Desde que Carlitos Núñez decidió
que era un buen momento para patearle los genitales a un jugador tricolor,
hemos venido escuchando diversas opiniones sobre esta nueva edición de las
grescas clásicas. En primer momento se alzaron las voces de reprobación hacia
estos malagradecidos que se agarran a piñas cuando lo lógico sería que ellos
jueguen, corran, y resistan puteadas, y que los que nos agarremos a piñas
seamos nosotros, los hinchas, los que les pagamos el sueldo con nuestras
entradas, nuestros recibos de socio y nuestras cuotas de televisión para
abonados. Mas luego, cuando se supo que 9 futbolistas serían procesados la
gente se cambió de bando y empezamos a escuchar que "acá pagan justos por
pecadores" o "no son asesinos" o "no les coarten el derecho
a trabajar, por el amor de Dios".
Acerca de la primera acusación,
es posible que haya algo de razón: nuestro deporte está lleno de ejemplos de
grescas aún peores que la del pasado lunes, cuyos protagonistas no llegaron a
pasar por instancia judicial alguna. Le digo más: me cuesta discernir cuál es
el límite entre lo que debe considerarse "situación de juego" y lo
que no. Es decir, si en el medio de un partido viene un señor y te tira un
golpe de puño, y vos reaccionás de manera análoga, podés ser procesado. En
cambio, si a ese mismo rival le tirás un codazo y le partís el tabique nasal,
no. Si le pegás una patada de atrás, tampoco. Si le metés un planchazo y lo
fracturás, menos.
El consejo parece claro:
"joven futbolista, cuando en la cancha ocurra algo que no te caiga en
gracia, no promuevas una generala que pueda perjudicar la paz pública. Mejor
espera que haya un córner, y sumerge tu codo en la boca del estómago de tu
rival".
Respecto a que no son asesinos,
estamos de acuerdo. Tampoco lo es Campiani y allí está, encerrado, jugando al
Candy Crush con Pablito Goncalvez (i). La justicia no pasa por castigar solo a
los que matan o roban. Ahora, ¿está bien que hayan procesado a los jugadores de
Nacional y Peñarol porque se pelearon ante algunos miles de espectadores?
¿Dónde está el límite? ¿Cuántos espectadores debe haber en el estadio para que
una "generala" pase del hecho anecdótico a ser un atentado al orden
público?
Hinchas de Juanicó festejan con el primo de Diego Franco. |
Por ejemplo, hace un mes se
disputó la
final de la Liga Departamental de Canelones entre Juanicó y
Wanderers, finalizada con serios incidentes protagonizados por jugadores, que
incluyeron el lanzamiento de sillas a la tribuna. ¿Usted cree que hubo
procesados en esa oportunidad? ¿Verdad que no?
Pero se equivoca, hubo 10: 2
jugadores de Juanicó, 6 de Wanderers, el ayudante técnico de Juanicó y un
hincha. La jueza le tipificó "riña calificada con motivo o en ocasión de
competencia deportiva". No recuerdo que Scotti se haya manifestado en contra
del dictamen de la jueza en dicha oportunidad.
Por último, no creo que la
decisión de la jueza esté coartando el derecho de los jugadores a trabajar, del
mismo modo que Goncalves no coarta el derecho a trabajar de Albín cuando no lo
pone o lo saca a los 30 minutos del
primer tiempo. Los jugadores no solo trabajan cuando juegan, lo hacen
fundamentalmente cuando entrenan y concentran. De otro modo, el Cachorro Burián
entraría en la calificación de ni-ni.
No hay mal que por bien no venga
Veámosle el lado positivo a las
cosas: la gresca clásica le dio una razón de ser a los suplementos y programas
deportivos de verano, que una vez agotadas las chances de que se concretase
alguno de los pases descabellados que se suelen mencionar para los equipos
grandes, no tenían nada interesante para decir. También sirvió para fortalecer
la figura de Ignacio González frente a la parcialidad tricolor (le faltó
retirarse de la cancha besándose el escudo para recibirse de ídolo) y para
solucionar la interna de los arqueros de Nacional: el Cachorro Burián, molesto
con la llegada de Gustavo Munúa que lo relegaría al tercer lugar, se quedará
pues difícilmente consiga un equipo que lo lleve sabiendo que se perderá la
mitad del campeonato.
En el caso de Peñarol, quizás la
pérdida del Lolo Estoyanoff sea el saldo más negativo de la trifulca, dado que
Aguerre es el quinto arquero, Sandoval prácticamente no jugó en el campeonato
pasado, y Carlitos Núñez tendrá tiempo para lesionarse sin que nadie se entere.
Y cualquiera se da cuenta que una desgracia que tiene a la pérdida transitoria
del Lolo Estoyanoff como mal mayor, no puede ser una gran desgracia.
Incluso, con un poco de ingenio,
ambas instituciones podrían atenuar aún más el castigo, concretando así una
vieja aspiración: Peñarol y Nacional más de una vez amenazaron -cual niño
chico- con recoger sus petates e irse a competir al campeonato argentino, así
que aprovechando que el castigo rige solo para los encuentros disputados en
suelo oriental, ¿por qué no jugar de local en la cancha de Independiente, por
ejemplo? Hace unos años Peñarol supo ser local en Rivera, y creamé que Buenos
Aires queda mucho más cerca. De paso los parciales se irán familiarizando con
el ir a jugar fuera de los límites del Parque Batlle, tal cual ocurrirá cuando
el estadio ubicado en Jacksonville esté pronto.
A
grandes problemas, pequeñas soluciones
Sebastián Moreira. |
"Cuando uno corre 80 minutos como un enfermo, no le
sale nada, y está perdiendo algo que,
le dijeron, es lo más importante del mundo, es bastante razonable que cometa alguna locura." (ii)
No podría estar más de acuerdo con dicha afirmación. Por eso
creo más en las sanciones deportivas y económicas que en las penales (Martín
Vázquez también, por eso no marcó un clarísimo penal de Lima sobre Nacho
González).
¿Qué es lo peor que podés hacerle a un jugador? Tocarle el
bolsillo. Por ahí el tipo se banca estar un año sin jugar, que lo mandes a
entrenar a Tercera, que tu técnico declare que no lo ve bien y que la hinchada
coree su nombre para putearlo. Pero si le tocás el bolsillo, ahí salta como saltaba
Olmedo cuando los forajidos, tras empalar a su abuela, matar a su madre y violar a su hermana, le mojaban el pan en el
huevo frito.
En la NBA, un
tal Smith recibió una multa de 50.000 dólares por desatarle los cordones a un
rival. ¿Se da cuenta? ¡50.000 dólares! Casi un sueldo de Munúa. Acá podríamos
hacer lo propio, destinando esos dineros a solucionar los males más profundos
de nuestro fútbol.
¿Estoyanoff le pegó una piña a Álvarez? Un
sueldo de multa, que será destinado a construir un pulmón en el Palco Oficial
para separar a los funcionarios de Tenfield de los de Fox. ¿El Morro le pegó a
todo lo que se movía y luego se retiró del campo haciendo gestos parecidos a
los del intérprete del funeral de Mandela? Un sueldo de multa, destinado a
ganarle terreno al mar para poder terminar el estadio de Rampla. ¿El Pelado
Pastorino se agarró a piñas con todo el banco de suplentes de Costa Rica? Medio
sueldo de multa, destinado a comprar unos "esténcils" para que las
banderas de la hinchada de Peñarol Grondona y Figueredo queden más prolijas. Y
así sucesivamente.
Pero déjenlos ir
al Estadio, que nombres como el Lolo, el Morro y Pastorino hacen de nuestras
vidas algo mucho más divertido.
Publicado en Brecha, 24-01-14
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