Hay alimentos que pueden llegar a provocar severas reacciones. Sin embargo, un análisis de la mejor evidencia halló que muchos de quienes piensan que tienen alergias a ingredientes o comidas, están equivocados.
Un informe definitivo compilado por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos de América, a través de un panel de 25 expertos, concluyó que una gran porción del problema es el diagnóstico errado, que parte de la dependencia excesiva en dos pruebas -una prueba de piel con un pinchazo y una prueba de sangre en busca de anticuerpos- que puede producir resultados engañosos.
La sola presencia de anticuerpos en una sustancia particular de comida no significa que alguien es alérgico a esa comida o ingrediente. Tampoco lo es una reacción a un pinchazo en la piel con un alimento del que se sospeche; de hecho, una prueba de punción en la piel puede permanecer positiva largo tiempo después de que una alergia haya desaparecido.
A veces, un diagnóstico no se fundamenta en una sola prueba, en el informe único de un paciente o padre de familia de una reacción adversa tras haber consumido algún alimento en particular.
A menudo, la gente confunde intolerancia a la comida, como dificultad para digerir la lactosa de la leche, con una alergia.
Las alergias se relacionan con el sistema inmunológico; la intolerancia a la lactosa, en tanto, es el resultado de la deficiencia de una enzima.
La única prueba que puede establecer definitivamente una alergia alimentaria es el denominado desafío oral, en el cual el paciente ingiere el alimento o ingrediente del que se sospeche y espere una reacción.
Puede hacerse de manera segura sólo con un profesional de salud, que tenga un tratamiento de emergencia por si ocurre una reacción severa.
Los médicos frecuentemente se muestran reacios a probar un desafío oral. Sin embargo, en desafíos en los que el alimento sospechoso es comparado con un placebo y ni el médico ni el paciente saben cuál es cuál, se ha encontrado que tan solo un tercio de los alimentos, aproximadamente, provoca alergias.
No obstante lo anterior, todo parece indicar que verdaderas alergias han aumentado en los últimos 10 a 20 años, por razones que nadie conoce, comentó Anthony S. Fauci, director del Instituto de Alergias.
El informe del panel señala que aproximadamente uno de cada 20 menores y un adulto de cada 25 es alérgico a productos alimentarios, lo cual no se acerca a la cifra que se estimaba: que hasta 30% de los estadounidenses las padecen.
Dicho panel también informó que la mayoría de los niños supera las alergias a leche, huevo, soja y trigo a medida que va creciendo, pero hasta que sean sometidos a pruebas apropiadas no saben si es seguro comer el alimento; o quizá, lo que reviste mayor importancia, recibir una vacuna que fue preparada en huevos.
Las alergias a los maníes y nueces en general son relativamente inusuales (aproximadamente 0,5% del a población). Sin embargo, tienden a durar toda la vida y son una amenaza para la vida, amén que pueden requerir de vigilancia extrema.
Algunas alergias a comida empiezan en la adultez, y, de manera similar, tienden a durar de manera indefinida. En particular, las alergias a mariscos, que pueden ser una amenaza para la vida, ocurren en apenas 0,5% de los niños pero en 2,5% de los adultos.
No es posible pronosticar la severidad de una reacción alérgica a un alimento apoyándose en reacciones del pasado. En el caso de la alergia a las nueces, por ejemplo, la exposición subsecuente puede ser mucho peor a lo experimentado por un niño la primera vez.
No existen tratamientos para la alergia a comidas, con la excepción de evitar al alimento culpable, lo que pude requerir de una atenta lectura de las etiquetas de productos, así como el potencial de vergonzosas preguntas cuando se come fuera de casa.
Si bien se ha propuesto la inmunoterapia como medio de reducir una alergia alimentaria, el panel no recomendó esto fuera de "un ambiente clínico altamente controlado".
A menudo, los síntomas de las alergias a comida son confusos.
Pueden incidir sobre la piel (por ejemplo, como eczema o salpullido), ojos, tracto respiratorio superior o inferior, cualquier parte del tracto digestivo y el sistema cardiovascular.
Pero, a menos que se demuestre la existencia de una alergia alimentaria, el panel no recomienda que se eviten alimentos para controlar la dermatitis alérgica, asma o inflamación del esófago.
En cuanto a las vacunas, el panel dijo que incluso los niños con una alergia al huevo podían ser inmunizados de manera segura en contra de sarampión, paperas, rubeola y varicela, pero no se debería darles la vacuna de la influenza.
Los expertos encontraron escasa evidencia de que restringir la dieta de una mujer durante el embarazo y lactancia fuera efectivo en la prevención de alergias por comida en su bebé. Tampoco hallaron pruebas firmes de que amamantar exclusivamente de cuatro a seis meses pueda prevenir enfermedades alérgicas.
El panel de especialistas se refirió además a la anafilaxia inducida por comida, desorden potencialmente fatal que a menudo se reconoce cuando ya es demasiado tarde para un tratamiento apropiado.
La causa más común de comida en la anafilaxias son maníes, nueces, leche, huevo, pescado y crustáceos, y una reacción que ponga en riesgo la vida puede ocurrir incluso la primera vez que la persona se expone.
Los síntomas, que ocurren en pocos minutos a varias horas después de la exposición, pudieran relacionarse con lesiones de la piel y la boca; dificultad para respirar; una caída drástica de la presión arterial, mareos o taquicardia; dolor abdominal, vómito o diarrea; así como ansiedad, confusión mental, letargo o convulsiones.
Cualquiera que padezca una alergia alimentaria que pueda poner en riesgo su vida siempre debe tener a la mano dos dosis de epinefrina autoinyectable para inyectarlas en el muslo.
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