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martes, 7 de febrero de 2017

LA OPINION DE A. GRILLE: LOS VERDADEROS ENEMIGOS DEL PAPA FRANCISCO

Sería muy largo, además de tedioso, excesivo y controvertido, que expusiera aquí mi posición sobre la Iglesia Católica y su trayectoria, que –por otra parte– no es difícil de conjeturar. Lo que es claro es que esa Iglesia Católica, fundada en principio sobre las enseñanzas y el martirio de un humilde carpintero judío que compartió una secta comunitaria, se opuso a tiranos y mercaderes y predicó el amor al prójimo como deber principal, se erigió con el tiempo, luego de lapsos de martirio y heroísmo noble y generoso y de largos lapsos bárbaros y vergonzosos, en una organización política y económica de importancia e intereses mundiales.


Digo al pasar, siendo ya un viejo, que la vida me ha enseñado que todos los imperios cometen crímenes por el solo hecho de serlo y que considerar esto nos eximiría de entrada de numerosas consideraciones. Debo decir, para dejar constancia y evitar malentendidos, que la Iglesia Católica no ha sido santo de mi devoción nunca, valga el juego de palabras.

“En la Iglesia hay santos y pecadores, decentes y corruptos, pero que lo que más preocupa es una Iglesia anestesiada por la mundanidad, lejana a los problemas de la gente”.

Pero si algo también he aprendido con los años es que las instituciones tienen a veces mutaciones que se expresan en las características y los actos de los hombres que las protagonizan. Siempre recuerdo a mis hijos cuando Zelmar Michelini, antes de irse del Partido Colorado para fundar el Frente Amplio, dijo que la Iglesia Católica (estamos hablando de la década de 1960 y del surgimiento arrollador de la Teología de la Liberación en América Latina) estaba en ese momento mucho más adelantada y era más progresista que el Partido Colorado, donde el pachequismo había enterrado bajo cuatro lápidas al batllismo. En esos días intentábamos el diálogo de los marxistas y los cristianos, pensando que si bien podíamos tener diferencias acerca del cielo y el paraíso, también podíamos acordar para que la tierra no fuera un infierno. Es cosa sabida y digna de recordar aquella sentencia del quejoso y medio llorón profeta Jeremías, que sentenciaba que hay gente a la que se la conoce por la entidad y la calidad de sus enemigos: “Por sus enemigos lo conoceréis”.

El ex obispo y cardenal argentino Jorge Bergoglio (1936), nombrado papa Francisco el 13 de marzo de 2013, tiene en el mundo más enemigos que Satanás. En particular, al papa lo conoceremos mejor si evaluamos la clase de enemigos que tiene y los amigos que lo aplauden. Hablando de diablo, en Uruguay tiene un enemigo muy especial, el inefable Danilo Arbilla, que se ha ocupadomuy críticamente de las recomendaciones del papa para América Latina en la columna chica que tiene en el semanario Búsqueda. También se sabe que es resistido por los poderosos cardenales de Estados Unidos, acusados de acumular enormes fortunas, vivir en palacios y proteger a los muchos religiosos pedófilos que hay en ese país, como se vio en la película Spotlight (Thomas McCarthy, 2015). Esos cardenales son grandes reaccionarios, republicanos, y se oponen a la “opción por los pobres” que Francisco retomó de Juan XXIII, así como a sus medidas progresistas en relación con el divorcio, la trata de personas y la condición de los homosexuales, entre muchos otros temas.

Yo, dentro de la jerarquía de la Iglesia, o de los agentes pastorales de la Iglesia (obispos, curas, monjas, laicos…), les tengo más miedo a los anestesiados que se anestesian con la mundanidad.El anestesiado no tiene contacto con la gente. Está defendido de la realidad. Y la enfermedad más peligrosa que puede tener un pastor proviene de la anestesia, y es el clericalismo”.

Pero la gran novedad es que nada menos que El País, primero siempre, el más chanta y mentiroso diario del mundo, el que apoyó a la dictadura, el que aplaudió a los dictadores Gregorio Álvarez, a Aparicio Méndez y Alberto Demicheli, el que publicó las fotos de los “buscados y requeridos” por los milicos, el que encubrió la matanza de opositores a la tiranía que, arrojados desde aviones, eran fondeados en el río, afirmando que se trataba de cadáveres de pescadores coreanos, el que se prestó a la cacería y aplaudió las torturas y la cárcel de los uruguayos demócratas, el que repudió a Wilson y calló los crímenes, los asesinatos, las desapariciones y el robo de niños, esta vez le dedicó un editorial completo al papa Bergoglio, bajo el título “Las opiniones del Papa Francisco”, en su edición del 26 de enero.

El País, al mejor estilo Arbilla, comienza destacando que “es claro que [Francisco] ha decidido jugar un rol político en su país natal, que sus ideas políticas siguen estando presentes cuando opina de los males de nuestro tiempo y esa circunstancia lo conduce por derroteros sinuosos del pensamiento”. El editorial del matutino no se anda con chiquitas: “el Papa Francisco ha representado desde su investidura como sucesor de San Pedro un importante factor de renovación en la Iglesia […] lo que en nuestro laicista Uruguay ha provocado furibundas reacciones del jacobinismo vernáculo para con nuestro inquieto cardenal”. Este editorial fue escrito –vale aclararlo– por algún blanco reaccionario partidario de Daniel Sturla y no por los muchos colorados que no creen en Dios padre y medio fachos que realmente dirigen el diario. En lo accesorio, al papa Francisco El País le reconoce que “es un factor de renovación”, pero en lo importante el papa Bergoglio no le gusta nada.

El País nunca hizo una crítica de los desfalcos de la Banca del Vaticano, ni de los negocios de la Iglesia Católica y sus vínculos con la mafia, ni de la complicidad de la Iglesia con el nazifascismo, ni de las cruzadas, ni de los curas pederastas. Tampoco criticó ni siquiera los crímenes de los Borgia en la maravillosa Florencia de la Renacimiento. Ni cuestionó el reinado de Juan Pablo II, ni a Benedicto XVI, que renunció asqueado e impotente ante la corrupción en el Vaticano, ni protestó cuando humillaron al poeta nicaragüense Ernesto Cardenal o al cardenal de San Pablo y teólogo de la liberación Paulo Evaristo Arns. Por supuesto, tampoco criticó a Pío XII cuando bendijo los cañones de Benito Mussolini, con el que firmó el Tratado de Letrán.

“Anestesiado se vive más cómodo, anestesiarse es una tentación seria, es más fácil estar anestesiado; el pastor se vuelve un funcionario”.

Esta vez sí, el editorialista de El País se acordó del papa: “Este domingo el Papa concedió una entrevista a El País de Madrid donde habló de muchos temas, como la situación de la Iglesia, de los refugiados que llegan a Europa, de la asunción de Donald Trump, entre otros. Allí hay un tema que se destaca por la virulencia con que lo aborda y la ignorancia que demuestra [Francisco], que es la situación de la economía y algunos de sus conceptos más básicos”. “En la entrevista de marras –destaca y fulmina El País–, el Papa opina lo siguiente sobre la situación de América Latina: ‘El problema es que Latinoamérica está sufriendo los efectos […] de un sistema económico en cuyo centro está el dios dinero, y entonces se cae en las políticas de exclusión muy grande. Y se sufre mucho. Y, evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii gaudium cuando digo que ‘esta economía mata’. Mata de hambre, mata de falta de cultura […]. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias’”.

¡Qué barbaridad! El editorialista de El País se asombra. ¡Al fin un papa que ve cómo vive en América Latina al menos 95% de la población! ¿Cómo hemos llegado a esto?

Dice El País: “¿En qué planeta vive el Papa para pensar que el problema de América Latina, pululada y hundida por el socialismo del siglo XXI y sus aliados más timoratos sufre los efectos del liberalismo económico? ¿Cómo puede agarrársela con el liberalismo cuando calla frente a las flagrantes violaciones de los derechos humanos en Venezuela donde, literalmente, está muriendo gente por causas evitables en cualquier país? ¿Qué piensa que sentirán los feligreses liberales cuando escuchan a la máxima autoridad de su religión tratarlos de cipayos y vende patrias?”.

La verdad es que la acertó muy bien Francisco al desenmascarar los efectos de la riqueza de unos pocos y su consecuencia, la pobreza de los más. Aquí en nuestros países, el mal llamado liberalismo económico, que en realidad es la opresión de las mayorías por las minoría “ilustradas” y privilegiadas, fue impuesto a sangre y fuego por las dictaduras militares de los 70, asesoradas directamente por el pope “liberal” Milton Friedman. El Sr. Friedman se entrevistó varias veces personalmente con el dictador genocida chileno Augusto Pinochet Ugarte mientras se fusilaba y hacía desaparecer gente. También educó a quienes integraron los gabinetes del dictador argentino Jorge Rafael Videla, y sus ideas se les pegaron a muchos civiles de la dictadura uruguaya y también de los gobiernos blancos y colorados que la sucedieron, a los que El País también apoyó. ¡Cuándo no!

La verdad es que el “liberalismo” fracasó rotundamente en hacer crecer las economías, crear empleo y mejorar la calidad de la vida. Ese es el “liberalismo” que condenó al hambre y que inspiró las dictaduras del Cono Sur. Y después vino el “liberalismo” de los 90, el de Luis Alberto Lacalle Herrera, Carlos Menem, Ignacio de Posadas, Domingo Cavallo, Fernando Collor de Mello, Alberto Fujimori, Carlos Salinas de Gortari, Ramón Díaz y otros “liberales”. De esos ya sabemos lo que hicieron y cómo les fue. Ese es el “liberalismo” que condena el papa Francisco, no caben dudas.

Pero El País continúa: “En esta y otras declaraciones del Papa, por tanto, se mezclan varias cosas. La primera es que demuestra no tener idea de lo que está hablando, ni respecto a la ciencia económica en sí, ni respecto a la situación de América Latina. […] América Latina ha sufrido históricamente y sigue padeciendo en el presente de un estatismo exacerbado, un proteccionismo muy superior al de las otras regiones del mundo y la ausencia de sólidas democracias y Estados de Derecho que garanticen los derechos humanos y las libertades esenciales. Ese es el verdadero problema no combatir contra el fantasma de un ‘liberalismo económico que mata’ que no se aplica y donde se aplica da formidables resultados”.

Gracias a Dios, José Pedro Varela le dio a Uruguay la enseñanza gratuita, laica y obligatoria que es la mejor ciudadela de la democracia, y José Batlle y Ordóñez nos edificó empresas y bancos públicos que resguarden nuestro patrimonio y sean puntal de desarrollo. A no engañarse, ya lo hemos dicho muchas veces: esto es lo que los “liberales” (que quieren la libertad sólo para ellos) quieren para Uruguay: privatizar la enseñanza y las empresas y bancos públicos. La de las privatizaciones fue la batalla de Ramón Díaz, alguien que se sirvió del Estado todo lo que pudo, como hemos visto, él y sus discípulos. Así que gran razón, de nuevo, tiene el papa Francisco en identificar los problemas de la pobreza, de la marginación y de la desigualdad y asociarlos con el del dinero, la riqueza, el consumismo y el liberalismo.

Pero sigue El País: “En tercer lugar, la forma en que se expresa no es digna de su investidura. Con sus palabras insulta y ofende a cientos de miles de sus propios feligreses que creen de buena fe en las ideas que ataca como si fuera un político de barricada en vez del sucesor de San Pedro. Sencillamente resulta chocante que quien ha pretendido recrear una Iglesia de puertas abiertas y misericordiosa destrata de esa forma a tanta gente de buena voluntad. En todo caso, el rol que viene cumpliendo como opinólogo de economía y política es tremendamente negativo para lograr los resultados que él mismo pregona”.

Más claro, echale agua: los que tenían derecho a opinar de política y economía eran Pío XII, al que se acusa de haber sido cómplice del nazismo y del franquismo, y Juan Pablo II y Benedicto XVI, que sólo se ocuparon de combatir a la izquierda y a las corrientes progresistas de la Iglesia.

No es raro que el editorialista no nombre a ningún otro papa. No podría nombrar a estos, pero tampoco a Juan XIII, “el papa de los pobres” o “el papa bueno”, a Paulo VI, el convocador del Concilio, ni a Juan Pablo I, que se murió sospechosamente a los 33 días de su pontificado, al día siguiente de denunciar que había graves problemas financieros en el Vaticano, donde poco después estalló el problema del Banco Ambrosiano y los vínculos con la mafia.

Termina el editorialista: “Solo la libertad económica logrará reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida de quienes lo pasan peor, como de hecho está demostrado y se puede ver en las estadísticas globales de las últimas décadas. Es una verdadera pena cómo pierde la compostura el Papa Francisco con estos temas, porque además de lastimar a mucha gente, prestigia ideas retrógradas y liberticidas, envalentona gobernantes que producen muerte y desolación y queda de espaldas a quienes más sufren en este mundo”.

Pero como es más fácil alcanzar a un mentiroso que a un rengo, el editorialista metió la pata en la trampa de querer engañar a todos sus lectores con una cita trunca que es la peor de las mentiras. Lo que dijo Francisco a El País de Madrid fue:

“El problema es que Latinoamérica está sufriendo los efectos –que marqué mucho en la Laudato si– de un sistema económico en cuyo centro está el dios dinero, y entonces se cae en las políticas de exclusión muy grande. Y se sufre mucho. Y, evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii gaudium cuando digo que ‘esta economía mata’. Mata de hambre, mata de falta de cultura.

La emigración no es solo de África a Lampedusa o a Lesbos. La emigración es también desde Panamá a la frontera de México con Estados Unidos. La gente emigra buscando. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias. En Latinoamérica está el problema de los cárteles de la droga, que sí, existen, porque esa droga se consume en Estados Unidos y en Europa. La fabrican para acá, para los ricos, y pierden la vida en eso. Y están los que se prestan a eso.

En nuestra patria tenemos una palabra para calificarlos: los cipayos. Es una palabra clásica, literaria, que está en nuestro poema nacional. El cipayo es aquel que vende la patria a la potencia extranjera que le pueda dar más beneficio. Y en nuestra historia argentina, por ejemplo, siempre hay algún político cipayo. O alguna postura política cipaya. Siempre la ha habido en la historia. Así que Latinoamérica tiene que rearmarse con formaciones de políticos que realmente den a Latinoamérica la fuerza de los pueblos.

Para mí el ejemplo más grande es el de Paraguay de posguerra. Pierde la guerra de la Triple Alianza y prácticamente el país queda en manos de las mujeres. Y la mujer paraguaya siente que tiene que levantar el país, defender la fe, defender su cultura y defender su lengua, y lo logró. La mujer paraguaya no es cipaya, defendió lo suyo. A costa de lo que fuera, pero lo defendió, y repobló el país. Para mí es la mujer más gloriosa de América. Ahí tiene un caso de una actitud que no se entregó. Hay heroicidad.

En Buenos Aires hay un barrio, a la orilla del Río de la Plata, cuyas calles tienen nombres de mujeres patriotas, que lucharon por la independencia, lucharon por la patria. La mujer tiene más sentido. Quizá exagero. Bueno, si exagero que me corrijan. Pero tiene más sentido de defender la patria porque es madre. Es menos cipaya. Tiene menos peligro de caer en el cipayismo”.

Este diario miserable es bien cipayo. Mientras este diario miserable es bien cipayo, el papa está en sintonía con las verdaderas cosa que Cristo simboliza y con los problemas de los humildes, los pobres y los discriminados.

A fuer de ser sinceros hay que reconocer que este papa está en sintonía con los problemas de los humildes, de los discriminados, de los perseguidos y de los débiles del mundo, y yo no puedo creer que los feligreses que importan, porque al fin y al cabo la iglesia de Cristo es la de los pobres, estén disgustados con el mensaje del papa Francisco..

El País nunca se imaginó siquiera estar en otro lado que en la vereda de enfrente de los que luchan contra la desigualdad social.

Iglesia de cercanías

“Mi preocupación con respecto a la Iglesia, es que la Iglesia no deje de ser cercana. Una Iglesia que no es cercana es solamente una buena ONG. Porque Iglesia somos todos. Ser cercanos todos. Que no es solo la beneficencia. Es mucho más. Después, en el mundo, la preocupación es la guerra. Estamos en la Tercera Guerra Mundial en pedacitos. Y últimamente ya se está hablando de posible guerra nuclear como si fuera un juego de baraja. Me preocupa del mundo la desproporción económica: que un pequeño grupo de la humanidad tenga más de 80% de la fortuna, con lo que esto significa en la economía líquida, donde al centro del sistema económico está el dios dinero y no el hombre y la mujer, ¡el humano!”.

Populismos

“Tenemos lo que llaman los populismos. Que es una palabra equívoca porque en América Latina el populismo tiene otro significado. Allí significa el protagonismo de los pueblos, por ejemplo los movimientos populares. Cuando oía populismo en Europa no entendía mucho, me perdía hasta que me di cuenta de que eran significados distintos según los lugares. Claro, las crisis provocan miedos, alertas. Para mí el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 en Alemania. Después de la crisis del 30, Alemania destrozada, busca levantarse, busca su identidad, busca un líder. Y toda Alemania vota a Hitler. Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro. En momentos de crisis, no funciona el discernimiento. Busquemos un salvador que nos devuelva la identidad y defendámonos con muros, con alambres, con lo que sea, de los otros pueblos que nos puedan quitar la identidad. ¿Las fronteras pueden ser controladas? Sí, cada país tiene derecho a controlar sus fronteras, quién entra y quién sale, y los países que están en peligro –de terrorismo o cosas por el estilo– tienen más derecho a controlarlas más, pero ningún país tiene derecho a privar a sus ciudadanos del diálogo con sus vecinos”.

Fuente: Caras y Caretas



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