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martes, 20 de septiembre de 2022

VLADIMIR PUTIN Y MIHAIL GORBACHOV: LA DIFERENCIA ENTRE UN AUTOCRATA INSENSIBLE Y UN GOBERNANTE HUMANO

Donald Trump prometió que USA volvería a ser grande. El eslogan favorito de Xi Jinping es el "gran rejuvenecimiento" del pueblo chino. Vladimir Putin está motivado por un desesperado deseo similar de restablecer la grandeza rusa. Pero, ¿cómo se define un gran país? Putin y Mijaíl Gorbachov, quien falleció la semana pasada, tenían ideas diferentes al respecto.


Para Putin, la grandeza nacional se define por el territorio, el poderío militar y la capacidad de aterrorizar o subyugar a sus vecinos. El líder ruso cree que su país tiene derecho a ser una de las grandes potencias del mundo. En su opinión, Rusia sufrió un "robo" cuando Ucrania se independizó y la clave para reconstruir el poder y la grandeza nacional es recuperar el territorio perdido. La trágica decisión de invadir Ucrania fue la culminación de esta obsesión.

Para Gorbachov, la grandeza nacional se definía más por la dignidad de los ciudadanos comunes y corrientes. En una entrevista en 2001 con el historiador Daniel Yergin, el exlíder soviético señaló la incapacidad de la Unión Soviética para proveerles a sus ciudadanos las necesidades cotidianas: "Imaginen un país que vuela al espacio, lanza los Sputnik, crea un sistema poderoso de defensa, pero donde no hay pasta de dientes, ni detergente en polvo, ni artículos de primera necesidad. Era increíble y humillante trabajar en un gobierno así".

El hecho de que los rusos comunes y corrientes ya no tengan que sufrir semejantes privaciones se debe en gran medida a las reformas económicas de Gorbachov, por muy vacilantes que fueran. Quienes lo culpan de haber arruinado una economía soviética funcional deberían recordarlo.

La idea de dignidad humana del exlíder soviético se extendía a la libertad de expresión. También era "increíble y humillante" que, bajo el sistema soviético, las personas educadas tuvieran que vivir en un mundo de mentiras, consignas y censura oficiales. Gorbachov cambió la situación liberando a la prensa y a las industrias creativas, liberando a los disidentes y permitiendo la reanudación de la investigación histórica. Putin está revirtiendo a Rusia a la represión al estilo soviético, mientras aplasta a los últimos medios de comunicación independientes, encarcela a la oposición y convierte en delito reconocer que Rusia está en guerra.

La idea de Gorbachov sobre la dignidad humana también se extendió más allá de las fronteras de Rusia. La decisión más importante y de principios que tomó fue no enviar los tanques soviéticos a Polonia, Hungría o Alemania Oriental en 1989, cuando florecían los movimientos democráticos.

Durante un breve periodo, un líder ruso se convirtió en un símbolo internacional de la libertad política. Cuando Gorbachov visitó Berlín Oriental en octubre de 1989, un mes antes de la caída del Muro de Berlín, la multitud coreó "Gorby, ayúdanos". Cuando visitó Beijing en mayo, los estudiantes que protestaban en la plaza de Tiananmén lo aclamaron como un héroe, un líder que había demostrado que las autocracias podían reformarse y que no necesitaban asesinar a los manifestantes en las calles. Ese sueño terminó con la masacre de la plaza de Tiananmén un mes después.

Es cierto que las respuestas de Gorbachov no siempre fueron nobles y pacíficas. Se le recuerda con amargura en los países bálticos por haber desencadenado brevemente las tropas soviéticas en 1991, en un intento fallido de aplastar sus movimientos independentistas.

Pero, como los putinistas serían los primeros en señalar, Gorbachov carecía de la crueldad necesaria para seguir luchando y asesinando hasta restablecer el dominio de Moscú. Putin está decidido a no repetir ese "error" y Ucrania ha pagado un terrible costo humano por ello. Cuando salga a la luz la verdadera historia de lo ocurrido durante el asedio ruso a Mariúpol, se podría revelar un crimen de guerra de proporciones históricas, con muchos miles de civiles muertos y enterrados en fosas comunes.

Para Putin, masacres como la de Mariúpol son un simple detalle cuando se comparan con su misión histórica de restablecer la grandeza de Rusia. Sus expectativas iniciales de victoria sobre Ucrania en pocos días se han visto frustradas. Pero le ha restado importancia al compararse con Pedro el Grande, cuya Gran Guerra del Norte duró más de 20 años antes de conseguir finalmente la victoria.

Se trata de una comparación reveladora. Pedro el Grande era un déspota que se distinguía por su absoluta indiferencia ante la pérdida de vidas humanas. Muchos miles de personas murieron en la construcción de su nueva capital, San Petersburgo. Pedro también introdujo el reclutamiento militar obligatorio para alimentar sus guerras. Éste es un paso que Putin no ha querido dar hasta ahora. A pesar de sus pretensiones zaristas, probablemente entiende los peligros de tratar a los ciudadanos del siglo XXI como siervos del siglo XVIII.

Los tres países obtuvieron una alta calificación en medidas como el gobierno sano, el respeto de los derechos humanos y la justicia social. Son cosas que cuentan muy poco en la Rusia de Putin, pero que son tomadas en serio por personas y gobiernos que se preocupan por la dignidad humana.

Putin señaló su desprecio por estos valores — los valores que Gorbachov promovió — al declararse demasiado ocupado para asistir a su funeral. Los miles de rusos que pasaron ante el féretro abierto de Gorbachov señalaron en silencio su desacuerdo.

Por Gideon Rachman

Financial Time



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