“Estábamos sentados en el jardín [de la facultad] y al principio no sabíamos qué estaba pasando, oímos gritos y fuimos corriendo a ver qué era”, empieza a contar Mustafá Hasan Gunes, un estudiante de 22 años, en una cafetería en el campus de la Universidad de Estambul. Cuando Gunes y 5 amigos suyos entraron al vestíbulo de la Facultad de Ciencias y Letras, se encontraron con un grupo de enmascarados, “algo menos de 10 personas”, que gritaban en árabe, “¡Dios es grande!” e iban armados con palos de madera, algunos con clavos.
“Les preguntamos qué querían y ellos gritaron de nuevo, ‘¡Dios es grande!’, y nos dijeron que no debemos insultar al islam y entonces nos atacaron”, cuenta Gunes, que junto a sus amigos se defendió tirándoles vasos y botellas que había en las mesas en el vestíbulo. Antes, los enmascarados habían roto una pancarta que calificaba de “asesino” al llamado Estado Islámico (EI), un grupo yihadista que controla partes de Siria e Irak junto a las fronteras con Turquía.
Este suceso, al que puso fin la policía, ocurrió el pasado 26 de septiembre. Días después, el 2 de octubre, hubo otro enfrentamiento cuando varios enmascarados irrumpieron de nuevo en el vestíbulo de la facultad, en esta ocasión armados con machetes y hasta un cuchillo de carnicero. Esta vez estudiantes de grupos de izquierdas también se habían armado, “aunque sólo con inocentes palos de madera, nosotros no matamos a nadie”, se ríe Gunes, miembro destacado de una de estas organizaciones.
La policía volvió a intervenir y detuvo a unas 20 personas, incluido Gunes. La mayoría fueron liberados sin cargos a las pocas horas pero cuatro estudiantes de izquierdas han sido acusados de agresiones y de oposición a la policía, por ninguno de los islamistas radicales detenidos ese día.
La tensión y las protestas se extendieron a otras universidades en Estambul y en Ankara, la capital, y desde entonces ha habido otros dos enfrentamientos serios, aunque Gunes cuenta que todos los días hay pequeñas peleas. “Conozco a algunos de ellos, hoy he visto a dos. Normalmente no tenemos relación pero si por ejemplo decimos algo sobre Kobane se lo toman como un insulto al islam”, relata en referencia a la ciudad siria en la frontera con Turquía que lleva casi dos meses asediada por los combatientes del EI. “Es como si ellos se creyeran los guardianes del islam, pero lo que nosotros hacemos no tiene nada que ver con el islam”, concluye Gunes.
El asalto yihadista a Kobane (Ayn el Arab, en árabe), una ciudad kurda que durante semanas estuvo defendida a la desesperada por la milicia local, las Unidades de Protección Popular (YPG, en kurdo), provocó la huida de cerca de 200.000 personas, que cruzaron a territorio de Turquía.Pero el Gobierno se negaba a intervenir en la defensa de Kobane o a permitir el paso a kurdos turcos que querían luchar junto a sus “hermanos” sirios. Esta situación desencadenó protestas prokurdas y contra los yihadistas, que dejaron alrededor de 40 muertos en diferentes ciudades kurdas en el país. En la universidad, esta tensión se ha manifestado en las peleas entre simpatizantes de los yihadistas y grupos estudiantiles de izquierdas.
“Siempre ha habido problemas entre la llamada Juventud Islámica y estudiantes de izquierdas, pero tras la llegada del ISIS [como se conocía antes al EI] hay cada vez más apoyo al yihadismo”, comenta Berfin Azdal, de 21 años, estudiante de Sociología en la Universidad Mimar Sinan, y que el pasado jueves participaba en una manifestación en el campus de la Universidad de Estambul, tradicionalmente la más politizada de la ciudad. La marcha transcurrió sin incidentes, frente a una gran presencia policial y entre cantos contra el Gobierno y otros como “¡Kobane va a ser el cementerio de ISIS!"
“Siempre ha habido enfrentamientos políticos en la Universidad de Estambul”, concuerda Sebnem Korur Fincanci, de 56 años, profesora de Medicina Forense y muy activa políticamente. Fincanci, que también es la directora de la Fundación de Derechos Humanos de Turquía, cuenta que durante los años 70 incluso había barreras entre diferentes facultades para evitar peleas. “Me gusta que hoy la gente sí pueda levantarse y defender sus opiniones”, comenta esta doctora, que lamenta cómo el ambiente actual llevó al decano de su facultad a no aprobar la organización de un debate sobre Kobane hace unos días.
Tanto Fincanci como algunos estudiantes creen que el propio Gobierno turco, ahora liderado desde la Presidencia por Recep Tayyip Erdogan, estaría detrás de la llamada “Juventud Islámica”. Este nombre, con el que se identificaron algunos de los radicales detenidos en los enfrentamientos en la universidad, engloba informalmente a diversos grupos islamistas, algunos presentes en las redes sociales y que no respondieron a varios emails y mensajes de este periódico.
“Es difícil llegar a la conclusión de que [los atacantes enmascarados] realmente representan a EI, lo que no significa que debamos subestimar la presencia de EI o de su ideología en Turquía”, señala Halil Ibrahim Bahar, profesor de Sociología en el Instituto Estratégico de Ankara. Conectada con el auge del Estado Islámico, este analista percibe una creciente radicalización de parte de la juventud turca, y considera que el Gobierno debería condenar claramente la ideología yihadista del EI, algo que no hace por temor a ataques terroristas y para no perder ciertos apoyos políticos. “Y ahora tenemos la dicotomía de que o apoyas lo que el Gobierno, o Erdogan, dice, o si no estás contra Turquía, y esta atmósfera política nos afecta a todos”, describe Bahar.
Mientras tanto, la vida universitaria sigue su curso en una atmósfera de tensión y con la Facultad de Ciencias y Letras rodeada de una gran presencia policial. Su vestíbulo, una amplia sala rectangular en la que, en uno de los extremos, cuelga una bandera turca gigantesca, está hoy ocupado por mesas de pimpón y por numerosos jóvenes que pasan caminando o charlan sentados en los escalones. “Yo no estoy involucrado políticamente, pero durante el último mes y medio la situación ha sido mucho más tensa”, cuenta uno de ellos, de 22 años, estudiante de Geografía y que pide que no se publique su nombre por miedo a represalias.
Este joven dice que presenció el primer gran enfrentamiento y que ambos bandos son “muy agresivos”. “Nosotros no tomamos partido [en los enfrentamientos], pero esto hace que haya profesores que no vienen y que nos perdamos clases, o nuestras familias se preocupan, y nunca sabemos lo que puede pasar”, dice. “Esta siempre ha sido una facultad muy politizada, pero muchos de nosotros somos simplemente estudiantes que sólo quieren estudiar”, concluye entre la algarabía reinante en el vestíbulo.
Fuente:El Pais de M.
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