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domingo, 3 de julio de 2016

BREXIT: MENTIRAS DE LA DERECHA QUEDAN AHORA AL DESCUBIERTO

Pasada una semana del referéndum de Gran Bretaña no hay nada claro: no hay Primer Ministro, tras la dimisión del conservador David Cameron y no hay oposición, con el partido laborista en plena guerra civil. Las 2 principales formaciones políticas están enzarzadas en agrias luchas internas por el poder. Pero sobre todo no hay plan para salir de la UE, nadie sabe lo que va a pasar ni cuándo. Hasta los líderes que han hecho campaña por el Brexit, Nigel Farage, del partido nacionalista UKIP y el ex alcalde ultra derechista de Londres, Boris Johnson, han estado desaparecidos estos días, como si nadie quisiera responsabilizarse ni rentabilizar la victoria. Es más, Johnson ha anunciado esta mañana por sorpresa, que se apea de la carrera por suceder a Cameron, consciente de que se avecina una dura travesía del desierto que no quiere gestionar, aunque él fue uno de los promotores.


Lo único claro por ahora del triunfo del Brexit son las mentiras y promesas rotas acerca de todo lo maravilloso que se dijo que iba a suceder. Algunos de los argumentos que llevaron a 17 millones de votantes a optar por abandonar la UE se han demostrado falsos, todo será más complicado de lo que parecía, y de ahí cierta sensación de arrepentimiento en algunos de ellos. Estas son las principales promesas rotas, tras el choque con la realidad.

El mismo primer ministro, David Cameron, hizo nada más levantarse el viernes por la mañana, en su primera aparición pública, dos cosas que dijo que no haría: dimitir y retrasar hasta una fecha sin determinar la aplicación del artículo 50 de los tratados de la UE, que regula el abandono de un país miembro. Se suponía que iba a activar automáticamente la petición, pero ha optado por ganar tiempo, porque desea que lo haga otro y porque la situación es tan caótica e imprevisible que necesita una clara hoja de ruta.

SANIDAD

Una de las principales cruzadas de la campaña del Brexit fue denunciar que Gran Bretaña enviaba cada semana 350 millones de libras a la UE. La promesa reina, que incluso apareció en la publicidad de los autobuses, fue que al cerrar ese grifo se podrían destinar una buena parte, 100 millones, al sistema público de salud. Ya en campaña los contrarios al Brexit aseguraron que era inviable. 

Pero la misma mañana del viernes, nada más despertarse con el resultado del referéndum, el propio Nigel Farage se la comió: aseguró que él nunca había dicho eso y que se había tratado de un “error”. “Nuestras promesas fueron una serie de posibilidades”, explicó el conservador Iain Duncan Smith.
EMIGRACIÓN

La otra gran promesa que ha arrastrado el voto del Brexit era la de instaurar un sistema de control migratorio a la australiana, con puntos y grados de aceptación de nacionalidades, que frenara en seco la llegada de todos los ciudadanos de la UE. De inmediato ha emergido con claridad que no se puede tener libre acceso al mercado único comunitario sin aceptar también la libre circulación de ciudadanos, y los negocios siguen siendo la prioridad, porque el 44 % de las exportaciones británicas van a la UE. Se ha impuesto la lógica: “Siento decepcionar a quienes nos escuchan, pero nunca dijimos que iba a producirse un corte radical, solo queremos medidas de control”, precisó el parlamentario conservador euroescéptico Daniel Hannan en televisión. 

Por otro lado las cifras ya revelaban la retórica que ha inflado esta promesa: de los 330.000 inmigrantes netos llegados el año pasado –tras restar de esa cifra los que dejaron el país-, solo 180.000 eran de la UE, de obligada admisión, y el Gobierno británico podía controlar el resto como quisiera. Es cierto que nadie dijo literalmente que se cerraran las puertas, y mucho menos que hubiera expulsiones, pero esa es la sensación que llegó a buena parte de la calle. Llevado al extremo, ha desatado episodios racistas.

TURQUÍA

En la batalla del miedo al exterior la campaña del Brexit llegó a decir que la entrada de Turquía en la UE era prácticamente cosa hecha y, con su población de 78 millones, significaría una nueva oleada de inmigrantes. En las encuestas de la semana previa el 45 % de los británicos pensaban que era algo inminente. El bando del ‘Leave’ (Irse) también metió en el mismo saco a Serbia, Montenegro, Albania y Macedonia, que están en lista de espera. En total, advertían, llegarían 5 millones de personas a las islas más de aquí a 2030. Cameron recordó que la petición de ingreso en la UE de Turquía espera desde 1963 y aún pueden pasar décadas, pero no fue escuchado.
FONDOS EUROPEOS

Los partidarios del Brexit aseguraron por escrito el pasado 14 de junio que el abandono de la UE no afectaría al apoyo económico que reciben con fondos europeos numerosos sectores como el agrícola, pesquero, universitario, investigación o proyectos regionales. Prometieron que el propio Gobierno británico se encargaría de mantener este chorro de dinero al menos hasta 2020, con una especial prioridad para la partida de ciencia. La realidad es que en una nueva situación económica crítica el Gobierno no será capaz de suplir por sí solo esa financiación y deberá sacrificar algunos sectores en detrimento de otros.
PESCA

Un estudio de la universidad de Aberdeen indicó que 9 de cada 10 empleados del sector pesquero británico, donde trabajan 11.000 personas, votarían por el Brexit, hartos de las restricciones y cuotas de Bruselas. Farage usó mucho esta bandera, e incluso se paseó por el Támesis en un barco con pescadores. Al día siguiente del referéndum hubo reportajes de pescadores felices, como si fueran a pescar todo lo que quisieran, pero enseguida se helaron los ánimos. La Federación Nacional de Organizaciones de Pesca advirtió que las promesas difícilmente podrían ser mantenidas. Cambiar el actual estado de cosas llevará años de negociaciones, de todos modos seguirá habiendo reglas y el sector perderá los subsidios europeos.
IMPUESTOS

Otra propuesta golosa era la de quitar el 5 % de IVA en la factura energética de los hogares, así como eliminar impuestos en el carburante y hasta los tampones, todos impuestos por normas europeas. 
Sin embargo todos los expertos han advertido con realismo que el impacto negativo del Brexit en la economía obligará al Gobierno a subir impuestos en los próximos años.
DEPORTACIONES

Los tabloides sensacionalistas exigían al día siguiente del referéndum la inmediata deportación de delincuentes, criminales y terroristas a sus países de origen, una de sus batallas machaconas durante la campaña. No obstante nadie en el Gobierno ha hablado de ello ni es probable que lo hagan en los próximos meses, porque Cameron ya no tomará decisiones hasta que deje su cargo en octubre.

Cuando Denise L. tuvo un problema de vesícula el año pasado, el médico que la atendió en el hospital de Londres que le corresponde era italiano. Ahora, esta británica de 58 años cuenta que tiene diabetes y que acude regularmente al centro, el Homerton University Hospital, para seguimiento. 
“Las enfermeras que me atienden son españolas”, dice risueña. 

No es algo anecdótico. En el sistema nacional de salud británico hay unos 130.000 profesionales sanitarios procedentes de países de la UE, que suponen alrededor del 10% de sus médicos y más del 4% de sus enfermeras. Un personal que se ha convertido en fundamental para la sanidad pública británica y sobre el que repercutirá el Brexit. 
El impacto del divorcio de Gran Bretaña y la UE, advierten los expertos, tendrá serias consecuencias para un NHS que ya lucha con la creciente demanda de la asistencia, el envejecimiento de la población y un déficit de casi 3.000 millones de euros.

Ya lo dijo hace años Nigel Lawson, ministro de Hacienda con Margaret Thatcher: “El NHS es lo más parecido que un inglés tiene a una religión”. Y como tal, la sanidad pública —financiada con impuestos, gratuita y universal— también fue uno de los centros del debate en la campaña del Brexit. 

La promesa estrella de los partidarios de la salida fue que los 350 millones de libras que, según ellos, Gran Bretaña envía cada semana a Bruselas —algo falso porque son 250 millones y en ellos no se cuentan lo que ese país recibe de la UE— se destinarían a sanidad. Ahora, tras el referéndum, se han apresurado a matizarla e incluso a negarla. Además, los defensores del Brexit, que se hicieron fuertes en un discurso por el control de las fronteras, aseguraron que los extranjeros comunitarios están poniendo presión sobre el sistema sanitario público y que eso provoca un aumento de las listas de espera.

Sin embargo, como han mostrado las cifras, es más probable tener a un ciudadano de la UE atendiendo en la sanidad pública que recibiendo asistencia —son de los que menos lo usan por edad y condiciones médicas, según los estudios—. Como Clara Delibes, de 26 años, matrona en el Homerton University (noreste de Londres), desde hace año y medio. Delibes, que llegó como enfermera y se formó como Matrona en Reino Unido, cuenta que gran parte de sus compañeras son europeas. 
“Hace poco, en un curso, de las 22 alumnas sólo dos eran inglesas. Si los europeos nos vamos el sistema lo va a notar y mucho…”, sostiene.

Tras el referéndum, algunos de sus compañeros, cada uno de un país europeo, se hicieron una foto en un quirófano que ha dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales mostrando una realidad que los partidarios del Brexit han preferido ignorar. Estos profesionales sanitarios, además, son uno de los ejemplos más claros del alto número de inmigración cualificada en Gran Bretaña procedente de los países de la UE: el 62 % de los inmigrantes de Europa occidental llegan con un título universitario, en comparación con el 24 % de la población activa británica. 

“El NHS es un buen sistema, ofrece atención de calidad y buenas condiciones a los profesionales, pero además gran parte de su valor es la multiculturalidad de su personal. Esto nos hace aprender día a día y aporta muchas cosas buenas a los equipos”, afirma Flavio Panci, médico de familia en Birmingham.

El NHS es, según sus propios cálculos, el organismo sanitario que más contrataciones realiza de toda la UE. A su vera han surgido agencias especializadas que reclutan a profesionales en países como España, Italia o Grecia, donde las condiciones del mercado laboral y el desempleo hacen que sus médicos, enfermeras o trabajadores sociales busquen oportunidades fuera. Así fue como llegaron a Londres las extremeñas Eva Montero, Rosalía Martínez y Patricia Mirón. Sin embargo, apunta Martínez, si las condiciones laborales empeoran no descarta volver a mudarse. 
“Yo llegué a Inglaterra por lo que ofrecían y también por la experiencia, pero si las cosas cambian probablemente me iré”, dice.

El Brexit puede significar, cuando menos, problemas de personal, advierte Elisabetta Zannon, directora de la oficina europea de la Confederación Nacional del NHS. Los gestores de la sanidad pública, que desde hace años está derivada también a entidades locales o incluso transferida en ocasiones a empresas que declaran “interés comunitario”, alertaba antes de la consulta de las consecuencias que puede tener la desvinculación para un sistema que se nutre de Europa. No sólo a través de profesionales; también a través de fondos, ayudas para la investigación o redes médicas europeas.

Porque la desvinculación de la UE también tendrá impacto en la investigación que llevan a cabo los centros sanitarios públicos, que reciben cientos de millones para proyectos de innovación, desarrollo y análisis. Sólo el año pasado, el programa Horizon aportó unos 232 millones de libras a centros del NHS como el Hospital de Birmingham o el hospital infantil Great Ormond Street.

La Confederación del NHS ya ha reclamado al Gobierno británico que tome en cuenta estas circunstancias cuando negocie el acuerdo con la UE. Temen que las propias cifras del Ejecutivo se hagan realidad: un informe de hace unos meses del Comité de Cuentas de la Cámara de los Comunes advertía de que en el caso de la salida de Gran Bretaña de la UE y el cambio de las condiciones laborales, la sanidad pública podría tener un déficit de personal de unos 50.000 profesionales sanitarios.

El impacto del Brexit llega además, a un NHS que ya está en apuros. El que fuera la joya de la corona, el modelo de otros sistemas sanitarios —como el español— tiene problemas graves de financiación y medios. Desde 2010, con la llegada del Gobierno conservador, se han cerrado uno de cada cuatro centros de atención continuada y se han incrementado las listas de espera alrededor de un 12%. Y con el empeoramiento de la situación económica derivado del Brexit —a lo que se une la pérdida de cientos de millones de fondos europeos—, el gasto anual por habitante se reducirá unos 160 euros, de aquí a 2020, según un análisis de The Economic Intelligence Unit. Algo que, alertan, unido al incremento de los costes de la atención puede derivar en un deterioro del sistema.

La salida de la UE trae, además, otra circunstancia para Gran Bretaña, y es que si no se acuerda lo contrario, sus nacionales perderán el derecho a ser atendidos sin cargo directo a sus bolsillos en los países de la UE. Una asistencia por la que el Gobierno británico paga unos 857 millones de euros al resto de países de la UE, según reveló en la Cámara de los Comunes el secretario británico de Sanidad, Alistair Burt. El país que más recibió, con unos 285 millones de euros, fue España, donde se calculan que viven 750.000 británicos, la mayor parte jubilados --que, si tienen la tarjeta europea reciben la misma atención gratuita que un español—.




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