"Una persona genera un kilo de basura por día", dice Lumber Andrada, asesor de empresas y cooperativas sociales en gestión de residuos y dueño de Uruplac, una pequeña planta de reciclaje que desde hace tres años recupera laminados, un tipo de plástico que tiene más de una materia prima en su composición y que, hasta que él tomó la posta, nadie en Uruguay quería recuperar. De este material está hecho el 30 % de los desperdicios que tiramos a los contenedores.
Rodeado de fardos amontonados compuestos de cajas de cartón de leche y plásticos que envolvieron quesos, carnes y alfajores, Andrada dibuja una sonrisa maliciosa y pregunta: "¿Ya sacaste la cuenta de cuánta basura dejaste vos en el mundo y qué hiciste con ella? El problema de la basura es que nadie la quiere ver y se la esconde. Como no se ve, no se protesta para que sea mejor gestionada. Y si la gente no lo pide, el político no lo hace. Es un círculo que solo va a cortarse cuando nos hagamos responsables de la basura que dejamos. Y tiene que ser rápido porque el mundo es uno solo y se está quedando sin lugar".
En su página web, Cempre (una asociación civil creada en 1992 por multinacionales que trasladaron a sus filiales la responsabilidad de reducir residuos y promover el reciclaje) expone otro dato: en los últimos 40 años se produjo más basura en el mundo que desde el origen del hombre hasta 1970.
En Uruguay, en las últimas dos décadas la cantidad de residuos se duplicó. Todavía sonriente, Andrada aprovecha el impacto y dice: "Pero solamente reciclamos el 7 % de los desechos".
La cifra está impresa en el producto estrella que manufactura Uruplac: papeleras. Aunque solo venda algunas pocas unidades al mes, le permiten sobrevivir. Las compran firmas como Pyxis, que quieren que sus empleados clasifiquen lo que tiran y que lo reproduzcan en sus hogares. Es que el primer paso en el proceso de reciclaje empieza en casa, por eso advierte: "Es la cadena que sostiene el techo, si no lo empezamos a incorporar en nuestra rutina, todo se cae".
Los destinos.
Mariana Robano es ingeniera especializada en el área ambiental y una de las fundadoras de Reacción, empresa que quiere educar acerca de las tres erres: reducir el consumo, reparar los desechos y reciclar. Según su experiencia, nuestro sistema de residuos tiene entre 10 y 15 años de atraso en comparación a los de Brasil, Argentina, Chile o Colombia. Si hiciéramos la misma comparación con Europa, Estados Unidos de América o los países escandinavos (líderes en reciclaje), la brecha sería de tres décadas.
"El reciclaje es lo último en la cadena del bien", dice Mariale Ariceta, su socia, y agrega: "Hay muchísimo que podemos hacer antes para que un material en desuso sea plausible de ser reciclable. Para empezar, clasificar entre secos y húmedos. Lo que hay que entender es que la basura no existe: son cosas que están fuera de lugar".
Para organizar su gestión, los residuos se separan por origen: los domiciliarios y los del comercio e industria. Las intendencias tienen la obligación de hacerse cargo de la basura de los hogares y de negocios chicos cuyos desechos no sean peligrosos. Además, en los departamentos donde se aplica el plan Tu envase sirve (Montevideo, Rocha, Rivera, Maldonado, Flores y Canelones), recolecta los envases de cartón, metal, vidrio y plástico que se colocan en contenedores ubicados en supermercados y centros comerciales. Como aún no sabemos clasificar correctamente, es habitual que se mezcle yerba entre residuos recuperables: esto arruina el 11 % del lote.
En el caso de Montevideo, los materiales que se descartan se entierran para relleno sanitario en el vertedero Felipe Cardoso. Los orgánicos se llevan a plantas de compostaje (y luego se utilizan como abono en espacios públicos), y los reciclables se distribuyen en cuatro plantas clasificadoras manejadas por cooperativas de antiguos hurgadores. Se estima que allí se recupera el 40 % de los residuos. Tanto Andrada como Federico Baráibar, director ejecutivo de Cempre, creen que la productividad en esas plantas podría ser mejor.
Los materiales recuperados en esta instancia se llevan a depósitos y a plantas de reciclaje. Por lo general estas empresas pagan por los desechos, aunque hay excepciones como la de los laminados y la chatarra electrónica, en que las recicladoras suelen cobrar por recibirlos.
Por otro lado, el comercio y la industria deben hacerse cargo de su gestión de residuos. En el caso de los envases, están contemplados por la Ley de Envases que desde 2007 regula la gestión a través de un fideicomiso privado. Esta ley obliga a los propietarios de marcas e importadores de productos envasados a recuperar los materiales y reciclarlos.
Si una empresa quiere llevar sus residuos al relleno industrial (que se inauguró dos años atrás y es gestionado por la Cámara de Industria), debe hacer una declaración jurada y pagar dos unidades reajustables por tonelada o metro cúbico. La otra opción es destinar los materiales a una planta de reciclaje, lo que conlleva costos logísticos (como el transporte). "La realidad es que las empresas suelen optar por lo que cueste menos", dice Baráibar.
Debido a los costos que implica sacarse la basura de encima, además de los vertederos regulados por intendencias, hay unos 200 informales que no tienen controles de entrada ni de salida, ni de peso, ni de contaminación ambiental.
Desde hace un año la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) prepara el proyecto de una ley nacional de gestión de residuos que establezca un marco general, y que traslade la gestión de un fideicomiso del sector privado (como en el caso de los envases) al público. Para Andrada esta es una buena noticia, pero no alcanza
Al igual que Andrada, Baráibar opina que antes de fijar normas "se necesita un diagnóstico, luego definir una visión a futuro que diga qué tipo de modelo de país queremos ser en 15 años, pensar las estrategias para conseguirlo y saber qué costo tendrán. Y ahí, recién entonces, se debería definir la ley". El director de Cempre plantea: "¿Para qué nos sirve una legislatura si no tenemos una visión común de qué queremos hacer con la basura?".
Crisis mundial.
A pesar de que aumentó la cantidad de residuos en el país, se recicla menos. Según una investigación que realizó el observatorio de Cempre, si hace 10 años se recuperaba el 55 % del papel, ahora es el 40 %; si antes se reciclaba el 75 % del plástico PET, ahora es el 10 %. Esto se debe a que desde 2009 han cerrado varias plantas de reciclaje. Según Baráibar, "lo que pasó es que no llegaban a la cantidad de plástico necesaria para la capacidad productiva que requieren. No llegan por el valor del material, que vale mucho menos ahora que hace tres años".
La industria del reciclaje en Uruguay tiene los mismos problemas que en el resto del mundo.
El precio de la materia prima reciclada baja porque el material virgen es más barato, y eso afecta toda la cadena. Comprar materiales reciclados dejó de ser un buen negocio y el más afectado es el plástico.
"El kilo de PET costaba $ 14 y ahora $ 7, y sigue bajando", dice Baráibar. "Entonces, el material reciclado compite con el material virgen. Si el precio abarata, estas empresas cobran menos y los clasificadores cobran menos. ¿Qué es lo que sucede? Que tanto las empresas como los clasificadores se van a otro material o a otro sector de la recuperación", asegura el experto.
Para que el negocio funcione, el material reciclado debe costar un 30 % menos que el virgen. En el caso del papel y del cartón, la brecha debe ser inferior al 40 % con respecto al precio de la celulosa.
Otro factor que altera el equilibrio comercial de las plantas recicladoras es el nivel de actividad del país. Rotondaro es una empresa familiar fundada en 1923 que ahora es gestionada por la cuarta generación. Empezó en el reciclaje de botellas de vidrio, pero cuando las cristalerías locales cerraron y se comenzó a importar envases a costos muy bajos, la firma se pasó al papel y al cartón, un material que puede ser reciclado hasta 11 veces y que aún es solicitado por el mercado. Aunque es un negocio sólido, Claudio, el mayor de los tres hermanos a cargo, explica que este es un momento de baja actividad porque hay menos consumo, lo que genera menos residuos, y porque las imprentas, su principal proveedor de materia prima, están cerrando de a decenas.
Una vez más, Baráibar y Andrada coinciden en que a la Dinama le hace falta conocer este tipo de situaciones para hacer una ley que tenga una visión común, y se preguntan: "¿Qué va a pasar con el material que llenará los depósitos si no hay una industria que los reciba? ¿La industria del reciclaje local tiene capacidad para todo el volumen que va a venir? ¿Está formalizada? ¿No genera impactos ambientales? Y por último: ¿a quién le va a vender lo que produce?".
La vuelta de tuerca.
La industria de la basura reúne a unas 50 empresas. Entre las especializadas en reciclaje está Werba, que con sus cinco depósitos en Montevideo y otro en San José, es una de las más grandes. Al igual que Rotondaro, esta es una empresa familiar. Fue fundada cuatro generaciones atrás, reciclando metales, material que sigue siendo el eje del negocio. Gabriel Werba, el director actual, asegura que su fábrica "tiene la capacidad para reciclar el 100% de los metales y de los deshechos tecnológicos que generamos".
Cada mes Werba recibe entre 500 y 600 toneladas de metales variados que, a su vez, reciclan y exportan: la misma cantidad que se adquiere, se vende. Su principal proveedor es el Estado, luego algunas empresas industriales y por último los depósitos gestionados por clasificadores. "Uruguay nos provee pero como desde los años 90 ya no hay industrias que utilicen nuestros materiales, exportamos el 100% de la producción a distintas partes del mundo, sobre todo a países que estén pasando por un crecimiento industrial, que necesitan materia prima y por eso pagan bien", dice.
Este director cree que la futura ley que está en camino será fundamental para poder fiscalizar y controlar que las cosas se hagan bien. "Y que las empresas que invertimos en maquinaria, capacitación de personal y reestructura tengamos una competencia leal". Al parecer hay otras cosas en este mercado que dejarían de esconderse debajo de la alfombra: "Nuestros competidores son los contrabandistas que llenan camiones con metales y baterías de auto y cruzan la frontera hacia Brasil", denuncia.
Según coinciden los entrevistados para esta nota, es necesario pensarse como país por lo menos de aquí a 15 años. Baráibar dice que esta es una discusión que la Dinama está aplazando y que en definitiva tiene que ver con qué modelo se quiere seguir: "¿Queremos enterrar nuestra basura de forma responsable en rellenos sanitarios o queremos promover el reciclaje? En ese caso, ¿vamos a generar un mercado para esos materiales o las empresas estarán destinadas a exportar lo que producen?".
Andrada cuenta que en Europa, Estados Unidos de América y Brasil cuando los materiales reciclados no tienen un cliente, se subsidia parte de su costo "para que tengan una demanda constante y pueda seguir girando la rueda". En Suiza, que recicla el 60 % de sus residuos, el Estado es el principal consumidor de los productos reciclados.
Unos meses atrás Uruplac recibió un encargo del Ministerio de Turismo: le solicitaban cuatro papeleras. "La factura era de $ 3.200 pesos. Me pareció un chiste, así que no hice el pedido", cuenta Andrada.
Entre los modelos de gestión de residuos está el alemán, que recicla el 70% e incinera el 30% para generar energía, está el de San Francisco que recupera el 80% y envía al relleno sanitario el 20%, y el de Rafaela en Santa Fe, una ciudad en la que los vecinos se hacen cargo de la clasificación, para la que dejan la basura en un canasto en la puerta de sus casas, unos días con los desechos secos y otros con los húmedos. Con los materiales reciclados se hacen distintos productos que se venden en Buenos Aires: se generó una industria. Baráibar cree que es hacia allí que tenemos que mirar.
En Uruguay, donde aún hay mucho por hacer, hay una luz de esperanza en Flores, el primer departamento con una planta de reciclaje, que eliminó los contenedores y donde los depósitos de clasificación funcionan tan bien que sus gestores dan charlas en escuelas. En el centro de nuestro país ya hay un lugar en el que el mundo empezó a hacerse un poco más grande.
LOS BUENOS EJEMPLOS QUE ALIENTAN.
Flores, destacado.
Fue el primer departamento en pedir un crédito en el Fondo de Desarrollo del Interior para una planta de reciclaje. Le costó US$ 50.000. La ciudad tiene un circuito de recolección limpia, una planta de tratamiento de residuos fitosanitarios y otra de residuos domiciliarios. Se trabaja en inculcar la clasificación en los hogares.
El relleno sanitario.
En 1990 comenzaron las inversiones de la Intendencia para que Felipe Cardoso se convirtiera en un relleno sanitario. Este tipo de vertedero trabaja con tecnologías para minimizar el impacto ambiental que generan los desechos, por ejemplo capturando y quemando los gases.
Importadores de neumáticos inician plan de reciclaje.
Cada año se importan unas 16.000 toneladas de neumáticos y se descartan unas 10.000. En 2015 la Dirección Nacional de Medio Ambiente sancionó el decreto 358 que regula qué hacer con estos residuos. Aprobó dos planes de gestión, uno de la Cámara de Importadores y otro del Centro de Comerciantes de Neumáticos. El primero tiene como meta recuperar el 80% para este año y el 95% en 2020. El plan comienza con la captación de neumáticos y cámaras fuera de uso en puntos de recepción estratégicos. Los lotes serán almacenados correctamente en depósitos ubicados en terrenos cedidos por municipios, con una capacidad de hasta 20 toneladas cada uno. Hasta ahora están confirmados en Rivera, Flores, Durazno, Colonia y Soriano. La planta de procesamiento estará localizada en Montevideo y se calcula que triturará unas 10.000 toneladas al año. De esa manera se obtendrá grano y polvo de caucho, que tendrá como destino el asfalto.
Laminados y electrónicos: los desechos más molestos.
La planta de reciclaje de laminados Urucplac tiene capacidad para tratar 120 toneladas por mes y emplear a 10 trabajadores, pero debido a la poca salida comercial que tuvieron las placas impermeables que produce, Lumber Andrada tiene a cuatro trabajadores procesando la mitad del volumen que había previsto. Uno de los objetivos de la empresa es generar una lista de productos que le permita pagar los costos fijos y la mano de obra. Por ahora produce pupitres, bancos, casillas de perros, composteras, distintos tipos de papeleras y macetas. Sus placas también se utilizan en la construcción.
A su lado, durante esta charla, está María Pía Alonso, economista enfocada en ambientalismo que pretende hacer de Uruplac un negocio redituable, por ejemplo estimulando a empresas para que compren materiales reciclados para sus oficinas o para donar a instituciones. Andrada dice que su emprendimiento "está sobreviviendo", pero le reconforta saber que su iniciativa recupera el 30% de los plásticos que antes terminaban enterrándose en el relleno sanitario.
Otra basura que molesta es la electrónica, un dolor de cabeza a nivel mundial. En la región, Uruguay es uno de los países que más desechos de este tipo genera: se estima que unos 9,5 kilos al año por habitante. ¿Cuánto se recicla? Solo el 1,5%, una cifra que, de tan delgada, asusta. Si bien hay planes de recolección para estos equipos (se pueden depositar en Antel, por ejemplo), el negocio es tan poco redituable que Werba cobra por procesar estos desechos. No siempre fue así.
El director de la firma, Gabriel Werba, recuerda que 20 años atrás, cuando comenzaron a reciclar computadores y celulares, la lógica era opuesta: "Estas máquinas tenían muchos metales comunes que usábamos, así que abríamos los equipos y retirábamos los materiales para comercializarlos. Nos empezamos a encontrar con metales preciosos, que como los equipos eran más grandes, venían en buena cantidad. Los primeros tiempos eran excelentes", concluye.
Werba fue pionera en la región en este tipo de reciclado. Cuando los equipos comenzaron a masificarse, se achicaron, y los materiales disminuyeron. Esto hizo que bajaran los precios para el público, pero también el atractivo para las plantas de reciclaje. "Nuestro mayor proveedor es el Estado. Seguimos reciclando por razones ambientales más que comerciales", dice el director y asegura que "el 95% de los equipos son recuperados". Además afirma que, si fuera necesario, su planta tiene capacidad para reciclar el 100% de la basura electrónica del país.
LOS MEJORES MODELOS DE GESTIÓN DE RESIDUOS DEL MUNDO.
Oslo se quedó sin basura y la compra.
La capital de Noruega tiene 1,4 millones de habitantes y la mayoría clasifica en sus hogares. Desde 2009 importa basura ya que la tasa de reciclaje es tan alta que las plantas incineradoras se quedaron sin materia prima.
Curitiba controla sus desechos.
Le dicen "la ciudad milagro" debido al éxito en su gestión, que recicla el 70% de los residuos. Cada día se recolectan 2.500 toneladas de basura clasificada que se llevan a 20 plantas de acopio operadas por antiguos hurgadores.
Rafaela tiene una aplicación especial.
La ciudad santafesina de 100.000 habitantes tiene una aplicación que recuerda a los vecinos cuál es el calendario de recolección. Gracias a una campaña mediática, se logró que el 70% de los hogares separen sus residuos.
Para poder comparar que se ha hecho o no sea ha hecho en este tema, el artículo que va a continuación es del mes de marzo de 2007 o sea 10 años atrás.
Con la basura de grandes empresas como Ancap y Banco Santander se hacen blocks, papel higiénico y cartulinas para 50 escuelas carenciadas de Montevideo. Con la del Mercado Modelo y la del barrido de la IMM se hace abono para parques y plazas. Si se reciclara en serio, Montevideo podrían obtener 19 millones de dólares al año de la basura. Ese es el objetivo de Montevideo recicla, el programa que lanzó la comuna la semana pasada.
Este informe presenta una radiografía a la basura de los montevideanos para descubrir algunos ejemplos de lo que se puede hacer y ya se hace con algunas de las riquezas que esconde esa bolsa de la que uno quiere deshacerse rápido.
El 40% de lo que se tira en la bolsa de basura se podría reciclar, según un estudio del Plan Director de Obras de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM). Y reciclando ese 40% se podrían obtener casi 20 millones de dólares por año. Un negocio tan rentable que en un solo año podría taparse el déficit de cinco años de pérdidas en los casinos municipales.
De hecho, en Montevideo, 9.000 hurgadores más sus familias viven de lo que sacan por la venta de lo que encuentran en la basura de los otros.
La IMM lanzó la semana pasada un programa para empezar a reciclar la basura en casa. Y no tiene un expectativa tan grande. Las autoridades dicen que se quedarían contentas si se reciclara entre un 5% y un 10% de lo que se tira, por lo menos en esta primera etapa.
Cada uruguayo genera un kilo de basura por día. El promedio exacto es de 900 gramos. Una familia tipo, de cuatro personas, genera 1.314 kilos de basura por año. Cada día, llegan 1.900 toneladas de basura a la usina de Felipe Cardozo. Eso incluye residuos domiciliarios, industriales no peligrosos, los de obras civiles y de poda. Entonces, 1.400 toneladas diarias son residuos domiciliarios.
En un país en el que la mitad de los niños viven por debajo de la línea de pobreza, el 55% de lo que termina en la basura son restos de comida. Le sigue el plástico, con más de un 12%, el papel con un 10%, los pañales con un 5% y el vidrio con un 3,4%, según el informe de la Agenda Ambiental de Montevideo.
Al día de hoy se recicla muy poca basura. La Intendencia no maneja cifras porque lo que reciclan los hurgadores va por canales informales.
Lo que hacen los hurgadores es vender cartón, papel y plástico a las empresas formales dedicadas a fabricar productos reciclados. Sólo en la Asociación de Recicladores de Plástico del Uruguay, que nuclea a 21 empresas, se reciclan 600 toneladas de plástico por mes, del que se tira a la basura.
Existen varias iniciativas muy interesantes, como por ejemplo la de Repapel (repapel http://www.ceadu.org.uy/repapel/).
Es una Organización No Gubernamental (ONG) que, desde el año 1999, recicla el papel que tiran grandes empresas, a las que les interesa colaborar. Esta ONG se encarga de pasar a buscar la basura de estos colaboradores, clasifica el material y vende papel a empresas recicladoras. Con la plata que saca, compra útiles de papel reciclado a los niños de 50 escuelas de contexto crítico.
El año pasado la empresa recicló 230.000 kilos de papel. Por mes, 20 toneladas. Así, el año pasado distribuyeron 30.500 rollos de papel higiénico, 5.000 cartulinas, 2.000 blocks y 500 resmas de 500 hojas cada una tamaño A4. Todos materiales fabricados de papel 100% reciclado.
A las escuelas que participan lo único que se les pide es que cumplan con el rol de educar a los niños en la cultura del reciclaje. Y se les pide a ellos que también recuperen papel en su casa y en el barrio y lo acerquen a la escuela.
"Hay tres grandes actores en el proyecto Repapel. Por un lado, están las empresas que clasifican su papel y lo donan a Repapel. Repapel hace la gestión de venderlo y, con ese dinero, compra útiles de papel reciclado que le entrega a las escuelas participantes a fin de año. A esa escuelas, Repapel les da talleres de reciclaje artesanal y del ciclo del papel. La escuela también junta papel y eso hace que el niño vea el ciclo del papel terminado. Lo junta, lo clasifica, lo entrega a Repapel y luego recibe el resultado tangible. En lugar de terminar en el tacho de la basura, se lo procesa y vuelve a ser útil", explicó Lucía Beloqui, encargada de Comunicación de Repapel.
Repapel no sólo les da los materiales sino que, como contra parte, les pide a las escuelas que trabajan sobre la cultura del reciclaje con los chiquilines. "Cada una de las escuelas que está incorporada al programa de Repapel tiene que trabajar toda la parte educativa sobre el medio ambiente. Y, en la práctica, tienen que juntar papel. A cada alumno se le pide, no sólo que junte papel en su casa, sino en el barrio, en los comercios cercanos. Lo tienen que clasificar y cuando llegan a un volumen considerable, Repapel lo pasa a buscar. La escuela que más junta recibe un premio como forma de incentivo, para estimular en la práctica la cultura del reciclaje", señala Beloqui.
Para las empresas interesadas en colaborar, Beloqui cuenta como es el sistema. "Repapel le brinda a cada empresa, gratis, unos buzones come papel y unas bandejas de escritorio, todo de cartón. Eso para facilitar la clasificación. Lo importante es que la empresa tenga algún lugar físico una capacidad para albergar 300 kilos de basura -unas 40 bolsas-. Porque el flete es un costo importante para nosotros y, por menos, nos sale más caro pasarlo a buscar que lo que sacamos por ese papel", explicó.
La basura da trabajo. Y ya hay iniciativas que demuestran que los hurgadores pueden convertirse en empresarios.
La ONG San Vicente, la que fuera la obra del Padre Cacho, fue la impulsora de "Reciclar esperanzas". Ésta trabajaba con hurgadores con el objetivo de que crearan emprendimientos. Les daban capacitación, asistencia técnica y créditos. Los hurgadores que se anotaron tuvieron, incluso, un curso que les dio el Centro Latinoamericano de Economía Humana (Claeh) sobre gestión empresarial.
Al principio funcionaban con un financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero hoy se autosustentan con la devolución de los préstamos que les dieron a los hurgadores y que hoy tienen su propia empresa.
Hay varios proyectos de hurgadores. De los 300 clasificadores que pasaron por la organización San Vicente, 60 trabajan en proyectos propios. Un grupo creó un proyecto que hoy se encarga de la gestión de residuos de Conaprole. A su vez, venden el material reciclable que encuentran en la basura de Conaprole (cartón, plástico, nylon) y se lo venden a empresas de reciclaje.
Hay otro grupo que se dedica al reciclaje de chatarra electrónica, computadoras o electrodomésticos. Esteban Charbonier, integrante de la ONG San Vicente, explicó en qué consiste este programa de reciclaje.
"Es una sociedad de hecho que se dedica a vender reciclables en el área de la chatarra electrónica. Hablando mal y pronto, actualmente es la única solución medianamente razonable para tirar chatarra electrónica es un grupo de clasificadores que trabaja acá. Ellos básicamente desarman las máquinas y los electrodomésticos, le sacan y venden todo lo que se pueda reciclar, metal, circuitos y todas esa cosas que se exportan. Y el resto, tratar de disponerlo de la mejor forma teniendo en cuenta el cuidado del medio ambiente. De hecho, trabajan directamente con el Laboratorio de Higiene de la Intendencia, para hacerlo de la mejor forma posible", comentó.
Charbonier cuenta que el cambio de vida para estos clasificadores fue increíble. "Pasar del día a día a un trabajo formal, que no depende tanto de un patrón que contrata o deja de contratar sino de la calidad del servicio que uno brinde, ahí hay una diferencia enorme que ellos viven en la práctica. Les cambia la forma de vivir".
La basura también puede servir como fertilizante. La propia Intendencia usa residuos orgánicos para producir compost. El compost o mantillo se puede definir como el resultado de un proceso de humidificación de la materia orgánica. El compost es un nutriente para el suelo que mejora la estructura, es abono.
La IMM tiene una chacra en Toledo en la que trata la basura orgánica para convertirla en abono que se usa en las áreas verdes de Montevideo, es decir, para abonar los parques y las plazas y también para los viveros de la Intendencia. A la Planta Municipal de Tratamiento de Residuos Orgánicos llegan los residuos del Mercado Modelo, los del barrido de parques y poda y los residuos orgánicos de algunas industrias. Según datos de la Agenda Ambiental de Montevideo, reciben 12.000 toneladas de residuos por año y producen 7.500 toneladas de compost. La apuesta es a más.
A futuro, piensan comercializar Compost. "Por el momento no es demasiado volumen pero dentro del Plan Director de Residuos Sólidos una de las directivas es ampliar en un 50% el compostaje. En la última Exposición Rural del Prado teníamos un stand para que los productores ya se familiarizaran con el producto porque la idea es salir al mercado", señaló Alejandra Ostria, directora de Desarrollo Ambiental de la IMM.
La Intendencia de Montevideo puso en marcha el programa "Montevideo Recicla". En la presentación de este programa la intendencia explica que se busca promover "la revalorización y reutilización de la fracción aprovechable de los residuos domiciliarios".
Muchos se deben preguntar qué pasó con los otros planes de reciclaje de la Intendencia, por ejemplo, los contenedores especiales para plástico y vidrio. Los de plástico siguen existiendo pero cada vez hay menos y nadie les hace publicidad.
Desde el Departamento de Desarrollo Ambiental, la directora Alejandra Ostria explicó que desde que los hurgadores entraron en el negocio de la venta de plástico, los contenedores fueron víctimas permanentes de vandalismo.
Y, en cuanto al vidrio, el tema es que al cerrar Cristalerías del Uruguay no quedó una fábrica que produzca vidrio. Por lo tanto, no hay donde recuperarlos. Ahora, con la consolidación de la Cooperativa de Cristalerías del Uruguay que se va a instalar en el predio del PTI, en el Cerro, se piensa volver a reciclar vidrios. Este es otro de los proyectos que está financiando el gobierno de Venezuela. Hace pocos días se inauguró el pozo del horno de esta cooperativa.
La bolsa naranja es el símbolo más claro del nuevo programa de reciclaje. La Intendencia espera poder reciclar entre un 5% o 10% de las 1.400 toneladas de residuos que llegan desde los hogares a la usina de Felipe Cardozo, según dijo Ostria. Esto en una primera etapa, a futuro esperan poder llegar a un 20%.
Pero se estima que el 40% de la basura es reciclable. Por eso, cuatro de cada 10 bolsas que se entreguen, de ahora en más, en el supermercado tienen que ser naranjas.
En la bolsa naranja van los residuos secos. La Intendencia promueve que en cada casa se instalen dos recipientes de basura. En el de la bolsa naranja van papeles y cartones, envases, telas y bolsas de nylon.
Los restos de comida, papeles sucios, latas de aerosoles, residuos del baño y pañales van en otras bolsas.
La bolsa naranja hay que llevarla a uno de los 46 centros de acopio que hay en Montevideo (http://www.montevideo.gub.uy/ambiente) o, en su defecto, se puede dejar en el contenedor.
La idea es que los hurgadores no rompan más las bolsas en la calle sino que todo el material reciclable, todas las bolsas naranjas, lleguen a los ecopuntos o puntos verdes, lugares que ya existen, en los que hasta ahora la Intendencia llevaba todo tipo de basura para que los hurgadores trabajaran en un lugar fijo y a los que ahora sólo se van a llevar las bolsas naranjas.
"Este plan no sólo tiene como objetivo mejorar las condiciones de trabajo de los hurgadores. El objetivo también es aumentar la cantidad de basura que reciclamos. Lo que se busca con esto es que sea mayor la cantidad de basura que se puede reciclar, porque si uno tira todo en la misma bolsa, el papel o el plástico se ensucia y ya no se puede reciclar porque las empresa recicladoras no lo compran", indicó Ostria.
Muchos quedaron un poco perplejos al ver las instrucciones de la Intendencia. Sobre todo, en lo que tiene que ver con el papel. En el folleto se lee: "papeles y cartones sólo secos, pueden ir cortados pero no arrugados, en lo posible en un atado".
Eso no es tan estricto. Es necesario que todo lo que se deposite en la bolsa naranja esté seco y limpio. Y lo que explican desde Desarrollo Ambiental es que si se mejora la calidad, más material se va a poder reciclar. Es mejor papel sin arrugas, pero el arrugado también vale.
"Cuando menos desgaste tienen, más valor tienen. Y tiene más valor un papel blanco que uno de diario, uno que esté entero que uno que esté arrugado. Pero siempre vale el esfuerzo del ciudadano al reciclar. En torno a lo seco sí, porque el papel pierde valor con el grado de humedad. Por eso convocamos a que el residuo esté seco, que las botellas de plástico se vacíen del todo antes de tirarlas", comentó Ostria.
Cuando se reglamente la ley de envases, que obliga a las empresas que venden sus productos en envases no retornables a hacerse cargo del costo económico del reciclaje de esos envases, se les va a pagar un sueldo a los hurgadores por el trabajo de clasificación y se los va a integrar al trabajo formal.
Pero en esta primera instancia lo que busca la IMM es que las personas separen en casa, que las bolsas naranja lleguen a los puntos verdes que hay en Montevideo para que lleguen a trabajar los hurgadores. Es decir, todavía no se formalizó el trabajo de los hurgadores.
A futuro, la idea es pagarle un sueldo al clasificador y que haya más cantidad de lugares donde tirar las bolsas naranja. Incluso, no se descarta que los hurgadores pasen puerta por puerta a retirar la basura.
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