ocupar todos los cargos que se necesita?
-Si uno lo ve en procesos históricos, el gobierno de Lula fue excelente, el primero de Dilma fue bueno y el último de ella fue malo, se desmadró la situación y la salida siempre es por derecha. Lo que estamos viviendo ahora son ciclos conservadores que se dan en el continente y el mundo, que en algún momento van a cambiar. En algunas cosas, el PT contribuyó para que se cree este monstruo. El primer factor es la ausencia de cualquier autocrítica. Más allá de que las acusaciones sean débiles o falsas, el PT tiene un presidente preso. Este partido crece con la bandera de la decencia y la honestidad en toda la función pública. Y se transforma con el tiempo en más de lo mismo. Uno puede pensar que el ser humano tiene contradicciones y que cuando llegan al poder, personas con las mejores intenciones se transforman en lo mismo que una persona de derecha.
Sectores medios que tuvieron o tienen simpatías con las causas sociales que fueron embanderadas por el PT terminaron desconfiando y perdieron credibilidad en este partido. El segundo es que Lula fuerza un candidato propio cuando la situación indicaba que Ciro Gomes era el candidato en el momento en que al líder del PT lo meten preso. Hay una vieja pelea entre los dos, y se privilegia otra cosa. Todas las previsiones de la segunda vuelta indican que Ciro era el único que podía ganarle a Bolsonaro, y Lula mina esa posibilidad poniendo Haddad, un candidato menor. El tercer tiene que ver con los alineamientos. Nunca se escuchó alguna crítica al régimen de la Venezuela de Maduro. Al contrario escuché a partidarios de PT defendiendo ese régimen, que a esta altura es indefendible.
-Por último, ¿cómo tomaron el primer triunfo de Bolsonaro los sectores progresistas, democráticos y del campo popular brasileño?
-Existe una angustia muy fuerte, mucha incertidumbre de no saber que va a pasar. Hay una batalla cultural perdida y el voto a Bolsonaro es un paso al precipicio. Con tal de que el PT no gane, se está dispuesto a dar un cheque en blanco a cualquier candidato. Es un dilema que uno no entiende y que le cuesta digerir.
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