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lunes, 9 de julio de 2018

G. BRETAÑA: ESTAMOS AL BORDE DEL PRECIPICIO Y DISPUESTOS A DAR UN PASO ADELANTE

Tres días después que la Primera Ministra británica Theresa May anunciara el respaldo de su Gobierno a una abstrusa fórmula para el Brexit, las dimisiones del negociador David Davis y del ministro Boris Johnson demuestran que, como todo el mundo sabía, el supuesto consenso era un espejismo y que Reino Unido galopa hacia un suicidio en diferido. Dos años después del referéndum ganado con mentiras por los euroescépticos, Londres no tiene ni propuesta digna para la salida ni negociadores para plantearla. Por no tener, tampoco tiene tiempo para validarla a solo nueve meses de la fecha oficial de salida. Ahora se dispone a no tener ni siquiera Gobierno.


Davis y Johnson han sido al menos consecuentes al encabezar la rebelión contra la primera ministra, cuya continuidad se presenta inviable. Era imposible que el negociador, reconocido eurófobo y famoso por su escasa tenacidad, defendiera ante Bruselas un Brexit no solo blando, sino imposible de llevar a la práctica.

No existe ese jeroglífico que May endosó el viernes a sus ministros, según el cual Reino Unido seguirá aplicando las reglas del mercado único para los bienes, pero no para los servicios ni para el libre movimiento de personas. Eso sí, sin frontera entre las dos Irlandas.

No, eso no existe, pero, además, ¿no consistía el Brexit en recuperar la soberanía total frente a la UE? Hace dos años que Londres se hace trampas al solitario mientras deja víctimas en el camino. Por eso, tiene razón “el recluta” Davis, como se define en la carta de dimisión, cuando dice que la propuesta de May mantiene una gran parte de la economía británica bajo las reglas de la UE, que el control de Westminster será “ilusorio” y que, además, sitúa a Londres en una posición negociadora muy débil.

La deserción de Davis hacía impensable la permanencia en el Gobierno del antidiplomático ministro de Exteriores, Boris Johnson, que ha dado todo un ejemplo de deslealtad e hipocresía mientras llevaba a la otrora prestigiosa diplomacia británica a los niveles más bajos de las últimas décadas.

Van ya siete dimisiones en el Gobierno en los últimos ocho meses, sin contar los que siguen boicoteando el proceso desde dentro. La batalla final, sin embargo, será la que arroje mayor número de víctimas y de mayor calibre. Octubre es el límite para que Londres y Bruselas cierren un acuerdo, de modo que el Parlamento británico y el europeo tengan tiempo para ratificarlo antes del 29 de marzo, el día D de la salida de la UE.

Las deshonrosas fugas de Davis y Johnson disparan las apuestas a favor de un Brexit sin acuerdo. De una catástrofe para los británicos, las verdaderas víctimas de tanta irresponsabilidad. Mientras, los culpables se van de rositas. ¿Dónde están los ultraderechistas y xenófobos que encabezaron el sí al Brexit y llevaron a sus conciudadanos al precipicio? Dos más, el recluta Davis y el farsante Johnson, acaban de saltar del barco.

Boris Johnson ha presentado este lunes su dimisión como ministro de Exteriores británico, profundizando aún más la crisis abierta en el Gobierno de Theresa May tras la dimisión el domingo por la noche del titular del Brexit, David Davis. Es el segundo ministro que dimite en menos de 24 horas, negándose a apoyar los planes de la primera ministra para negociar una ruptura suave con la Unión Europea.

Dos años después de que los británicos decidieran en referéndum abandonar la UE, Theresa May había logrado al fin, el viernes pasado, cosechar el consenso de su Gobierno en torno a un plan para la relación comercial futura de su país con el bloque. La estrategia aprobada el viernes, que la primera ministra pretende publicar este jueves y presentar a Bruselas, plantea una especie de área de libre comercio de mercancías que, entre otras cosas, obligaría a Reino Unido a respetar la normativa europea, sin participar en su creación. Traspasa claramente las líneas rojas marcadas por el sector euroescéptico del partido. En apenas 48 horas, ha quedado claro que la escenificación del consenso no fue más que un espejismo.

Tras la dimisión de Davis, todos los ojos estaban puestos en Boris Johnson, ambicioso ministro de Exteriores, cabeza visible del sector duro del Brexit en el Gabinete, que el viernes, en la reunión en Chequers, la residencia de campo de la primera ministra donde los miembros del Gobierno debatieron el plan de May, se refirió a este como "una mierda", según el relato de algunos de los asistentes. Igual que Davis, Johnson optó, no obstante, por no oponerse al documento durante la reunión. Pero su fidelidad a May se ha desvanecido a lo largo del fin de semana."El consenso de Chequers ha tardado dos años en producirse y dos días en desvanecerse", se ha mofado Jeremy Corbyn, el líder laborista, esta tarde en el Parlamento.

El poco diplomático jefe de la diplomacia se encontraba poco menos que en paradero desconocido durante la mañana de este lunes. Ni siquiera acudió a una cumbre de ministros de Exteriores sobre los Balcanes que se celebra en Londres. El silencio lo rompió a primera hora de la tarde un portavoz de Downing Street: "Esta tarde, la primera ministra ha aceptado la dimisión de Boris Johnson como ministro de Exteriores. Su reemplazo se anunciará en breve. La primera ministra agradece a Boris su trabajo".

Cara visible del sector duro del Brexit, con un largo historial de desafíos a la primera ministra cada vez que esta se alejaba de los postulados más duros en el proceso de ruptura con la UE, la salida de Boris Johnson hace tambalearse a la primera ministra, disparando la probabilidad de que May acabe enfrentándose a una moción de censura. Esta se desencadenaría si al menos 48 diputados conservadores lo piden por carta a Graham Brady, presidente del Comité 1922, el órgano que representa a los diputados tories sin cargo en el Gobierno. De producirse la moción de censura, May se enfrentaría a una batalla por el liderazgo, en la que Boris Johnson se perfila ya como uno de los potenciales candidatos.

Los rebeldes no tienen ni mucho menos garantías de que ganarían la moción, ya que la mayoría de los diputados del partido son partidarios de un Brexit suave y muchos consideran una locura arriesgarse a una crisis que podría acabar abriendo las puertas de Downing Street al laborista Jeremy Corbyn. Pero la situación, con la salida de los dos grandes pesados del sector euroescéptico del Gobierno, es poco menos que insostenible. Theresa May tenía previsto dirigirse a sus diputados a las 17.30 (hora de Londres), después de su comparecencia en la Cámara de los Comunes para presentar un plan que hoy, apenas dos días después de aprobarse por su Gabinete, parece ya poco menos que papel mojado


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