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martes, 22 de octubre de 2013

REP. CENTROAFRICANA: TODOS MIRAN MIENTRAS SU POBLACION ES MASACRADA

La República Centroafricana no ha sido nunca un país estable. Desde su independencia en los años 60, su historia está plagada de golpes de Estado y rebeliones, hasta una monarquía tuvieron. Los presidentes se han sucedido cada 10 años casi siempre a punta de pistola. El resultado de esta inestabilidad ha sido la proliferación de armas ilegales que han caído en manos de grupos armados fuera de control.



La última asonada en marzo de 2013 ha terminado de sumir a la “Cenicienta” de África en el caos. La espiral de violencia no se detiene. Las disputas internas han creado una situación de desgobierno y falta de seguridad extremas. Los exilios forzosos, las matanzas indiscriminadas, los saqueos y pillajes se han convertido en una rutina constante de la agenda internacional, pero de la cual las grandes potencias como de costumbre cuando no tienen intereses en juego, parecen no darse por enteradas.

La coalición de grupos armados Seleka, que en la lengua local Sango significa alianza, había firmado en 2007 un acuerdo con el gobierno para integrarse en el Ejército, pero en diciembre de 2012 desertaron y se levantaron contra el presidente François Bozizé porque consideraban que no había cumplido los compromisos del alto el fuego: la liberación de los presos políticos y el pago a los rebeldes que abandonaron las armas.

Las partes enfrentadas firmaron un acuerdo en enero de 2013, pero el 24 de marzo los rebeldes se hicieron con el control de Bangui, la capital, y dieron un golpe de Estado.

Michel Djotodia, uno de los líderes de la coalición Seleka, se proclamó a sí mismo presidente, mientras que Bozizé abandonó el país.

Un mes más tarde, el 18 de abril, la conferencia de la Comunidad Económica de Estados Centroafricanos (CEECA) en Djamena reconoció a Djotodia como líder del Gobierno de transición cuyo mandato es conducir al país a unas elecciones generales en el plazo de 18 meses.

¿Cuáles son los bandos enfrentados?

Los grupos armados Seleka defienden el poder de Djotodia. Están formados por la Unión de Fuerzas Democráticas por la Unidad (UFDR), la Unión de Fuerzas Republicanas, y la Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz. Atacan sobre todo barrios cristianos. Junto a ellos combaten mercenarios de Sudán, Níger y Chad, según sus rivales, aunque ellos lo niegan.

Por otro lado, se han formado grupos de autodefensa conocidos como antibalaka (antimachete) que se oponen al poder de Djotodia y sus hombres. Atacan barrios de ascendencia musulmana. Son milicias pro Bozizé o grupos contrarios a la llegada de milicias extranjeras a quienes perciben como extraños.

Los enfrentamientos interconfesionales son un fenómeno relativamente nuevo ya que cristianos y musulmanes habían convivido en armonía hasta ahora. Desde el golpe, sin embargo, se ha producido ambos bandos han utilizado la retórica religiosa con fines políticos y está habiendo ataques sangrientos.

¿ Cuál es el papel de Chad y Uganda?

Bozizé llegó al poder con ayuda del ejército del Chad, cuyo gobierno liderado por el presidente Idriss Deby, estaba interesado en tener un aliado fuerte en el sur.

El ascenso del grupo Seleka al Gobierno representa para Chad una seria amenaza de seguridad. Ambos países vecinos comparte una extensa y porosa frontera y Chad ha acogido a miles de refugiados de la RCA que han huido de los constantes conflictos armados durante años.

Chad se ha enfrentado a ataques rebeldes de grupos basados en Sudán, su vecino del este, por lo que lo último que quiere ver otro polvorín en el sur. Desde 2003 ha intervenido en varias ocasiones en la RCA para sofocar rebeliones internas.

Y el Ejército de Uganda, asesorado por USA, también es un actor activo en la RCA, donde trata de combatir al grupo rebelde ugandés Ejército de Resistencia del Señor liderado por Joseph Kony, el líder guerrillero acusado por la Corte Penal Internacional de crímenes de lesa humanidad y objeto de una campaña viral para capturarle.

¿Qué está haciendo la comunidad internacional?

Hay dos misiones de paz internacionales desplegadas. La BINUCA, la Oficina de Paz Integrada de la ONU, que trata de fomentar el diálogo entre los grupos rivales. Y la MISCA, (la Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana), una fuerza regional de 1.300 soldados cameruneses, congoleños, gaboneses y chadianos, que tiene el mandato de proteger a los civiles y vigilar las operaciones de desarme.

Con la marcha de Bozizé del país se produjo una desbandada por parte de las fuerzas de seguridad (FACA / Gendarmería / Policía) del estado que ha dejado el país un vacío en materia de seguridad.

La ONU, a instancias de Francia, se ha comprometido a estudiar en los próximos días el envío de "cascos azules" para intentar restablecer el orden. El país galo siempre ha mantenido una presencia militar en su ex colonia, donde mantiene unos 450 soldados, pero descarta intervenir como lo hizo en Mali.

¿Qué está en juego?

Según cifras de Naciones Unidas, los últimos episodios de violencia han dejado más de 350.000 desplazados internos y más de 60.000 refugiados.

La población es víctima de agresiones físicas, sexuales, saqueos, extorsiones y encarcelamientos arbitrarios.

El vacío de poder y seguridad amenaza con convertir al país en el último estado fallido del continente. Al haber desaparecido el poder estatal, existe el riesgo de que la República Centroafricana sea un refugio para los señores de la guerra; concretamente, para el Ejército de Resistencia del Señor, así como para las milicias yanyauid sudanesas.

Rescatando las palabras del presidente chadiano, Idriss Deby, la RCA podría ser un “santuario de terroristas” pero, por ahora, el mundo prefiere mirar para otro lado.

Nada consigue atraer la mirada a este país olvidado del continente más pobre del mundo. Ni el desplazamiento forzoso de más de 300.000 personas en los últimos meses, ni las matanzas indiscriminadas de civiles, ni los enfrentamientos religiosos inéditos en el país, ni la sombra de que la República Centroafricana se convierta en un refugio de yihadistas y señores de la guerra.

Desde marzo de 2013, cuando el grupo armado Seleka derrocó al presidente François Bozizé, la inestabilidad crónica del país acabó por saltar por los aires. Siete meses después del golpe de Estado las pocas ONG que están sobre el terreno alertan de una oleada de violencia sin precedentes.

La impunidad campa a sus anchas por un país de la extensión de Francia pero con apenas cinco millones de habitantes. Es la dictadura del ojo por ojo. La huida del presidente François Bozizé dejó un vacío de seguridad que ahora ocupan los Seleka y los grupos de autodefensa conocidos como antibalaka (antimachete en lengua local), que se han organizado para proteger a sus poblaciones, pero que acaban utilizando los mismos métodos sanguinarios que las milicias a las que combaten. Y, en medio, como siempre, los civiles.

"Uno de mis hijos fue asesinado por hombres armados delante de mí y mi otro hijo huyó, no sé dónde", afirma Kadjidja, una mujer de unos 50 años acogida en la escuela Liberte, tras haber recorrido muchos kilómetros desde su aldea, Zere, hacia Bossangoa. Cuando hablaron con ella los equipos de ACNUR, todavía llevaba puesta la ropa con la que huyó y estaba durmiendo en el suelo porque no tenía esteras ni mantas.
Cacerías humanas

La agencia de refugiados de la ONU calcula que desde que empezó la ofensiva de los grupos rebeldes contra el Gobierno en diciembre de 2012, hay 350.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus casas y hay más de 60.000 refugiados en países vecinos tan vulnerables como la República Democrática del Congo, Chad y Camerún.

El miedo se ha instalado en la población tan profundamente como las armas han proliferado sin control en este país exportador de diamantes. Bossangoa y Bouca, en el noroeste del país han sido el epicentro del horror. Basta un rumor sobre la próxima matanza para que aldeas enteras huyan despavoridas a refugiarse en el primer lugar que encuentran. Duermen en los bosques a la intemperie o se hacinan en iglesias y colegios. Ya no saben distinguir la realidad de las pesadillas. Y es que a menudo se parecen.

“Las mujeres y niños son claramente diana de ataques indiscriminados. No hay balas perdidas. Los buscan, los encuentran y los matan”, asegura a RTVE.es Aurora Revuelta, la coordinadora médica de la sección española de Médicos Sin Fronteras. Y recuerda el caso de una niña que trató el pasado 9 de septiembre en Bouca, un pueblo de 5.000 habitantes a 325 kilómetros al norte de la capital. Cuando la ONG llegó, la mitad de las casas, unas 700, habían sido pasto de las llamas.

“Había una niña que tenía solo 9 años. Consiguió librarse del ataque al pueblo pero luego fue cazada dentro del bosque y la encontramos días más tarde con una herida de bala en el fémur infectada y otra en el abdomen", relata.                                                                                                                                                              En ese ataque MSF atendió a 26 personas con heridas por machete y arma de fuego. “Había un hombre al que incendiaron su casa y dispararon para que no pudiera ir. Consiguió escapar y cinco días después lo encontramos en un estado lamentable, lleno de quemaduras”, relata a RTVE.es Lali Cambra, otra trabajadora de MSF.
Malaria y enfermedades crónicas

Es difícil saber el número de víctimas que se ha cobrado ya esta sangría silenciosa. En un solo ataque el pasado 9 de octubre murieron al menos 60 personas en la ciudad de Gaga. Los antibalaka atacaron un puesto de la milicia del Seleka y los barrios musulmanes. Horas después, combatientes de Seleka tomaron represalias contra los cristianos del pueblo. Este modo de actuación se repite por casi todo el país.

Hasta ahora la mayoría cristiana del país (80%) y los musulmanes habían vivido en buena sintonía con episodios de tensión puntuales. En cambio, desde el golpe de Estado, cada vez hay más ataques religiosos. Los combatientes utilizan la retórica sectaria con fines políticos y la espiral de violencia no hace más que crecer.

“La población está aterrorizada”, lamenta la portavoz de ACNUR en España, María Jesús Vega. En agosto, miles de personas utilizaron el aeropuerto internacional de la capital como refugido improvisado. Pero no siempre hay cobijo. "El otro día cuatro niños que se habían escondido en un bosque de frío y malaria", afirma a RTVE.es.

Los que huyen hacia los campos y los bosques se encuentran fuera del acceso de las organizaciones humanitarias. Con la estación de lluvias proliferan los mosquitos, el vehículo transmisor perfecto de la malaria, y el riesgo de contagio se multiplica en un país donde la malaria ya es endémica. Solo en el primer trimestre del año, los casos habían aumentado un 33%.

"Además de la malaria, el país también podría correr el riesgo de ver un aumento de casos de desnutrición. Especialmente en menores. Ya hemos tratado a niños malnutridos. Huyen con lo puesto y no tienen ni agua, ni comida, ni medicinas. Como haya un brote de cólera será difícil controlarlo", advierte Cambra, de MSF.
Situación de emergencia

Los ataques indiscriminados también se han cebado con el personal médico y humanitario, víctimas de agresiones y saqueos, lo que ha restringido aún más la capacidad de movimiento de las ONG. Por eso, desde MSF y ACNUR hacen un llamamiento al gobierno de transición para que sus trabajadores puedan atender a la población más vulnerables con unas mínimas garantías de seguridad.

La ONU estudia, a petición de Francia, el envío de cascos azules para restablecer el orden. Pero los centroafricanos necesitan ayuda ya. No entienden de burocracias ni análisis de riesgos. Y cada día siguen luchando, invisibles al mundo, por sobrevivir. 40.000 han cruzado a la República Democrático del Congo. Algunos han sido recibidos por familias que ellos mismos acogieron en la RCA la pasada década cuando quiénes se desangraban eran los congoleños.

"Ellos han huido por las mismas razones que yo. Ahora me siento obligado a darles la bienvenida", asegura Simon, en Libengue, al otro lado del río Oubengui, la frontera natural entre ambos países y testigo de un exilio de ida y vuelta. A su lado, uno de los 23 refugiados que viven en su casa, Lucas, un fotógrafo de 25 años, cuenta que huyó dejando atrás a toda su familia.

"Corrimos en todas direcciones cuando los rebeldes entraron en Bangui. Tengo tres hermanos y hermanas y no sé dónde están", asegura. Y espera poder cruzar, cuando todo acabe, a la otra orilla.

Datos:

 Capital: Bangui

 Población: 4,6 millones (ONU, 2012)

 Superficie: 622.984 kilómetros cuadrados

 Lengua: Francés y sango

 Religión: Mayoría cristiana (80 %), musulmanes (15 %), animistas (5 %)

 Esperanza de vida: 48 años (hombres), 51 (mujeres)

 PBI per capita: 350 euros (Banco Mundial, 2011)

 Exportaciones: Diamantes, madera, algodón, cafe y tabaco

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