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sábado, 28 de septiembre de 2013

B. OBAMA: DEFIENDE QUE LOS YANQUIS PUEDAN TENER ASISTENCIA EN SALUD ADECUADA PARA TODOS

El presidente yanqui Barack Obama, ha declarado en un centro universitario de Largo (Maryland, a pocos kilómetros de Washington) que la ley que garantiza acceso médico a practicamente todos los ciudadanos esta 'aquí para quedarse', a pesar de los intentos de los republicanos (ultra derecha) en el Congreso de acabar con ella para impedir que sus amigos empresarios ganen menos dinero.


El 1 de octubre se pone en acción una parte importante de la ley, la que abre la puerta a registrase y elegir un seguro médico para poder estar cubierto cuando la norma entre en vigor el próximo 1 de enero, el presidente de Estados Unidos está nuevamente enfrascado en defender una legislación que fue aprobada en su día por ambas Cámaras del Congreso, firmada por él mismo y respaldada por el Tribunal Constitucional el año pasado.

Por ello, durante su discurso en Maryland, Obama pudo escuchar los abucheos que el publicó dedicó a los ultraderechistas cuando el mandatario recordó que 'los republicanos del Congreso han votado más de 40 veces para derogar la ley'.
Los aplausos llegaron a continuación, cuando Obama dijo que, sin embargo, habían fracasado en cada intento. 'La ley está aquí para quedarse', garantizó el presidente.

El debate sobre una ley que ha sido desde su gestación la bestia negra de la ultra derecha yanqui retornó la semana pasada a la arena política y amenazó con paralizar el país si se seguía delante con una medida que condicionó la extensión de los presupuestos a que se vaciara de fondos el sistema sanitario nacido de la reforma. Los congresistas tienen hasta el próximo martes de tope para alcanzar un acuerdo que extienda el presupuesto o, de lo contrario, el Gobierno se quedará sin dinero para pagar a los empleados públicos.

Obama recurrió a la ironía cuando quiso recordar a los asistentes al acto que un congresista republicano llegó a definir la reforma sanitaria demócrata como 'la ley más peligrosa jamás aprobada' en el Capitolio.

El presidente dijo entonces que, sin duda, ese político, que no citó por nombre, consideraba que la apodada como Obamacare por sus detractores era mucho más perniciosa que la Ley sobre los Esclavos Fugitivos, por ejemplo.

'En la nación más rica del mundo, nadie debería de arruinarse porque se pone enfermo', dijo el mandatario, generando quizá el mayor aplauso que se produjo en el evento.

Entonces, Obama hizo referencia de nuevo a los republicanos al asegurar que 'una vez que esté funcionando bien, os garantizo que ya no le llamarán Obamacare'.

El presidente se empleó a fondo en vender las bondades de una ley que puede ser su mayor y quizá único legado a la vez que salpicaba su discurso con críticas al Partido Republicano. 'Piénsenlo bien', dijo. 'Dejar sin fondos y paralizar el Gobierno porque no te gusta una ley que ha sido aprobada y declarada constitucional', insistió Obama, que declaró que sin duda no extender el presupuesto dañaría garvemente la economía. 'Sea cual sea el efecto que Obamacare tenga en la economía, es sin duda mucho menor del que tendrá tan solo unos pocos días de cierre del Gobierno'. Si los republicanos quieren desmontar Obamacare, informó el presidente, que lo hagan a través 'de los canales y procedimientos adecuados'. 'Para eso están las elecciones', declaró Obama. 'Ningún Congreso antes que este en la historia de Estados Unidos ha sido tan irresponsable para amenazar con una suspensión de pagos', ha declarado.

La batalla sobre la reforma sanitaria tiene ahora otra fecha en mente, mediados de octubre, ya que con casi seguridad el Senado –en manos demócratas- desvinculará la extensión del presupuesto a clausurar el sistema sanitario ideado por Obama. Pero para entonces, el Congreso habrá tenido que negociar el techo de la deuda. A este respecto, el presidente repitió lo que ya ha dicho en ocasiones pasadas, que no piensa negociar sobre incrementar esa deuda ya que Estados Unidos 'no deja sin pagar sus cuentas'.

Ted Cruz cambió sus perpetuas botas vaqueras por zapatillas de deporte negras y entró en casi práctica soledad en la sala del Senado donde pondría en escena un maratoniano monólogo cuyo único fin era declarar a sus votantes –los actuales y los posibles en 2016- su odio visceral por la bautizada por sus detractores como Obamacare, la reforma sanitaria de Barack Obama. Tras ajustarse los botones de la chaqueta –a las 14.41 del martes-, el senador republicano Ted Cruz declaró que pensaba hablar hasta que no pudiera 'mantenerse en pie'.

En principio, lo que Cruz –cachorro del Tea Party, 42 años- parecía estar poniendo en práctica era la tradicional maniobra conocida como filibusterismo –explicada con maestría al público por Frank Capra en 1939 en la cinta ‘Caballero sin espada’ (‘Mr Smith Goes To Washington’, en el título original en inglés, interpretado por James Stewart)- que se realiza para impedir un voto determinado, en este caso retrasar la votación en el Senado de la ley que la semana pasada aprobó la Cámara Baja y que condicionaba la extensión del presupuesto a la eliminación de los fondos para reformar el sistema sanitario de Obama.

Esa ley será rechazada por la Cámara Alta, donde los demócratas tienen mayoría, y reformada para que se evite la suspensión de pagos –lo que puede suceder el 1 de octubre, el martes próximo- sin tener que clausurar el sistema sanitario, la única joya de la Corona de la Administración de Obama.

Pero lo de Cruz era todo puro teatro. Conocedor como nadie del sistema, el astuto Harry Reid –senador demócrata por Nevada con casi 30 años en el Capitolio de Washington-, programó un primer voto reglamentario sobre la ley aprobada el pasado viernes para este miércoles a la 1 de la tarde, con lo que Cruz tendría que ceder la palabra y dejar de hablar sí o sí. El filibusterismo solo es tal si se utiliza para frenar una determinada legislación. No era el caso.

Pero Cruz habló y habló y habló. El senador tejano habló durante 21 horas y 19 minutos en su falso filibusterismo, evocando momentos de la Segunda Guerra Mundial y la ofensiva nazi; disertando sobre el papel de Darth Vader en la Guerra de las Galaxias; su vocación de pirata cuando era niño; el actor Ashton Kutcher o el momento estrella, cuando el político informó a la audiencia que había llegado la hora de que sus hijas se fueran a la cama y las iba a leer un cuento, lo que hizo y todos supieron que el clásico infantil de Dr Seuus Huevos verdes con jamón era su favorito. Por supuesto, todo amenizado con un brutal ataque a la reforma sanitaria, 'asesina responsable de la destrucción de empleo en EEUU'.

A las 12 del mediodía de este miércoles, Cruz debía de abandonar la sala y ceder la palabra a sus correligionarios, que ordenadamente, calladitos y sin profesarle demasiadas miradas tomaban sus puestos. El maratón de retórica de Cruz no reescribirá el final de la batalla contra Obamacare. Pero Cruz consiguió su objetivo.

Sin practicamente ningún colega a su lado –a excepción de Mike Lee, republicano por Utah y su camarada en la cruzada para dejar sin fondos la reforma sanitaria; Rand Paul, Kentucky y el último senador en practicar filibusterismo en marzo durante 13 horas contras los drones durante la confirmación del director de la CIA; Jeff Sessions, Alabama; Pat Roberts, Kansas; o Marco Rubio, Florida, de ascendencia cubana como el senador de Texas-, Cruz se consagró como el hombre que ha abierto una brecha ya de sí profunda entre el Partido Republicano y las reaccionarias bases del Tea Party.

Según la perversa lógica política que se ha apoderado en los últimos tiempos del GOP (el viejo partido de Abraham Lincoln), cuanto peor considerado está un senador en Washington más alta es su cotización en casa, que es al fin y al cabo de donde salen los votos y Cruz ya hace planes para las primarias presidenciales de 2016 –en 2014 su escaño no está en peligro-.

A Cruz no le importó haberse quedado solo en la madrugada del miércoles en el Capitolio, ayudado por sus colegas del Tea Party que tomaron el relevo de su variado discurso para que el tejano pudiera ir al menos una vez al baño y estirara las piernas alrededor de su asiento –además de picotear algo, nunca frente a las cámaras, como le recomendó su colega Rand Paul-. Cruz tenía una audiencia que iba más allá del ‘Beltway’ de Washington, desde los grupos evangélicos de Iowa hasta los libertarios de New Hamsphire y todos aquellos activistas cuya pasión por una causa puede transformarse en una campaña presidencial.

En una prueba de cómo la actuación de Cruz ha suouesto una ruptura con sus colegas de filas, la Conferencia Republicana del Senado convocó a sus 46 miembros para una reunión especial para intentar reconducir sus posiciones y dejar de atacarse unos a otros y centrase en acabar con Obamacare.

Son mayoría en el Partido Republicano quienes están de acuerdo con el objetivo de eliminar la reforma sanitaria de Obama pero no en las tácticas usadas por Cruz -como la negación de fondos-.

Si USA entra de nuevo en la espiral que le sitúa ante el abismo de la paralización de sus servicios públicos y la suspensión de pagos debido a malos cálculos políticos republicanos, los ciudadanos los culparán a ellos de sus males y no a la Administración demócrata, lo que se traducirá en una mala posición de cara a las siguientes elecciones a las Casa Blanca, que los republicanos han perdido ya dos veces consecutivas.

El 'cierre' del Gobierno con el que amenazan los republicanos en el Congreso de USA podría congelar los salarios de miles de funcionarios y mermar servicios públicos, al tiempo que acarrearía alto coste político a un año de elecciones legislativas.

'Ya es hora de que esta gente deje de gobernar mediante crisis', dijo en referencia a los republicanos el presidente yanqui, Barack Obama, este fin de semana en una gala con congresistas negros en Washington.

'Están dispuestos a cerrar el gobierno y potencialmente llevarnos a la suspensión de pagos por primera vez en la historia, porque les molesta que nos aseguremos que todos tienen acceso a sanidad asequible', afirmó Obama.

La nueva crisis que se barrunta en Estados Unidos se daría si el Congreso, divido entre demócratas y republicanos, no acuerda un plan presupuestario antes de que el año fiscal termine el 30 de septiembre, lo que obligaría a un 'cierre' parcial del Gobierno al quedar suspendida la ejecución presupuestaria de gastos discrecionales.

La suspensión temporal de partidas consideradas no esenciales llevaría a la clausura de Parques Nacionales, el retraso en la emisión de pasaportes o el cierre de ventanillas o teléfonos de información pública.

Como ya sucedió a finales de 1995 y comienzos de 1996 durante la presidencia de Bill Clinton, la falta de fondos de agencias públicas obligaría a enviar a casa durante el tiempo que dure la escasez de fondos a cientos de miles de personas y costar más de 1.000 millones de dólares.

No obstante, el gasto obligatorio, como el control del tráfico aéreo, la seguridad fronteriza, el pago de los subsidios de desempleo o el Medicare, programa sanitario para jubilados y discapacitados, seguiría intacto.

La paradoja para los republicanos, que amenazan con el 'cierre' para obligar a que el Congreso eche por tierra la reforma sanitaria del presidente Obama, es que esa ley conocida como 'Obamacare' no se vería básicamente afectada al ser considerada gasto obligatorio y no discrecional.

Los republicanos, especialmente aquellos más a la derecha, quieren apurar su última oportunidad para dar muerte a la reforma sanitaria, que busca dar cobertura a unos 48 millones de personas que carecen de seguro médico, ya que el 1 de octubre se iniciará el proceso de oferta de coberturas en las empresas, algo que dejaría el 'Obamacare' encarrilado.

No obstante, la jugada republicana para llevar a Obama y los demócratas el límite de sus resistencia podría no salir rentable políticamente, como sucedió durante 1995-96, cuando el presidente Clinton sufrió la mima afrenta para finalmente aumentar su popularidad y acabar reelegido con más amplia mayoría para un segundo mandato.

El senador republicano por Texas Ted Cruz, la principal voz a favor del 'cierre' para forzar el rechazo de 'Obamacare', reiteró hoy que está dispuesto a bloquear el proceso legislativo si el Senado, dominado por los demócratas, no acepta el plan presupuestario de la Cámara de Representantes que no incluye fondos para reforma sanitaria.

Por contra, otro republicano ultraconservador con experiencia en el Legislativo durante el 'cierre' del 95, el senador por Oklahoma Tom Coburn, se mostró hoy más realista ante la CBS: 'si pudiéramos dejar sin fondos Obamacare deberíamos hacerlo, pero no podemos'.

Por su parte, la líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, advirtió que una 'ideología antigobierno' se está apoderando del Partido Republicano, y consideró que algunos considerarían una 'victoria' el 'cierre' del Gobierno con la constante falta de acuerdo presupuestario.

Algunas figuras republicanas temen el coste político que podría tener para su formación política un 'cierre' o un desacuerdo para no aumentar el techo de deuda, algo que debería también acordarse antes de mediados de octubre para evitar la suspensión de pagos.

En juego está la opinión y preferencia de los votantes estadounidenses a poco más de un año de que se renueven todos los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado y el futuro político de nuevas figuras conservadoras ante el horizonte de las presidenciales de 2016.

Estados Unidos de América se encuentra de nuevo ante el abismo de la paralización de sus servicios públicos y de la suspensión de pagos debido a la decisión del Partido Republicano de condicionar la extensión de los presupuestos a la eliminación de los fondos para financiar la reforma sanitaria de Barack Obama.

La medida, considerada como un chantaje inaceptable por la Casa Blanca y criticada por algunos republicanos moderados, confirma el peso insólito de la extrema derecha en el Congreso norteamericano y deja al país en estado de grave incertidumbre política.

La Cámara de Representantes, controlada por la oposición, aprobó este viernes por 230 votos contra 189 una ley que permitiría que el Gobierno siga disponiendo de dinero para pagar a sus empleados a partir del 1 de octubre –cuando termina el actual plazo presupuestario- únicamente a cambio de que se clausure el sistema sanitario nacido de la reforma. Por esta vía tan extravagante, el Partido Republicano pretende acabar con una reforma que fue aprobada en su día por ambas cámaras del Congreso, firmada por el presidente y ratificada por el Tribunal Supremo.

Desde su nacimiento, esa reforma ha sido la mayor obsesión de la derecha norteamericana. Tanto, que la Cámara de Representantes había votado ya 42 veces por su abolición. Pero nunca hasta ahora se había llegado al extremo de amenazar con la completa paralización del país si el Gobierno, como sin duda hará, decide seguir adelante con la reforma.

La Casa Blanca ha advertido que Obama no está dispuesto a volver a negociar la reforma sanitaria, y que vetará la ley aprobada ayer si ésta llega a su despacho. Probablemente, eso no ocurrirá, puesto que se da por descontado que el Senado, donde el Partido Demócrata es mayoritario, se pronunciará en contra. Pero, en todo caso, eso conducirá a USA a un punto muerto en el que, a partir del 1 de octubre, tendrá que cerrar sus oficinas públicas y suspender la actividad habitual de los servicios del Estado. El Gobierno necesita estas extensiones periódicas porque al proyecto de presupuestos que Obama envió hace seis meses ni siquiera se le ha permitido cumplir su tramitación en el Congreso.

Como, además, el Partido Republicano ha advertido que hará exactamente lo mismo para la inminente extensión del techo de deuda, es decir que condicionará también esa autorización a la suspensión de la reforma sanitaria, USA se vería obligado también a una suspensión de pagos a mediados del mes próximo.

Esta situación ha sido creada, esencialmente, por la incapacidad del presidente de la Cámara de Representantes y máxima autoridad republicana en el Congreso, John Boehner, de poner disciplina en sus filas. Después de varias semanas de tira y afloja, Boehner ha acabado sucumbiendo a la presión del Tea Party y ha aceptado una votación que siembra la anarquía en el Capitolio.

El senador republicano John McCain ha calificado el movimiento de sus compañeros de partido de 'irracional', y otros dirigentes centristas han alertado del peligro que representa que los extremistas tomen el mando de la oposición conservadora. Pero, cuando Boehner anunció este viernes el resultado de la votación en la Cámara, se escucharon vítores con una energía desconocida desde hace tiempo.

Ninguna causa como el rechazo a la reforma sanitaria es capaz de unificar tanto a las huestes del Tea Party, que ahora, cuando se aproximan nuevas elecciones legislativas, cobran renovado vigor e importancia para el Partido Republicano.

Al mismo tiempo, el año próximo entran en vigor los apartados de la reforma sanitaria que más beneficiarán a los ciudadanos, los que permitirán el seguro prácticamente universal, por lo que esta es la última oportunidad de derribar esa ley antes de que la opinión pública la respalde plenamente.

Desde el punto de vista político, se trata de una apuesta muy arriesgada, ya que refuerza la imagen radical y aventurera que provocó la derrota de los 2 últimos candidatos presidenciales republicanos. Pero, a corto plazo, esta crisis contribuye a debilitar la imagen de Obama y hace aún más complicado la gestión de su segundo mandato.

Obama no tiene salida sencilla en la mano. Negociar bajo las condiciones impuestas por la Cámara de Representantes significaría claudicar casi en el único punto de su agenda política en la que ha sido exitoso y firme. Mantenerse en su posición podría causar un grave daño a la economía de USA y del resto del mundo.

Si, unos días después de que la Reserva Federal certificara que la recuperación no es aún suficientemente sólida, el país es sometido al cierre de los servicios públicos y a la suspensión de su deuda, el frenazo al crecimiento, y tal vez la recesión, será inevitable. En unas circunstancias internacionales también deficientes, eso podría acarrear problemas añadidos para la economía mundial.

Cabe la esperanza de que, como ha ocurrido otras veces que USA ha estado al borde del precipicio, una negociación de última hora impida el descalabro. Pero la diferencia es que, esta vez, el margen para una negociación se ve mucho más estrecho por mediar un asunto de tanto sensibilidad como la reforma sanitaria.

Fuente: El País M.

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