Cuando vi la ilustración de la tapa del libro, con el retrato del Ñato viejo, gordo, trabajado por sus enfermedades, en una imagen corroída, medio agusanada, me figuré el espíritu de la autora. Cuando me enteré que en su contenido se afirmaba que el Ñato era un delator, recurriendo a los facsímiles de unas hojas mecanografiadas producidas por servicios y volanteadas por cuanto sitio de internet tuvieron (como aquel que se llamaba En voz alta, que mantenían los milicos presos para decir que eran presos políticos), pensé: ¿quién hace una bajeza así cuando el hombre no puede defenderse? El periodismo entendido así más que una profesión es un trastorno.
Durante unos cuantos años de mi vida milité en el MPP. En la época en la que, de acuerdo al libro, al MPP lo financiaban los robos multimillonarios de la tal “tupabanda”, yo era parte de su plenario de jóvenes. El responsable de las finanzas de la organización era un compañero maravilloso, cuyo nombre no doy porque ha fallecido y, de repente, a alguno se le da por ensuciarlo. Cada vez que le mangueábamos dinero para hacer alguna actividad humilde, el flaco era más duro que Astori. No soltaba una moneda sin justificar. La militancia era humilde. Las pintadas y pegatinas las hacíamos los militantes, sobre todo los jóvenes. Pasábamos frío si hacía frío y calor si hacía calor. Veíamos mal contratar cuadrillas de pegatineros o financiar puestitos de entrega de listas.
Pasaron los años. La contribución del MPP a la victoria de la izquierda fue enorme en votos y enorme en militancia. Yo, que provengo de una familia de comunistas, nunca participé de sectarismos ni de esa común bronca entre comunistas y tupamaros. Aprendí muchas cosas con el Ñato. Pero también aprendí leyendo a Rodney. Tengo esas dos tradiciones de la izquierda uruguaya entreveradas en el pensamiento y en los afectos. Y con los votos, vino la presidencia de Pepe, su proyección internacional, la necesidad de destruirlo de la derecha, porque la gente lo quiere. Tuve y tengo diferencias con la presidencia de Pepe. Tuve muchas diferencias y miles de discusiones con el Ñato. Lo quise mucho. Sé perfectamente que no era un traidor, sino un revolucionario. Que ahora, cuando ya lo lloramos, lo despedimos, lo acompañamos a su última morada, aparezca un libro que agravia su memoria, escrito por alguien que uno suponía de izquierda, más allá de su profesión, me resulta indignante. Que se atreva a decir, basada en testimonios de algunos personajes que el MPP se financiaba con millones de dólares de guita robada ofende la historia de sus militantes.
A la 44 nos la cerraron después de la masacre del Filtro, en el gobierno de Lacalle. Para resistir, ocupamos el local a principios del 95. Todo era humilde ahí. Todo era a pulmón. Para poder pagar las liquidaciones de los trabajadores de la radio, el viejo Pepe tuvo que vender la casa de su madre. Hacíamos comidas colectivas, fumábamos tabaco, vendíamos pegotines para hacer finanzas. Nosotros mismos pintábamos los carteles. No teníamos nada, salvo ganas de militar y sueños de una sociedad nueva, sin explotados ni explotadores. Cuidábamos la memoria de los caídos, de los que la perdieron la vida queriendo hacer la revolución. Con el tiempo, además, tuvimos unos cuantos votos. Pero ni siquiera a eso aspirábamos. Luchábamos por la liberación nacional y el socialismo, no por los cargos, las posiciones o sueldos de jerarcas. No anhelábamos la fama ni la gloria. Éramos militantes de una organización pobre cuyos fundadores y referentes no nos daban plata, sino un testimonio de compromiso que habían llevado al extremo de jugarse la vida.
Urruzola con su libro soez no sólo insulta al Ñato: nos insulta a todos los que alguna vez pasamos por el MPP.
Fuente: Caras y Caretas
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