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Los yihadistas se han retirado a las montañas que separan Líbano de Siria, convertidas en su morada habitual, para escapar de la persecución del Ejército sirio y combatientes de Hezbolá (milicia chií aliada del régimen de Damasco) desde territorio sirio al otro lado de la frontera libanesa.
Varios centenares de yihadistas llegados de Siria lograron durante cuatro días mantener en jaque a las Fuerzas Armadas libanesas. Mataron a 55 civiles, 14 militares y capturaron a otros 35, que aún se encuentran en sus manos. Fuentes militares libanesas confirmaban este viernes que los yihadistas pretenden intercambiar a 10 oficiales por presos islamistas que se encuentran en cárceles libanesas, tal y como el líder del EI anunciaba en un vídeo colgado en Internet en julio, en el que llamaba a sus hombres a “atacar al Ejército libanés y a Hezbolá, y liberar a sus hermanos presos”. El EI suma así un nuevo escenario de lucha en Líbano, donde hasta ahora sólo se había atribuido varios atentados terroristas contra objetivos chiíes sin enfrentamientos directos contra las fuerzas de seguridad.
La entrada del EI en la guerra siria desestabilizó tanto al Ejército Libre Sirio (ELS), primer grupo en levantarse en armas contra el régimen, como a sus compañeros islamistas de lucha y afiliados a Al Qaeda, el Frente Al Nusra. Mejor financiado y por lo tanto armado, el EI ha logrado hacerse con el control y monopolio de la lucha en Raqa, al norte del país, dividiendo al tiempo que debilitando el campo rebelde. Una división que ha favorecido el discurso del régimen sirio y su presidente, Bachar el Asad, y templado temporalmente la ofensiva de las potencias occidentales contra él.
Los líderes religiosos de los tres principales bastiones suníes de Líbano (Trípoli al norte, Sidón al sur, y Ersal, en la frontera este con Siria) están en contra del EI, que podría restarles parte de sus seguidores. “No hay cabida para el EI en Líbano porque aquí los grupos suníes obtienen su fuerza y su financiación de líderes y dinámicas locales. Si el EI entrara en Líbano restaría poder a los diferentes grupos locales suníes que perderían su capacidad de movilizar a sus seguidores en las calles”, explica el jeque Abu Mazen, influyente líder religioso en Bab el Tebene, en Trípoli.
La regionalización del EI luchando en Siria, Irak y Líbano ha sacudido el régimen de alianzas políticas locales y regionales. La crisis de Ersal y el pánico creado entre la población libanesa ante una posible avalancha de yihadistas del EI en su propio país ha radicalizado el debate.
Los dos principales bloques políticos libaneses, opuestos por su apoyo o confrontación al régimen del sirio Bachar el Asad, pactaban varios meses atrás un plan de emergencia de seguridad nacional colaborando por primera vez contra un enemigo común. El Gobierno libanés pedía esta semana a Francia que acelerara la entrega del armamento prometido y financiado en 2,2 millones de euros por Arabia Saudí para combatir a los terroristas.
En Irak, el rápido avance de los yihadistas, apoyados por varias tribus suníes locales, cogía por sorpresa tanto al Ejército y régimen iraquíes como a las potencias regionales; y ello redibujando una nueva política de alianzas coyunturales en la zona. Estados Unidos de América incrementaba su ayuda al régimen de Maliki, aliado de Bachar El Asad en la lucha contra los rebeldes, y autorizando el bombardeo de las zonas donde actúa el EI para sumarse directamente este viernes al ataque aéreo contra efectivos del EI.
El avance del EI y su efecto desestabilizador en las políticas nacionales de los vecinos de Siria han llevado a alianza inusuales entre USA, Líbano, Siria, Arabia Saudita, Irán e Irak en un mismo barco contra los combatientes del EI, neutralizando temporalmente la enemistad entre potencias regionales suníes y chiíes.
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