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lunes, 26 de enero de 2015

G. PACKER: EL DESMORONAMIENTO DE USA

George Packer Huddleston (Santa Clara, California (USA), 13-08-1960) es un periodista, novelista y dramaturgo de USA. És mejor conocido por sus escritos para The New Yorker sobre la política exterior usamericana y por su libro The Assassins 'Gate: Estados Unidos en Iraq. Si libro La Reversión: una historia interna de la New America, que abarca la historia de USA desde 1978 hasta 2012 ganó el Premio Nacional de Literatura de no ficción en noviembre de 2013.Su libro más reciente es El desmoronamiento, abarca las últimas cuatro décadas de Estados Unidos de América y ha distribuido sobre la mesa de la autopsia los órganos corroídos por el cáncer. El espectáculo es desagradable. The Unwinding,el nombre en inglés, es una crónica importante, soberbia, una obra mayor sobre la carcoma del imperio, un relato real con aroma a gran novela. Su título se refiere a la dilución de los materiales que mantienen unida una sociedad. Para muchos en USA, es un libro de terror.


Ruinas del capitalismo
Por Marc Bassets


Fábricas cerradas, ciudades semivacías, carreteras deterioradas. Los paisajes de algunas
regiones industriales de Estados Unidos recuerdan a los de la Europa Central y Oriental
tras la caída del muro de Berlín. Las ruinas del capitalismo no son tan distintas de las
ruinas del comunismo. La comparación no es exacta: el capitalismo sigue vivo y las ruinas son una parte pequeña del legado. Pero el capitalismo ha dejado paisajes reconocibles. Son los paisajes de El desmoronamiento,de George Packer, una crónica de tres décadas de desregulación, influencia desbordada del dinero en la política y polarización.


La desigualdad de ingresos en Estados Unidos de América se acerca a la de países como Jamaica y Argentina. El ascensor se atasca. Los salarios reales de la clase trabajadora
usamericana apenas han aumentado desde los años setenta; los del 1 % con más ingresos han subido un 165 %, según datos del Nobel Paul Krugman.

Lo que convierte El desmoronamiento en una de las grandes novelas, una gran crónica de la América del siglo XXI, no son sólo las virtudes periodísticas y literarias, sino la destreza para abordar algunos de los problemas centrales de nuestro tiempo. ¿Por qué triunfa el discurso de la senadora Elizabeth Warren contra Wall Street? ¿Por qué, pese a
la recuperación económica, los norteamericanos siguen insatisfechos? ¿Por qué este
pesimismo y esta sensación de declive en la primera economía mundial? El desmoronamiento
ofrece respuestas.

El libro es una elegía del país que construyó Franklin Roosevelt en los años treinta —un modelo socialdemócrata en el que el Estado protegía y redistribuía— y que empezó a cuestionarse en los ochenta con Ronald Reagan.

Packer es progresista, pero su diagnóstico es compartido. El sociólogo Charles Murray, uno de los referentes intelectuales de la derecha, dibuja paisajes similares a los de Packer: Estados Unidos como dos países cada vez más distantes entre sí. La cohesión
peligra.

El libro de Packer es imperfecto. Los más de cincuenta millones de origen latinoamericano son la primera minoría de Estados Unidos de América, pero en este fresco ambicioso del Estados Unidos actual no aparecen. Sería erróneo leer El desmoronamiento como un ensayo sobre el declive de Estados Unidos, una elegía de un tiempo en que este era un país más decente, más humano, más unido.

¿Cuándo fue así? ¿En los sesenta, cuando los Kennedy y Martin Luther King caían asesinados? ¿Cuando los negros sufrían la segregación? ¿Cuando los homosexuales carecían de derechos y la discriminación de la mujer era flagrante?Youngstown, una ciudad de la cuenca siderúrgica de Ohio golpeada por la desindustrialización, es uno de los escenarios. En cuatro décadas ha pasado de 140.000 habitantes a 60.000. Como en el este de Alemania, en Youngstown el Ayuntamiento destruye casas vacías. En pocos lugares las ruinas del capitalismo —del capitalismo industrial— son más visibles que allí. Pero la destrucción de casas deja más espacios verdes y crea barrios más seguros. La ciudad es más habitable. Estados Unidos no para de cambiar. No es un ocaso: es una transformación.


Novelas para niños adultos
Por Vicente Verdú

Desde un punto de vista antropológico, sociológico o escatológico, El desmoronamiento es un genuino ensayo norteamericano. La desmesura, la obesidad, la grandiosidad, el más que
el más, forman conceptualmente la base imperial de EE UU y de este ensayo también. USA fue el número uno desde hace más de un siglo y no hay razón para que no lo siga siendo aún. ¿China? Un director de cine chino lo que anhela es un Oscar en Hollywood y un periodista chino lo que desearía es codearse con un Pulitzer en Nueva York.

USA se considera a su vez tan superior que incluso sus helados Baskin Robbins se promocionan como The coldest ice cream drink ever (el helado más frío que se ha tomado
nunca). Ni el grado cero de la congelación es allá suficiente. Ellos son los que han llegado más lejos en viajes espaciales, en medallas de oro, en cine, en música pop, en armamento o en Starbucks, que incluso vencieron a los históricos cafés vieneses, franceses, españoles o italianos. Más aún: un Starbucks llegó a abrir dentro de la misma Ciudad Prohibida pequinesa hasta que alguien denunció la profanación.

Los yanqui cuentan con las compañías mayores y más avanzadas del mundo, los coches más largos, los obesos más obesos y las actrices más guapas. El más del más es genuinamente norteamericano.

El desmoronamiento pues no es sino el pavor a un declive del que ya más que está hastiado Occidente

Habitando sobre este dominante pedestal —siempre bendecido por Dios—, los ciudadanos
estadounidenses creen hallarse en la mejor de las tierras posibles. La tierra de
promisión que fundaron los religiosos expulsados de Europa, la primera democracia del mundo y la más parecida al paraíso. El 80 % de los hogares norteamericanos tienen una bandera nacional que exhiben al aire libre con motivo de un cumpleaños, una boda o una fiesta local. Ser norteamericano es estar acampado en la máxima cima del mundo y ¿cómo no va a sufrir los embates del viento y la tentación de ser zarandeada por las fuerzas
del mal?

¿El 11-S?, de acuerdo. Pero antes y después la mayor parte de las películas de terror, de marcianos o de virus misteriosos (comunistas incluidos) atentan contra USA, máxima encarnación del bien. ¿Desmoronamiento? El libro se empeña o complace en relatar (obsesiva, vana, abusivamente) la historia de algunas figuras en los últimos treinta años y con ellas los cambios y la Gran Recesión que ha transmutado valores y estatus. Hay pérdida de lo rural (tan amado), del empleo (tan insólito), han crecido las desigualdades (como en todas partes) y la clase media (como en todas partes) ha cumplido el proceso nostálgico del go, go, gone.

Estafas políticas, financieras, industriales han cundido sobre esta patria teologal y, como en todas partes, iconos como la General Motors se han ido a pique. En suma, el libro no cuenta nada que no sepamos de sobra los europeos y demuestra las insuficiencias del género novelado (tan infantil) para expresar la tesis con una contundencia más vigorosa. El desmoronamiento pues no es sino el pavor a un declive del que ya más que está hastiado Occidente y que, encima, no despeja el porvenir oriental porque viendo como les va a varios países emergentes, la crisis es global porque de otro modo no sería de verdad grave ni diabólicamente real.

¿El declive americano? A George Packer le ha faltado darse antes una vuelta por ahí.


Packer, de 54 años, escribe alarmado. El suyo es un trabajo que nace del miedo en un país poco acostumbrado a sufrirlo. En el café de Brooklyn donde recibe al diario EL PAÍS de Madrid, admite que, para un europeo, el paisaje que describe puede resultar conocido. Sin embargo, algunos de sus personajes son genuinamente americanos, parias de esa extraña cohesión (la patria, el orgullo de ser americano, el sentimiento de pueblo elegido) que abandona a sus hijos como desechos. En ningún otro país los desgraciados se sienten tan
orgullosos de su bandera.

PREGUNTA. Su libro duele. Es desagradable.

RESPUESTA. Admito que es perturbador. Cada vez que intentas agarrarte a algo sólido, se
derrumba. El tejido social se deshilacha. Debido a la desigualdad, me he sentido como un
corresponsal extranjero en mi país. Carolina del Norte me parece más lejano que Bagdad.

También ha sido emocionante porque, aunque la situación es oscura, hay luces que brillan. En esos lugares hay gente que mantiene la luz encendida.

P. Pero USA, según usted, empeora…

R. Sí. Todas las tendencias empeoran menos una, que son las cifras económicas. La gente
en Europa me pregunta cuál es el problema, ya que crecemos al 4%. Y les digo que sí, que
la macroeconomía está mejorando, pero pregunte a la gente de Carolina del Norte o de
Ohio y le dirá que no tiene esa sensación. Aunque la tendencia es buena, no cambia la
vida de las personas ni la realidad que describo en el libro.

P. ¿Pero estamos ante un declive o una transformación?

R. No gano dinero con una bola de cristal. No lo sé. No pienso en esos términos. Pienso
más como un novelista, hablo de la gente que está delante de mí. Lo que me preocupa es
que seguimos esperando que la nueva economía cree una nueva sociedad. Si hay un nuevo
orden, ¿cómo será? De momento no veo la transformación, así que para mí es un declive.

P. ¿Está en peligro la cohesión social en Estados Unidos?

R. No solo está en peligro, está rota. ¿Qué es la cohesión social? Es cuando tu destino
está vinculado al de otras personas en tu comunidad o tu país, cuando los líderes de las
principales instituciones tienen una visión que te incluye y, aunque buscan su beneficio, también es el tuyo. Hoy en día no es así. Su beneficio es su beneficio. En el Congreso se comportan igual que en Wall Street. No construyen nada. Todo es cortoplacismo. No existe cohesión porque no pagan un precio por sus errores. No hay políticos destituidos por impedir la recuperación económica. Ningún político pagó por Irak, ni ningún general. Bush fue reelegido. La gente que paga es la más pobre. Un soldado raso tiene más posibilidades de ser expulsado por perder su fusil que un general por perder una guerra. Así es esta sociedad.

Packer, periodista de largo aliento de The New Yorker, excepcional cronista de Irak, rehúye el análisis en su libro. No hay investigación política, ni sociológica, ni económica. No hay explicaciones, ni conclusiones. El desmoronamiento es relato puro, minucioso, periodismo de altísima calidad en el que el autor deja claro quién le despierta compasión (normalmente aquellos que se salen de lo establecido, como el escritor Raymond Carver) y quién le repugna (Wall Street, la clase política y famosos como Jay Z).

P. Su libro solo tiene tres páginas de tesis. Las 500 restantes son historias de personas o de determinados lugares. ¿Es esa la clave de su éxito?

R. Creo que es una de las razones por las que ha tenido tantos lectores. A la gente le

gusta leer historias. Quería presentar una fotografía del país sin conclusiones que son
sabidas. Quería llegar al sistema nervioso de la gente, no a su cerebro. Quería entrar
en su circulación sanguínea, en sus sentimientos. Pensé que sería divertido estructurarlo como una novela, pero inusual, lo que me llevó a la trilogía de John Dos Passos.

P. Pero Dos Passos, con su obra (Trilogía USA, en la que historias de individuos de
ficción se mezclan con biografías reales, collages de titulares, noticiarios y letras de
canciones antes, durante y después de la I Guerra Mundial) quería despertar a la clase
obrera en un momento en que el marxismo ofrecía una teoría para transformar la realidad.

Hoy, ¿qué tienen los partidos de izquierda? No disponen de esa teoría.

R. Y no se puede inventar. No podía hacer lo mismo que Dos Passos. En nuestro mundo no
hay una teoría que convenza a millones de personas de que esa es la dirección en la que
se mueve la historia. Para Dos Passos, esa idea murió en España, porque fue a Madrid
durante la Guerra Civil y, mientras estaba haciendo una película con su amigo José Robles [profesor de literatura y de español formado en Estados Unidos y traductor del escritor de Chicago], este fue detenido y fusilado por los comunistas. Para Dos Passos, ese fue el fin de la teoría de la historia. En el siglo XXI hay muchos intelectuales de izquierdas que tratan de crear una visión de la igualdad o un activismo medioambiental y es bueno, pero si no atraen la imaginación del público es solo un puñado de gente escribiendo libros y hablando entre ellos. Ese es el problema, pero no puedo solucionarlo en mis libros.

El desmoronamiento denuncia la destrucción del contrato rooseveltiano con los estadounidenses a manos de unos líderes de la nación que han hecho dejación de sus responsabilidades a favor de la dictadura del dinero. Es la narración de un fracaso.

Tres columnas sostienen el relato: la creciente desigualdad, la última Gran Recesión
causada por la codicia de Wall Street y la complicidad de Washington, y la corrupción
del tejido moral del país. Packer muestra un manojo de individuos que caminan sobre
escombros. En una nación que alardea de su unidad, algunos de esos individuos, descritos
con precisión de entomólogo, son desgraciados comidos de chinches que viven en
furgonetas en un aparcamiento de Walmart.

Los personajes principales son Jeff Connaughton, un idealista capaz de entregar su
carrera y su vida a un despreciable Joe Biden, actual vicepresidente, descrito como un
político sin escrúpulos; Dean Price, un superviviente que intenta hacerse rico con el
biodiésel; Tammy Thomas, una mujer negra, hija de adictos a la heroína que pierde todo
su dinero y se erige en activista de su comunidad, y Peter Thiel, magnate de Silicon
Valley, el libertario fundador de Paypal.

El último gran actor es una ciudad, Tampa, en Florida, el terrorífico y delirante
paraíso de las hipotecas basura (los juzgados sentenciaban hasta 120 desahucios al día),
donde miles de personas lo perdieron todo en un aquelarre de incompetencia y
desistimiento de las autoridades, cómplices de los excesos de las entidades de crédito.

Allí, con el aderezo del Tea Party, el relato se articula con el periodista Michael Van
Sickler, fedatario de la catástrofe, y desgraciados como los Hartzell.
Danny Hartzell y su esposa Ronale son los rostros del desmoronamiento. Hijos de
alcohólicos, sin trabajo estable, viviendo en coches o caravanas, solo su amor les
permite soportar la pobreza y el drama de una hija con cáncer. El mejor día de su vida
es cuando consiguen una dentadura postiza. Ronale no se la pondrá nunca porque, después
de tantos años sin dientes, es incapaz de soportar la prótesis.

P. ¿Por qué esas personas?

R. Tenía la ambición de crear un panorama, y ese panorama tenía que incluir ciertos
lugares y temas, como la desindustrialización, el declive de la economía obrera que
afectó al Medio Oeste. Mi intención era encontrar gente así. Tuve suerte.

P. Y Tampa. La ciudad es un personaje más, el más temible. Esa pareja, Danny Hartzell y
su mujer, ¿son el paradigma del hundimiento?

R. Nunca trato a las personas como símbolos, pero sí, Danny y su mujer representan a la
clase trabajadora que se hunde. Nunca tuvieron dinero, ni salud, nunca acabaron el colegio. Una generación antes, esas mismas personas podrían haber tenido una vida estable, sin mucho dinero, pero estable. Sus hijos podrían haberse quedado en el colegio y les podría haber ido un poco mejor. Hoy en día, el suyo es un mundo aterrador. No consumen alcohol, ni drogas, no hay violencia en sus vidas. En cierta manera, es una familia modelo. Pero ahora son prescindibles. Nadie nota su presencia a menos que mires en su coche.

Los relatos de Packer se completan con semblanzas de famosos. La presentadora de
televisión Oprah Winfrey, el ex militar y político Colin Powell, el rapero y magnate de
la música Jay Z o el fundador de Walmart, Sam Walton, son para Packer triunfadores que
legitiman el consumismo y la pobreza moral del país.

P. Oprah Winfrey, Jay Z, Sam Walton… No le gustan…

R. No son mis héroes. Oprah tiene cosas admirables, pero hay algo siniestro en ella. Su
mensaje es que si eres buena persona y conectas con el universo, te ocurrirán cosas buenas. Ella dice: “Miradme a mí, vengo de la nada, de Misisipi”. Ahora es multimillonaria, la persona negra más rica del mundo. ¿Es realmente esa la verdadera historia? Es como un pensamiento mágico, muy estadounidense. Nos gusta pensar que depende de nosotros. Pero hace que la gente se sienta peor, porque sus vidas no mejoran.

Sus espectadores son gente de clase media baja, sus hipotecas superan el valor de sus
casas y serán desahuciados. Se deprimen y piensan que es culpa suya. El papel de la gente famosa es muy importante. Son como dioses seculares. Elegimos cuál es nuestro
dios, como en el hinduismo.

P. Jay Z es un dios…

R. Jay Z es un dios para los jóvenes de las ciudades. Su mensaje es una versión más dura
que la de Oprah: “Que se joda el sistema. Haced lo que he hecho, coged la vía rápida,
incumplid la ley, y podréis vivir a lo grande, como yo”. Es inmoral. Es un capitalista
gánster que nos enseña la naturaleza gánster del capitalismo. Cuando ves a Jay Z puedes
ver a un banquero de Wall Street. No se trata de progresar, sino de lanzar los dados.

Pasa lo mismo con Mark Zuckerberg. Quizás es menos aterrador, pero ¿qué es Facebook? Se
ha movido rápido y ha revolucionado las cosas. La historia de Zuckerberg es que deja
Harvard después de tener problemas, y tiene éxito. Piense en cómo inspira eso a los jóvenes: o todo o nada.

P. ¿Qué descubrió de su país?

R. La gente vive vidas totalmente diferentes. Cuando era niño, las diferencias no eran
tan enormes: odiábamos las mismas cenas precocinadas, conducíamos los mismos coches,
íbamos a ver las mismas películas, veíamos las mismas noticias, íbamos a los mismos
colegios públicos… Ahora, una tercera parte del país ve Fox News y ve un mundo, y una
cuarta parte del país ve la NBC y ve otro mundo. Y la mayoría no ve las noticias. La
realidad da miedo por lo mucho que posee la gente más rica y lo poco que tiene la más
pobre. Y la diferencia aumenta. Es un país muy diferente de aquel en el que crecí.

El desmoronamiento. George Packer. Traducción de Miguel Marqués Muñoz. Debate.

Barcelona, 2015. 521 páginas. 24,90 euros (digital: 14,99).

Fuente: El País de M.

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