Franco
llegó a Uruguay en setiembre de 2015 junto a sus padres, su hermana y
su hermano, procedentes de Venezuela. La familia Artigas es una de las tantas que eligieron
emigrar a Uruguay huyendo de la grave crisis que afronta ese país, en busca de
un futuro mejor. Cinco meses después de su llegada, la madre, María de
los Ángeles Gómez, atravesó una fuerte depresión producto del cambio
brusco y juntos decidieron que lo mejor sería regresar a Venezuela. Pero
a los seis meses estaban de vuelta en Uruguay. "Venezuela ya no estaba
para vivir", dice María de los Ángeles, ahora ya adaptada.
Tanto
ella como su esposo, Jesús Artigas, son economistas. En Venezuela
habían ganado la licitación de un local de comida en un colegio y eran
los encargados de servir el almuerzo. Por esta razón, sintieron
particularmentela escasez de alimentos. Primero fueron los porotos,
luego el arroz y después la pasta. Su profesión no les permitió dudar
mucho a la hora de decidir qué hacer.
La
única condición para elegir el nuevo lugar de residencia era que fuera
seguro para los niños. Canadá, Argentina y Uruguay eran los países que
tenían en mente. Canadá fue descartado por razones climáticas. Y aunque
sabían que Argentina sería más barato para vivir, Jesús siempre había
soñado con vivir en Uruguay debido su apellido. De hecho, hace 15 años
atrás, cuando aún estaban en la universidad, Gómez y Artigas pensaron en
mudarse a otro país y Uruguay encabezó la lista. Pero pronto llegó su
primera hija. Y el primer varón. Y el otro. Y se graduaron, consiguieron
cierta estabilidad económica y mudarse ya no fue una necesidad.
Al
parecer, los Artigas en Venezuela se conocen todos, son unos pocos y
provienen del estado de Trujillo. A pesar de que Jesús no se anima a
afirmarlo con certeza, alguna vez le comentaron que uno de sus
antepasados fue uruguayo. El hombre, que ahora trabaja en la empresa de
transportes Rutas del Sol, asume que siempre tuvo "ese nexo extraño" con
la tierra oriental. "A Jesús lo que le faltó fue haber nacido en
Uruguay, le encanta el mate", dice su esposa.
Al
igual que a su padre, a Franco también le gusta el mate; aunque lo
prefiere dulce. Pero de lo que se declara fanático es del asado. "La
primera vez que lo probé fue en el cumpleaños de un amigo y... ¡fah! Los
chivitos también son muy buenos", dice Franco.
De
Venezuela, extraña al gunas comidas. "Los platos allá son más
compuestos", dice, y menciona "el pabellón", que contiene carne, arroz y
porotos y "la cachapa", una arepa de maíz con queso de cabra.
Franco
es además muy futbolero. Se entusiasma al hablar de Venezuela y su
proceso en las eliminatorias y concluye que debería haber cambiado su
director técnico mucho antes. En el mundial, por lo pronto, quiere que
gane un país latinoamericano.
Su pasión
por el futbol la volcó en Uruguay en el "Rayo rojo", un equipo que
entrena en Parque Batlle. "En Venezuela jugaba en un equipo desde los
nueve años. Uno se acostumbra a jugar de entrada en los partidos,
entonces tener que jugar para que vean si uno es bueno o no, me daba
nervios al principio", confiesa.
Al
llegar a Uruguay, Franco se encontró con que en su clase había tres
niños más con el mismo nombre. Sus hermanos no consiguieron la misma
coincidencia: Apolo y Grecia son sus nombres. Grecia ya pasó al liceo,
Franco comenzará en marzo y Apolo seguirá yendo a la escuela Simón
Bolívar. La elección del centro educativo no tuvo que ver con el nombre
sino con la cercanía del lugar en que residen. En esta institución,
además del Pabellón Nacional, la bandera de Artigas y la de los Treinta y
Tres Orientales, también se otorga a un alumno la bandera de Venezuela.
Para
los padres de la familia Artigas, fue un orgullo que Franco portara la
bandera uruguaya. "Este es nuestro hogar, y que Franco recibiera esa
bandera fue una forma de terminar de afincarnos en esta tierra", dice la
madre.
Fuente: El Observador
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