Ya se ven en los países del denominado primer mundo, impresoras 3D fabricando figuras de plástico, piezas de plástico para otras impresoras, vasos, jarrones, etc. Incluso meses pasados circulaban por internet planos para construir una pistola. Pero la posibilidad de imprimir objetos metálicos, algo que ya se está haciendo, aunque sea a pequeña escala, tiene todas las apariencias de poder convertirse en una verdadera revolución, en la forma en la que se fabrican ciertos objetos.
El proceso comienza con el diseño de la pieza a imprimir usando un programa de diseño al uso. Estos planos son luego interpretados por otro programa que divide la pieza en capas horizontales de fracciones de milímetro, y esto es lo que se envía a la impresora.
La impresora tiene una cama sobre la que se deposita una fina capa de polvo metálico –que según sea la aplicación de la pieza será de un tipo u otro– y un potente láser o un haz de electrones se encargan de esculpir sobre esa capa capa de polvo la capa correspondiente de la pieza fundiendo unos gránulos metálicos con otro.
Terminada esa capa de la pieza se deposita otra capa de polvo metálico y se repite el proceso, y así hasta terminar la pieza. El polvo sobrante se elimina al final y puede ser utilizado para seguir fabricando más piezas.
Este proceso presenta muchas ventajas sobre métodos de fabricación tradicionales, pues entre otras cosas permite crear piezas sin juntas, lo que las hace más sólidas, al mismo tiempo que permite que sean más ligeras porque solo hay que usar el material necesario, sin añadidos, porque el proceso de fundición o moldeado por presión obligan a ello, por ejemplo.
Dejando una capa de polvo sin fundir entre capas sólidas, polvo que luego se elimina, se pueden fabricar conjuntos con partes móviles como por ejemplo un cojinete de bolas. Pero además, la impresión 3D permite también crear piezas con formas que serían sencillamente imposibles de fabricar por otros métodos.
Quedan aún detalles por pulir, como por ejemplo el hecho de que a veces se puedan quedar burbujas de aire en la pieza o que según qué tipos de acabados no se pueden conseguir, o el tamaño máximo de las piezas que se pueden imprimir por ahora, que ronda unos dos metros.
Pero General Electric está ya fabricando inyectores de combustible para su motor para aviones CFM International LEAP, que según GE son 25 veces más ligeros y cinco veces más duraderos que los fabricados por métodos tradicionales.
Un grupo de estudiantes de la Universidad de California en San Diego, por su parte, probaba hace poco un motor cohete impreso en 3D, por citar un par de ejemplos, mientras que Agencia Espacial Europea ha puesto en marcha el proyecto Amaze que tiene como objetivo desarrollar estas técnicas.
Otro aspecto en el que la impresión 3D puede suponer grandes cambios es en el de la distribución y logística: en un lugar aislado, con tal de tener una impresora 3D y el material en bruto necesario se podrían fabricar repuestos o suministros que hicieran falta sin depender de que nadie los haga llegar allí.
De hecho la NASA espera enviar en 2014 una impresora 3D a la Estación Espacial Internacional para probar estos conceptos, aunque será una impresora de plástico.
También habrá que tener en cuenta que una vez que con unos planos digitales y una impresora en 3D se puedan reproducir en cualquier sitio componentes de casi cualquier cosa se avivará el debate sobre las 'descargas de Internet'.
En cualquier caso, se avecinan sin duda tiempos interesantes en el campo de la producción industrial de muchas cosas.
Fuente:RTVE
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